Contusión cerebral.

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Continuación de Venganza 🤠

Dibujar a Cartman era una de las actividades en las que Kyle se ocupaba en sus ratos libres. Ya fuera en alguna clase o en su habitación como entonces, el chico de cabello rojo y contratante ushanka verde, trazaba líneas curvas y rellenaba de rojo la forma redonda de sus retratos. Justo ahora, la versión de Cartman era una de mirar y sonreír malicioso: la expresión socarrona que el muchacho de ojos almendrados y mejillas regordetas le había dado en clase. Lanzó un suspiro soñador cuando la recreó.

A diferencia de su amigo de la infancia, que tanto se empeñaba por negar su interés, Kyle había dejado de negar hace mucho tiempo que encontraba a Cartman especialmente atractivo. Sin importar la ética retorcida, la estupidez o las cosas repugnantes que a veces hiciera, Kyle se sorprendía constantemente rastreándolo con la mirada. Después de varias sesiones de autocomplacencia y sueños húmedos, Kyle había llegado a comprender que no solo adquiría exquisita capacidad de asombro en la desfachatez y perversidad ajenas, sino admiración y diversión culposos. Éstos dos últimos no lo eran tanto, por supuesto, como el innegable placer que encontraba en ser el foco del análisis, atención y maquinaciones de Cartman.

Se talló los ojos con algo de fuerza para contrarrestar el escozor. Eran casi las 3 de la mañana, y ocupado con el retrato y pensamientos de Cartman, había estado retrasando su sueño, como últimamente hacía.

Con las luces apagadas y la cabeza bajo las sábanas, Kyle cerró los ojos e intencionalmente lo recreó una vez más: Cartman volviéndose hacia él con la socarrona y altiva sonrisa, con los rayos de luz solar detrás, acentuando sus colores. Si bien esto ya era por sí solo un deleite, la fantasía era bienvenida también: Cartman inclinándose hacia él, en su espacio personal. Cartman mirándole los ojos y los labios. Cartman aproximándose cada vez más, con la mirada fija y la confianza con que le roba el aliento.

La mano dentro de su pijama mantenía un ritmo constante y familiar, perfecto para proporcionarle placer no por gracia de la experiencia, sino por la persona de la que ahora eran los dedos que se aferraban a su hinchazón. No solo es él quien jadea en la privacidad de su cama, sino también Cartman, ocupado en observar sus reacciones de cerca y respirarle acaloradamente en los labios. Y eso era tan paradisíaco que ya estaba por terminar, excepto que el crujido de la puerta hizo que todo se desvaneciera.

Se detuvo. El corazón le palpitaba rápido. ¿Quién diablos de su familia iba a meterse a hurtadillas en su cuarto? Ninguno tenía motivos, ni siquiera Ike.

No era el mejor de los momentos y descartó el ruido como producto del cambio de temperatura, hasta que desde la entrada le llegó esta vez el inconfundible rechinido de los goznes y el inquietante sonido de pasos.

La erección se le terminó de bajar, y dejó su miembro desinflado donde lo tomó. Su mano se fue, en cambio, debajo de la almohada, disimulada con un estiramiento soñoliento sobre el colchón. Ike y su padre lo habían tachado de paranoico por guardar un bate bajo la almohada para salvaguardarse a sí mismo en sus horas de sueño, y ahora, esa "paranoia" le salvaría la vida.

Lo apretó dentro de su palma, consciente de que el intruso se detuvo, y saltó de la cama bien aferrado a su arma cuando lo escuchó junto a su cabeza.

El extraño soltó un gemido ahogado y desconcertantemente agudo cuando lo golpeó. Kyle encendió la luz de la lámpara que reposaba sobre su mesita de noche. La visión lo dejó sin color.

En el piso, con los ojos cerrados y la boca semiabierta, yacía Cartman con su pijama y un hilillo de sangre escurriéndole por la frente. En la mano aún sostenía una carta.







-No es como si no lo hubieras golpeado peor antes -Stan le restó importancia.

Tras la llamada al 911, se habían trasladado al hospital. Sheila continuaba disculpándose con Liane y Kyle no había pegado ojo en toda la noche.

Gustos raros (Cartyle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora