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Tal vez todas esas personas que decían que los artistas escénicos eran unos masoquistas, que buscan únicamente la atención, tenían la razón.

Jaemin ve a Renjun pegar clavo por clavo en su cuerpo, con la punta hacia afuera como si fueran todas espinas de una rosa incesante y aturdida. Jaemin coloca el pegamento con cuidado y le pasa un clavo a Renjun, ve como lo pega sobre su piel mirándose desnudo al espejo y cubre su cuerpo de dolor.

No entiende muy bien el punto.

Jaemin quiere ser como Jeno, quiere entregarse de esa manera tan devota y poco crítica, pero para alguien como él que siempre quiere saber más, que busca mariposas entre las flores y las persigue, que las entierra aún cuando ellas no lo conocían, que las estruja entre sus manos, es imposible.

—¿Cuál es el nombre?

—Huang Renjun —responde enclavizado.

—No, digo, de la obra.

Renjun lo mira con los ojos abiertos.

—Huang Renjun.

Regresa a mirar el espejo.

Hay veces en las que Jaemin no puede mirarlo directamente por la vergüenza que se presenta en su cuerpo. No está seguro, no cree ser digno de verlo en carne y hueso así que lo ve en otros lados, en los espejos, en sus pinturas, en los cuchillos, en el óleo, en el aroma tambaleante y la textura del óleo, en la lana y los tejidos, en las hebras, en una aguja. Lo ve cuando llega a casa en esa pintura en la pared encima de su comedor.

Jeno se lo recuerda constantemente, que nunca podrá ser como él, que Jaemin no podrá entregar su vida a otro ser.

En el museo, desnudo, con el frío calando cada hueso, el cabello peinado hacia atrás, con el cuerpo recto y cubierto de decenas de clavos puntiagudos saliendo de su cuerpo, ahí está interpretando Huang Renjun.

La gente lo mira con curiosidad, murmura, alguno le da algún significado profundo como la protección de cada uno que al mismo tiempo lo invalida de la conexión con otros. Debe estar en lo cierto por la manera en la que la comisura del labio de Renjun se eleva. Le causa gran molestia cuando mira a la autora del comentario sonrojarse mientras dibuja su cuerpo desnudo.








—Fue una gran exposición, no se ve mucho de arte escénica por aquí —comenta con su compañero de trabajo.

Donghyuck solo la mira, apoya su mentón en su mano y le sonríe.

—Ya veo.

Finge escucharla y divagar sobre el arte, sobre lo que significa para ella, sobre como nunca podrá ser una artista porque carece de la habilidad, pasión y sacrificio. Donghyuck cree que los artistas son todos unos idiotas, que son unos presumidos, histéricos, emocionales, que sienten que son los elegidos por Dios. Pero todos tienen habilidad, pasión y sacrificio, no necesitas ser un artista para ser un humano.

—Pero siguiendo esa línea de pensamiento, el solo ser humano y existir como uno es parte del arte ¿no cree? —Aún cuando se supone el practicante es él, la forma en la que la chica lo trata le da cierta sensación de igualdad de posición entre ambos.

Eunha es una chica tierna, laboriosa y de ojos grandes y curiosos. A Donghyuck le da miedo porque parece que puede verlo todo, los lentes circulares que lleva solo empeoran su percepción.

—Tal vez —Donghyuck desvía la mirada hacia el hombre que últimamente ha estado acompañándolo en la oscuridad de su habitación y los jadeos contra su almohada. Lo quiere tener para él solo.

—Está casado.

—Hm —finge no prestarle atención, no ha tenido la oportunidad de hablar con el aclamado Lee Jeno, ve el anillo de plata en su mano y Eunha solo mira a Donghyuck. —¿Cómo es su esposa?

la última cena [nomin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora