Capítulo 6: ¡Buenos días alegría!

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Todos los que viven en el Castillo Dimitrescu como servidumbre comparten la creencia de que es imposible tener buenos sueños allí. La mayoría de las sirvientas que sueñan tienen pesadillas al dormir.

Las tuviste los primeros días, pero esta vez por fortuna no soñaste con nada de eso. Tenías un sueño agradable, de hecho, donde corrías por una alegre pradera mientras tu hija ya crecida te acompañaba entre risas. Fue muy lindo, hasta que un estruendo afuera te despierta sobresaltada. La puerta fue abierta de una patada y tus sábanas te fueron arrebatadas, robándote así el poco calor que pudiste obtener en la noche. Con tan solo abrir los ojos notaste que ya era de día y que había alguien observándote, tal cual creías que lo haría un psicópata.

¡Buenos días alegría! ─grita con sarcasmo la horrible mujer que te robó a tu hija y que piensa quedársela. Lady Cassandra se tomó la molestia de desearte los buenos días en persona; qué considerada─. ¡Levántate de una maldita vez y ve a trabajar, estúpida mortal!

Te acomodas un poco sobre el colchón pelado retorciéndote del frío; Cassandra arrancó las sábanas que te cubren abajo también y casi ni lo notas. Esta mujer seguramente sabe hacer trucos de magia con los manteles de las mesas.

─De saber que su bello rostro iba a ser lo primero que vería al despertar, me habría levantado con seis horas de antelación a su visita, mi señora.

─Oh, ¿estás de humor entonces? Qué bien, porque tengo varias tareas reservadas solo para ti, pequeña lacra. Me encantará ver a la otra mamá de Eleanor arreglándoselas para impresionar a su hijita.

─Aah, ¿soy la otra mujer entonces? Qué loco, estaba segura de que no le robé la descendencia a nadie la semana pasada.

Cassandra exhala con cierta carga de frustración. Te dijeron que tiene mal carácter y muy poca paciencia, pero tu habilidad para joderla es destacable; mereces gran parte del crédito con solo respirar cerca de ella.

─Madre me dijo que no te amputara ninguna extremidad, pero no me dijo nada sobre no hacer cortes poco superficiales si lo veo necesario. Respóndeme de nuevo sin mi permiso y te irás a dormir con menos piel en la cara que ayer, ¿me escuchaste, porquería?

Enderezas tu espalda y haces tronar algunos de tus huesos, antes de finalmente sentarte al borde de la cama pelada mirando a Lady Cassandra a los ojos. Ella verdaderamente se ve capaz de usar su hoz el día de hoy.

─Sí, mi señora ─contestas, con la mandíbula tensa mientras te fuerzas a no decir nada fuera de lugar otra vez. Siguen siendo tus señoras lamentablemente, y esta es la parte que más odias de estar aquí─. Le entendí perfectamente, Lady Cassandra.

─Bien. Ve a hacer tus cosas de sirvienta, al mediodía irás a la biblioteca y arreglarás cada uno de los libros que hay, desempolvando todos incluyendo los estantes. Estaré ocupada allí tomando té con Daniela y mi hija, así que te conviene hacer bien tu trabajo si quieres vivir.

─Lo haré, mi señora, no se preocupe de más.

─Veremos quién tendrá que preocuparse al final.

Ella por fin se retira en una especie de nube negra de moscas, pero por las dudas optas por maldecirla dentro de tu mente para no invocar su ira. Ya no puedes jugar a ser la karateca de telenovela india en medio de un duelo a muerte con una vampiresa vestida de sectaria que además vuela. Tu compromiso está en juego y esto requiere de toda tu valía y seriedad.

Maldita insecta ─te atreves a murmurar. El colchón pelado sobre el que estás sentada cruje cuando te levantas, o eso crees hasta que reconoces la sensación en tu espalda.

«¡¿Qué le has hecho a mi hija?!» || ᶜᵃˢˢᵃⁿᵈʳᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴸᵉᶜᵗᵒʳᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora