Capítulo 2: Una única promesa llena de muchas otras más

837 109 59
                                    



Fue realmente difícil despegarse de aquello a lo que estuvo aferrada en condiciones horribles.

Cuando Cassandra logró calmarse y el cansancio comenzó a vencerla, Bela insistió en que lo mejor era dejar esa cría humana en manos de alguien que la cuidara, dentro de una habitación con chimenea y en una cuna improvisada pero realmente apropiada.

Cassandra cedió con más facilidad de la que Bela predijo para sí misma, y Daniela hizo un esfuerzo por no dormirse frente a la chimenea luego de escuchar a su hermana entonando una linda canción de cuna.

La morena se tomó media hora para darse un baño caliente y relajarse, preparándose para encontrarse con su madre en su estudio y hablarle sobre lo sucedido. Bela se aseguraría de cumplir con las expectativas de Alcina antes de siquiera darle a conocer la noticia, pero no tardó en dejar a la criatura en brazos de una sirvienta ni bien sintió una incomodidad genuina propia de tratar con niños. A Bela no le disgustaban los infantes, pero una cosa era verlos de lejos y otra muy distinta era encargarse de cuidarlos. Ella era la hija heredera de la familia, del negocio y del apellido; no era madre ni tutora de nadie.

Suficiente era haber sido niñera de Cassandra y Daniela por un buen tiempo.

Una vez Cassandra logró relajarse en su baño caliente, el miedo de casi haber muerto se escondió en un rincón oscuro de su mente, y renació la duda. ¿Ahora qué haría? ¿Qué había sido todo eso para empezar?

No iba a preguntarse porqué trajo una criatura humana al castillo, claramente es lo que su madre hubiera hecho en su lugar, así que lo podría explicar. El tema es que allí no se podía quedar, deberían devolverla; Cassandra era consciente de ello y estaba de acuerdo. Su hogar no era un sitio apto para humanos (que no se dedicasen a ser comida o servidumbre), y su madre no estaría de acuerdo con sumar más responsabilidades a la familia encargándose de criar a una mortal, ¿o sí?

Cassandra suspiró cansada, caminando por el último pasillo que la llevaría al sitio donde la estaban esperando. La morena no era muy buena con las palabras, pero tenía claro que lo que hizo no fue algo malo; sorprendería a Alcina quizás, pero ella no la regañaría por salvarle la vida a un bebé.

«Solo explícale y deja que otro se encargue por ti. Vamos, Cassandra, hazlo.»

Pidió permiso para entrar tocando la puerta, y luego de escuchar un 'adelante' proveniente de la voz calmada de su madre, Cassandra giró la perilla de la puerta y la abrió. El estudio de Lady Dimitrescu la recibía con la mujer alta de pie, cerca de su escritorio y con ambas manos sobre su cintura, mientras Bela estaba dándole la espalda a la puerta hasta que escucha a su hermana entrar.

Cassandra se adentra a la habitación, intercambiando miradas con Bela antes de finalmente mantener el contacto visual con su progenitora.

─¿Te hice esperar demasiado, madre?

─Para nada ─la condesa sonríe, sorprendiendo a Cassandra─. Bela me contó que necesitabas relajarte luego de la experiencia que has tenido. Dime, cariño, ¿te encuentras bien?

Si la Dama se refería a bien por 'viva', Cassandra confirmaría que sí, se encontraba bien. Ahora, si se refería a algo emocional... Bueno, Cassandra sentía que en su pecho y en su cabeza había un torbellino de emociones locas e ideas extrañas. Muchas preguntas y sensaciones que no le gustaba experimentar o que no conocía del todo.

─Sí, me encuentro bien, madre ─aseguró la morena, no teniendo interés en volver la conversación en algo tan trivial como creía considerar su bienestar. Se encargaría ella misma de relajarse el resto del día, cuando durmiera; si es que podía.

«¡¿Qué le has hecho a mi hija?!» || ᶜᵃˢˢᵃⁿᵈʳᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴸᵉᶜᵗᵒʳᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora