Prólogo

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Adoraba coger la mano de su madre, era muy suave y cálida, aunque le gustaban aún más sus abrazos reconfortantes. Mientras una mano estaba ocupada la otra la dejaba libre, simulando un avión que volaba en el aire o tapando el sol con la punta de los dedos.

Un punto rojo se coló en la imagen y fue bailando hasta llegar a su pecho, ella en su infinita inocencia infantil creyó que era un bicho, se lo enseñó a su hermano Tyr y él divertido le propuso compartirlo con su madre.

—¡Mira mamá! —Estiró de su brazo, sonriendo emocionada.— ¿A que es bonito? Aunque cada vez que intento cogerlo se escapa, debe estar asustado.

Y donde esperaba la sonrisa de su madre ante su descubrimiento solo encontró una expresión de horror que no entendió.

—¡Amanda Guaram! —la voz resonó con fuerza.

Tras el grito todo fue demasiado rápido, su madre los escondió detrás de ella. El siguiente sonido no lo pudieron reconocer, pero fue ensordecedor y por unos instantes el mundo se paró mientras veía a su madre caer hacia atrás.

Un gran charco rojo se fue expandiendo bajo la mujer que más adoraba. Escuchó a su hermano llamándola, sabía que la estaba abrazando y, sin embargo, lo sentía como si estuviera a kilómetros de ella.

La voz de Tyr, el rostro vacío de su madre, las luces parpadeantes y las sirenas. Todo aquello pasó en un solo instante a ser nada. Su cuerpo dejó de responder, su mente no lograba procesar la escena y todo a su alrededor se volvió negro.

—¡Aria, despierta! ¡O llegarás tarde a la próxima clase! —se despierta sobresaltada.

—Dios, no grites Marco, mi cabeza va a estallar. —se queja la morena.

—No tienes muy buena cara, Aria, ¿has tenido una pesadilla? —coloca su mano sobre la frente de la chica.

—He vuelto a soñar con la muerte de mamá. Sabes que se acerca la fecha. —suspira cansada.— Lo que más odio es que cuando despierto no recuerdo nada, simplemente sé que he soñado con ello.

—Entonces deberías ir a casa. —dice preocupado.— Siempre despiertas con dolor de cabeza cuando sueñas eso. No estás como para hacer defensa personal en este momento, hablaré con Dean.

—No tranquilo, si me tomo un calmante dejará de dolerme. —se sienta apoyándose en el hombro de Marco.

—Aria, no puedes ir a clase. —aparece Dean, por la puerta de la azotea, cansado, por haberla buscado por todos lados.

—Estoy bien, de verdad, no hay nada de qué preocuparse. —Trata de quitarle importancia a su estado.

—No es por ti, verás... —baja la cabeza, y apretando los puños con fuerza, levanta la mirada con los ojos llenos de lágrimas.— Se trata de Tyr, le han tendido una emboscada, y está muy grave en el hospital.

—¿Cómo? —Aria no quiere creer en esas palabras, simplemente no puede volver a pasar, no puede volver a perder a nadie más, mucho menos a su hermano, así que obliga a su cuerpo a moverse. —Voy para allá ahora mismo.

—Toma las llaves. Yo iré en cuanto pueda. —le dice Dean.

En cuanto Aria se dispone a irse, Marco le quita las llaves de la mano, y niega con la cabeza. Mira a Dean, y este entendiendo, sonríe con agradecimiento y se marcha.

—Marco qué coño...

—No estás en condición de conducir, y mucho menos la moto de Dean, tu cuerpo no para de temblar. —le interrumpe, abrazándola.— Te llevaré al hospital.

El camino se le hace eterno, su mente no puede procesar nada, y lo único que le hace volver al presente es la voz de Marco, llamándola, anunciando que ya han llegado.

Verdades ocultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora