17.

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— Esto no se siente como algo bueno. — Susurró Alba. — Te van a retar.

Eran las cinco de la mañana, los festejos habían terminado hace varios minutos por lo que los jugadores comenzaban a ocuparse de volver al hotel para emprender camino al aeropuerto y volver a casa. Julian se las había ingeniado, con ayuda de cachete, para escabullirse al hotel donde estaba la familia e interrumpir en el cuarto de la pelirroja. Los minutos pasaban y no estaba seguro de seguir soportando tenerla lejos de su órbita, parecía que su cuerpo nesecitaba cada vez con más fuerza sentir su calor y a medida que lo lograba comenzababa a sentir que aún no era suficiente.

— Es muy bueno. — Aseguró. — Vení acá.

Estiró su brazo para ayudarla a subir una de las escaleras que daban a una salida poco conocida del hotel. Directamente al balcón superior sobre las vigas del cielo raso. Había un vista hermosa del amanecer que comenzaba a amenazar con mostrarse provocando una felicidad inmensa en Alba.

— Que lindo esto... — Susurró. — Todo...Osea...Sos campeón de América.

Volteó a verlo percatandose de que el cordobés ya tenía posados sus ojos en ella. Desde que empezó a amanecer no los despego ningún segundo ya que podía jurar que no le interesaba tener otra vista que no fuera Alba bajo esos colores.

— Alba. — Susurró. — Primera luz del día.

— ¿Cómo?

— Eso significa tu nombre. Primera luz del día.

La pelirroja sonrió frunciendo el ceño, la había tomado por sorpresa aquel comentario de la nada acompañado de lo raro que veía al cordobés en ese momento. Le parecía como si estuviera volando fuera de la situación, casi desprevenido de lo que ocurría a su alrededor y completamente absuelto en sus pensamientos.

La luz del sol invadió aquella escena produciéndole una paz absoluta que sentía nesecitar desde hace días. Sentía que era bañada por toda la energía solar fortaleciendola y se limitó a cerrar los ojos para respirar hondo, concentrándose en ese momento y lugar.

Estar con Julian lo hacía mejor. Simplemente en silencio y en compañía del otro, era lo más cercano a un sentimiento de hogar que podría describir. Millones de recuerdos la invadieron acelerando su corazón. Era su actividad favorita, desde niña su madre la sacaba por el tragaluz para observar el atardecer juntas y desde que ocurrió el accidente no se había permitirlo hacerlo de nuevo.

— Alba.

— ¿Mmh?

— Abrí los ojos un segundo.

Solo ahí pudo sentir como la respiración de Julian estaba más cerca que hace unos minutos. Casi entrelazandose con la suya justo como hace unas semanas en su departamento. Un sentimiento de duda se apoderó de ella, nadie podría interrumpir ese momento esa vez y lo que pasara una vez abriera los ojos era completamente desconocido y por primera vez absolutamente válido y sin restricciones.

Abrió sus ojos lentamente siendo emboscada por la imagen del cordobés a unos centímetros de ella quien, apenas ella se lo permitió, enfocó su vista en sus ojos verdes. No estaba segura si era la luz, la felicidad del momento, la privacidad que tenían o la libertad con la que podía hacerlo ahora que hizo a Alba analizar cada detalle del rostro de Julian. Notando como sus pupilas se dilataban al buscar sus ojos.

Dicen que los ojos del ser humano tienen el acto de reflejo en la oscuridad de dilatar las pupilas para adaptarse y buscar una luz. Lo mismo pasa cuando estos se encuentran con una persona que queres mucho, como si fuera esa luz en la oscuridad. Y eso estaba sintiendo el jugador en ese mismo momento, sus ojos intentaban guardar eternamente la vista que tenía delante de sí. Quería recordar toda su vida ese rostro y a esa chica que lo estaba haciendo sentir completamente débil.

Llegaste a mi | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora