Capítulo 4: Confrontación

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Dicen que los humanos son superiores a los animales, porque son más inteligentes, más empáticos, y más éticos que estos. Ética. ¿Eso existía en tu realidad?

La respuesta es sencilla: No.

Tu cuerpo se ha desplomado contra el suelo en algún momento, pero eso es lo último que logras recordar. Todo en ti pesa y duele, aunque ya no estás sobre el suelo; tú permaneces recostada sobre una superficie ligeramente más cómoda.

Hay luz reflejándose contra tu rostro, pálido apenas, a través de lo que parecen ser trapos oscuros que sirven como cortinas de una pequeña ventana cercana. Tus párpados se sienten pesados también, y se te dificulta tragar cuando sientes la boca seca; la garganta ardiendo y los labios sellados. Cuando abres la boca e intentas humectarlos, puedes sentir la piel quebrándose y amenazando con salirse.

A estas alturas, no sabes si un demonio se sentó sobre tu pecho planeando asfixiarte, o si la pesadez invisible que sientes proviene de la oscura atmósfera que te rodea. Carraspeas torpemente, y pronto toses. Tu cuerpo se sacude mientras haces un intento por acomodarte para no sentirte ahogada. Ahora que tus ojos se acostumbran a la luz de la habitación, reconoces que no estás en un sitio que te pertenezca.

Esta no es tu casa, es la de... ¿Greta? ¿Ese era su nombre?

Buscas en tu entorno alguna pista, pero pronto la puerta se abre. La madera pesada crea un ruido extraño cuando raspa el suelo, así es como te recibe la mañana mientras ves a la anfitriona deteniéndose en el umbral de la puerta cuando te ve.

Ella te llama, mencionando tu nombre en un susurro. Luego, lo dice de forma más clara, no esperando ninguna respuesta para acercarse a ti desesperada. Parpadeas, y ella pronuncia tu nombre una y otra vez, mientras pasa sus manos por tu rostro y le dedica un breve vistazo al resto de tu cuerpo.

─¡Alabada sea Madre Miranda! ¡Estás bien!

La observas con expresión confusa, notando en ella una mezcla de exaltación y... lástima. Eso es lo que interpretas de lo ambigua que es su mirada azul.

──── · * · ────

Has vuelto de la muerte. Eso es lo que pareces haber hecho, según la forma en la que todos te observan.

Técnicamente no estuviste muerta, solo en una especie de... ¿Coma? Nadie tiene idea, aquí no hay médicos confiables. Y fue difícil para tus acompañantes el mantenerte con vida. Tuviste momentos donde parecías despertar, pero solo fueron ruidos extraños que has hecho con tu boca dormida, según dicen.

Aún tienes momentos donde observas la nada, perdida mientras te hablan. Sigues intentando recordar todo, pero a tu mente solo viene la imagen de tu cuerpo desplomándose contra algo duro y un destello que vuelve borroso todo, tornándolo de negro. Te ocupas el día entero de intentar tomar agua y escuchar a las pocas personas que te hablan; apenas puedes ir al baño tú sola.

La pena con la te miran, sabes bien que proviene de otra cosa.

─Entonces... ¿Qué es lo que recuerdas? ─parpadeas de nuevo, observándola con el ceño fruncido sin darte cuenta─. ¡N-no quiero presionarte! Si no recuerdas nada está bien entonces, no sé hasta qué punto puedes escuchar la verdad de lo que pasó.

─Yo... No recuerdo nada ─te sinceras, notando cómo ella desvía la mirada hacia su madre mientras respondes─. Todo es... negro. Un fondo negro... y dolor antes del golpe.

«¡¿Qué le has hecho a mi hija?!» || ᶜᵃˢˢᵃⁿᵈʳᵃ ᴰⁱᵐⁱᵗʳᵉˢᶜᵘ ˣ ᴸᵉᶜᵗᵒʳᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora