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Los labios de Jaemin están resecos y se sienten ásperos. El contacto entre sus labios resuena en sus oídos y Jeno le mira sorprendido con la botella de agua todavía en una mano y su mochila en la otra.

—Nos vemos mañana, Jeno —Jaemin toma su mochila del suelo y se mete a su casa sin más que decir, sin ningún otro gesto, solo con esa sonrisa amable y practicada en su cara.

Jeno, por supuesto, termina de tomar toda el agua de su botella y lo retuerce en su mano. Camina lo más rápido que puede hasta su casa, está a un par de cuadras y usualmente llega en quince minutos. Su hermana le abre la puerta luego de siete minutos.

La empuja de casualidad y ella suelta una grosería, lo mira rebuscar en la cocina por una botella de lejía y se dirige al baño. Cierra la puerta de un golpe y se escucha el agua correr. La chica se apresura y encuentra a su hermano con la botella de lejía abierta, una toalla húmeda en sus manos y su boca en el caño.

—¿Qué mierda estás haciendo?

Ella se asegura de no gritar pero aún así parece que su madre los ha escuchado. Cierra la botella de lejía e intenta sacarle la toalla de las manos pero Jeno forcejea con ella, se jalonean y su hermana lo golpea en la cabeza con la botella para lograr que la suelte. La toalla huele a lejía, el olor es inconfundible. 

Su hermana le abre la boca y suspira cuando no percibe la lejía de él.

—Loca, no lo tomé —habla Jeno mientras se moja las manos y soba con fuerza sus labios.

—¿Qué pensabas hacer con la toalla entonces? —ella sigue molesta igual, exasperada, es su hermanito menor y si cualquier persona viera a su hermano menor meterse al baño con lejía, no pensaría que decidió limpiar a penas llegó del colegio.

—Limpiar mi boca.

—Eso es casi lo mismo que tomar lejía, pedazo de idiota —Jeno recibe un golpe en la cabeza y la mira mal. Sigue sobando sus labios hasta que el área del rededor empieza a tornarse roja.

Se escuchan pasos fuera y la chica está a punto de salir del baño con la toalla en una mano y la botella de lejía en la otra. Ahora va a esconder cualquier sustancia tóxica para que su tonto hermano no se le ocurra hacer una idiotez como esa de nuevo.

—Un chico me besó, Jaemin. Jaemin me besó —suelta en voz baja, el labio inferior ya empezó a arderle.

Minjeong lo mira como si acabara de ver a un fantasma, la puerta se abre y ella se apoya en ella para volver a cerrarla, escucha a su madre hablar.

—¿Minjeong, eres tú? ¿Ya llegó tu hermano? ¿Dejaste el caño abierto? Cuantas veces tengo que decirles que no malgasten el agua —la mujer se aleja del baño y Minjeong siente que puede respirar con más facilidad.

Agarra de los hombros a Jeno y lo voltea para encararla. Jeno es de su tamaño todavía pero en unos años más, la sobrepasará, es delgado igual que ella y hasta más débil pero en poco tiempo, se hará más fuerte y grande. Minjeong no podrá detenerlo a la próxima. 

El polo de Jeno se tinta con unas gotas de sangre que caen de su nariz y Minjeong agarra papel para ponérselo bruscamente a la nariz, sus manos tiemblan y sus pupilas también. Jeno debería estar igual pero está en un trance, como perdido en su cabeza, extrañamente calmado mientras su hermana con toques ahora suaves limpia la sangre de su nariz. Su labio también sangra.

Cuando termina agarra de la cara a su hermano y la aprieta como si haciendo fuerza pudiera lograr que sus manos dejaran de temblar.

—Ni una palabra de esto.

Jeno asiente con esos ojos de cachorro que tiene. Minjeong sale primero del baño y se pierde entre las puertas de la casa. Jeno sale luego y se encamina a la cocina donde está su madre.

—¿Qué le sucede a tu hermana? Dios Santo, desde que está en la universidad está cada vez más malcriada y grosera, nunca responde cuando le hablo y anda de mal humor...

La mujer está picando una manzana para comer y Jeno se imagina diciéndole que Jaemin, un chico de su clase le ha besado, en los labios. El cuchillo le atraviesa los labios, los corta y estos caen como una lámina al suelo. Su madre los rebana con la misma facilidad con la que corta la manzana.

Mira el cuadro por encima del comedor, coge un trozo de manzana y se lo mete a la boca.






Ácido.

Es la primera cosa que se le viene a la cabeza si es que hablamos de deshacernos de un cuerpo y le propone esa solución a su esposo. 

Ahora mismo se encuentran en la habitación en la que hace tiempo que no tienen sexo, no duermen juntos, no se acurrucan, no comparten el mismo espacio, sus presencias se repelen. Jaemin quien se había encerrado en el baño a llorar, todavía tiene los ojos cristalinos y brillantes, las pestañas húmedas y las mejillas sonrojadas. 

—No.

—¿Por qué?

—Me parece algo horrible hacer eso.

Horrible dice. Jeno aún no sabe como ha muerto ese chico del cual su cuerpo inerte reposa en la maletera del auto. Jeno tampoco sabe de quien es ese auto, desconoce los detalles de la historia, quiere saberlos, los ansía, pero su rol en su relación siempre fue acatar, tener siempre cierta disponibilidad, obedecer, seguir todo lo que su esposo decía; así que si hiciera lo contrario, se sentiría miserable. Para él, estar con Jaemin siempre significó entregarle su autonomía completo. 

Jeno ya no es un ser a parte, él pertenece a ese hombre con el que se ha casado, que lo ha engañado, que no lo tiene como él lo hace. No puede decir que Jaemin ama a otros como nunca amó a Jeno. No está seguro de lo que es amor pero con él, no importa el término con tal de que su vínculo no se destruya.

—Debemos darle un entierro digno, afectuoso.

—Está bien. ¿Por qué un entierro?

—Limpiémosle todas sus impurezas, la suciedad terrenal, debe dejar todo lo que le hizo infeliz aquí; que su cuerpo se lleve todo ello consigo y que su alma ascienda a los cielos.

No cuestiona a pesar de que no lo entiende.

El amor.

El cielo.

Todo eso existe para Jaemin, así que también existe para Jeno.

El menor mira a su esposo luego de un largo rato. Jeno sabe que no debería pensar en lo hermoso que se ve vestido en esa expresión. 

—¿Tu amigo ya se fue?

—Me encargué de él hace un rato.

—Hm —Jaemin se aproxima a pasos cortos y lentos, el otro respira agitado, ha sido un tiempo desde que lo tiene tan de cerca —¿Lo disfrutaste con él? ¿Es bueno contigo? —su voz se hace más suave y áspera a medida que su boca respira cada vez más cerca de su oído —¿Es mejor que yo?

Jeno muerde su labio y piensa en Donghyuck, lo compara con Jaemin instantáneamente en reacción a su pregunta. ¿Es mejor que él? Evita dar una respuesta y atrapa sus labios, lo carga en sus brazos y el otro lo rodea con sus piernas.

No puede responder, todavía no.


la última cena [nomin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora