Es una obviedad. Jaemin le está engañando desde hace un tiempo pero Jeno no tiene forma de comprobarlo aún porque su esposo es meticuloso en extremo y bueno, rara vez lo ve.
No es raro que una pareja casada no pase su día a día uno sobre el otro, la realidad es diferente y ellos ya pasaron su etapa de luna de miel. Ya pasaron los días de sexo matutino y los desayunos a mediodía, los besos en la boca antes de salir de casa y los besos en la frente al volver. No existen más los apodos tiernos y para ser sinceros, a Jaemin parecen no gustarle mucho.
Jeno no lo extraña y seguro que Jaemin tampoco a él. La mejor decisión dada el caso sería divorciarse ¿no? pero la verdad que ninguno de los dos quiere arriesgarse a tener que buscar otro lugar para vivir, es más cómodo económicamente vivir juntos (a pesar de que Jaemin se desaparezca cada vez con más frecuencia).
Una noche Jaemin llega a la casa y no se molesta en introducir las llaves en silencio, hace todo el ruido que puede para avisar que ha llegado, para decirle a Jeno que ya regresó del lugar de su amante y Jeno le deja hacer lo que quiere porque si bien le molesta ¿Qué puede decirle? ¿Con qué pruebas?
Jaemin encuentra a su esposo en cama con la lámpara de la mesa de noche prendida. Jeno lleva sus lentes y lee un libro. No despega la vista de las páginas cuando Jaemin entra a la habitación, ni cuando este se sube encima suyo y tira su libro al suelo y empieza a besar su cuello con ansias.
Jeno continua mirando las páginas dobladas de su libro en el suelo.
Hay un practicante en la empresa de nombre Lee Donghyuck, es un poco más bajo que él y Jeno sabe que el menor le ha puesto los ojos encima. Son las constantes preguntas y dudas a su persona, le pide direcciones para ir a ciertos lugares en el edificio, la forma en la que toca sus hombros cuando se coloca detrás de él mientras Jeno tipea en la computadora, el roce con sus manos y como ignora el anillo de matrimonio en su dedo anular.
A Donghyuck no le importa cuando se encuentra con Jeno a solas en el ascensor y presiona el botón del piso más lejano al que están para lanzarse a su boca y dejar que sus manos palpen su torso por encima de toda esa ropa. Jeno le responde el beso con la misma fiereza con la que lo recibe, no cierra los ojos y todo se torna borroso, se enfoca en el movimiento de su boca y su lengua, la fuerza con la que el más bajo le pega contra la pared y como él no duda en meter una de sus manos por debajo de la camisa del otro. El anillo de plata es helado contra la piel caliente de Donghyuck.
El ascensor se detiene y ambos hacen lo que pueden para que aquello no luzca mal —luce mal, muy mal—. Entra una chica de lentes quien en un instante se da cuenta de que lo que estaba sucediendo, se acomoda los lentes y hace una reverencia. Ambos responden con los labios rojos, las mejillas sonrosadas, Donghyuck arregla su camisa blanca mientras Jeno ajusta su corbata. Para suerte suya, ella no dice nada, se baja unos pisos después con Donghyuck quien antes de salir del ascensor mira de reojo a Jeno y le regala una sonrisa.
Esto sucede un par de veces más en el ascensor, en el almacén de limpieza, en el baño y en una ocasión en la zona de fumadores. No se dicen mucho porque no hay nada que decir más que el deseo carnal en sus cuerpos, deseo que tiene orígenes muy distintos por supuesto.
—¿Vives solo? —pregunta Donghyuck sacando a ambos de ese silencio.
Jeno enciende un cigarro y da una calada. Donghyuck está sentado en un banco y apoya su espalda contra la pared. El más alto camina hacia él, mirándolo desde arriba recuerda a Jaemin; lo toma del mentón y los ojos de Donghyuck brillan pero no es tierno, es seductor. Se muerde el labio inferior y sonríe de forma suave invitando al otro a tener contacto con su boca de nuevo.
—Sí —responde Jeno.
Como siempre esa noche Jaemin no está en casa pero ha dejado un pastel sobre la mesa de la cocina con una dedicatoria. Jeno no le presta atención porque a penas llega con Donghyuck, se dirigen al sofá entre gemidos y suspiros. No pasa mucho para que ambos se deshagan de su ropa y la dejen en el suelo mientras sus manos buscan tocar cada rincón y esquina de sus cuerpos. Donghyuck le besa con ansias y busca dejar alguna marca en su cuello, lo acaricia y el cuerpo de Jeno reacciona.
Donghyuck cierra los ojos cuando lo besa y Jeno, por primera vez, también lo hace, para imaginar que es Jaemin quien está abajo suyo, quien le muerde el cuello, quien gime su nombre, quien le ruega en el oído.
Jaemin mira el cuerpo de Donghyuck descansando en el sofá y luego sigue con los ojos los movimientos de Jeno que le prepara una taza de café tal y como a él le gusta.
—No sueles volver a estas horas —habla primero Jeno. Siente una presión en el pecho que no le deja tragar saliva adecuadamente, siente que en cualquier momento se va a ahogar en los ojos de su esposo.
—Tuve un imprevisto. Necesito tu ayuda.
Los ojos de Jeno se abren de par en par, el corazón le late a mil por hora. Es la primera vez desde ese día que Jaemin le pide ayuda. Jaemin no suele pedirle nada.
Esas veces que cocinan juntos Jeno siempre sabe lo que quiere y necesita, nunca le pidió que le pase la sal, que le sirva una taza de café, que le pase la toalla en la ducha, que enjabone su espalda, que ate los cordones de sus zapatillas o que le coloque la corbata. Jeno siempre estuvo lo suficiente cerca para servirle en absolutamente todo, por eso es que es tan raro que ahora le pida ayuda cuando nunca necesitó hacerlo.
Jeno solo piensa que falló en algo.
Donghyuck se mueve mientras duerme y Jaemin lo mira y toma un sorbo de su café.
—Necesito que me ayudes a deshacerme de un cuerpo —habla entre dientes, no quiere ser escuchado, no tan fuerte porque sino todo se vuelve real hasta para él quien fue el que sostuvo el cuerpo inerte en sus brazos y lloró sobre él.
Jaemin no despega la mirada de Donghyuck y Jeno por un momento teme que se trate de su compañero de trabajo, que ese dichoso cuerpo sea el de Donghyuck.
—Bien.

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la última cena [nomin]
Fiksi PenggemarEmpezó desapareciendo por noches al principio, luego estas pasaron a ser días completos hasta que Jaemin desaparecía por semanas sin explicación alguna. A Jeno no le importaba, habían estado casados cinco años y Jaemin nunca le explicó nada. Pero es...