Mucho antes de que sus padres se separaran, todos ellos iban a la iglesia cada domingo sin falta. Aún esos días de vacaciones en los cuales su padre los llevaba a su casa de playa, había una pequeña capilla a unos veinte minutos a pie, donde la gente se juntaba a rezar. Por las noches un hombre vestido todo de negro daba su sermón y las personas escuchaban en silencio, dentro y fuera de la capilla. Había también un reproductor de música antiguo que tocaba distintas piezas de órgano.
Por supuesto, ellos también asistían. Minjeong fingió más de una vez sentirse enferma para quedarse sola en casa y su padre le cumplía el capricho. Jeno, a esa noble edad, no entendía porque su hermana mayor no quería ir a la capilla, nunca la había visto hacer lo mismo cuando estaban de vuelta en casa de su madre; solo se trataba de esas pocas veces cuando vacacionaban en la playa.
Jeno lo llegó a entender una de esas tantas misas. Se causó todo un alboroto. Su madre le cubrió los oídos entre todo el bullicio, para que no le corrompieran a su pequeño hijo.
Minjeong había intentado, fallando en el proceso, no asistir por unos fuertes cólicos, no era excusa, era cierto que le dolían los ovarios, quizás no tanto como para faltarse a la misa, pero el dolor estaba allí.
La misa transcurrió con normalidad, el reproductor sonaba un poco más fuerte que de costumbre, las teclas del órgano, agudas y feroces, retumbaban en sus oídos, la gente se persignaba, Jeno siempre olvidaba hacia que lado era el Espíritu Santo, venía la eucaristía, sus padres siempre la tomaban, él no, al no estar bautizado, Minjeong no podía pararse así que lo omitió por esa vez.
Jeno tenía una extraña sensación, Minjeong se encorvaba del dolor de vez en cuando, y él no dejaba de mirarla con gran lástima; su madre terminó apiadándose de ella y la acompañó afuera. La misa acababa y Jeno se giró para ver a su padre, a quien no encontró sentado a su costado, donde debía estar.
Al final, el pequeño Jeno terminó por sí solo la misa y con tal valentía salió entre toda la gente en busca de sus padres y su hermana. Fue fácil divisar a su madre que, ofuscada, gritaba el nombre de su hija, quien no se veía por ningún lado.
Jeno recuerda a la gente inmutada, los gritos y jadeos de su hermana, las manos frías de su madre cubriendo sus oídos con poco éxito. Tal vez debió cubrir sus ojos.
Los dedos en la boca de su padre.
La eucaristía.
El éxtasis en su mirada.
El pantalón sucio.
Las caricias.
La cruz colgante y el traje negro.
Lo prohibido
El pecado
El placer.Tal vez por eso Minjeong había sido la más afectada.
Ahí detrás de la capilla, recuerda muy bien a su padre de rodillas, rezándole, a ese encomendado por Dios.
Nunca más vuelven a la playa, Jeno la extraña pero cuando ve a su hermana, reprime ese anhelo por las olas, la brisa y la arena. Sus padres no se separan inmediatamente y eso enfurece a Minjeong, quien ya no parecía ser la misma; discutía cada vez más con su madre, a su padre no le miraba, hasta que amenazó con irse si ellos no aceptaban la infidelidad.
Los dedos entre sus labios.
Las caricias debajo del mentón.
El tirón de cabello.
Sus rodillas rojas.
Los jadeos.
La cruz.
El pecado.
El pecado.
El pecado.
Las teclas del órgano.Minjeong amenazó con irse si ellos seguían fingiendo que se amaban.
Es su padre quien se va de la casa y no soporta más, aún cuando su mujer —¿su mujer?— le suplica que se quede, que pueden ser felices, que los errores se cometen, que Dios es piadosa y perdona.
El pecado.
Es amor.Realmente no planeaba asistir a su fiesta de graduación pero bueno, Jaemin se lo había pedido, porque se iba a sentir solo. Los padres de Jaemin no fueron por el trabajo. A Jeno y a su madre les sorprendió que se vayan a perder de tan importante ceremonia por culpa de ello.
En los baños de ese salón, Jeno se ensucia las rodillas por primera vez y reza.
Reza a Jaemin entre respiraciones irregulares, saliva y gemidos pecaminosos opacados por la música y algarabío.
La madre de Jeno regresa antes, Jeno ruega a Minjeong para que haga lo mismo.
—Iremos con los demás por ahí, dale Min —jala su voz de forma tierna por el alcohol y la euforia en su cuerpo.
—Yo te lo voy a cuidar —anuncia Jaemin sacando pecho y Minjeong lo mira de arriba a abajo, lo mira tomar de la misma copa de la que ha toma su hermano.
—¿Si puedo?
—Haz lo que quieras.
Jeno toma de la copa y traga el vino, la sangre del hijo, se hace uno con él.
No ve a Minjeong al regresar a casa con la corbata desarreglada y sin zapatos. Tampoco la ve el día siguiente temprano en la mañana cuando va en busca de un vaso de agua. No vuelve a ver a su afligida y atormentada hermana nunca más.
Jeno se casa en una casa, y con casar me refiero a la forma más ilegal posible porque, pues no es permitido. No había formalidades ni un Padre, arreglos o sillas bonitas, alguien que dejara los anillos, flores o un velo, no había nada de eso. Solo eran Jeno y Jaemin, vestidos con traje, Jaemin lucía como un ángel todo vestido de blanco —porque en sus palabras el blanco le quedaba mucho mejor— y Jeno se decide por un traje negro de tres piezas y una camisa blanca.
Aún con esa simpleza y si no lo ameritaba, Jeno quería que su hermana se presentase. Tal vez lo odiaba, tal vez sabía lo de Jaemin y él, tal vez Minjeong se obligaba a vomitar cada que pensaba en ellos dos juntos o cuando le llegó la única invitación formal que hicieron.
No lo supo hasta unos días después cuando llegó la invitación que había enviado, envuelta como si nunca hubiera sido abierta, que decía las siguientes palabras con un lapicero brillante color plateado:
No voy a felicitarte, mentir es pecado. No puedo fingir que te deseo todo lo mejor cuando me repito como un mantra todas las noches que no bebas de él.
Ya no temo de tu amor por los hombres, no puedo crucificarte por lo mismo que yo he pecado. Pero temo a quien llamarás tu marido, temo en lo que te ha convertido.
No sigas bebiendo de su mano, Jeno, y perdóname por abandonarte.
Tu hermana,
Minjeong.

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la última cena [nomin]
FanfictionEmpezó desapareciendo por noches al principio, luego estas pasaron a ser días completos hasta que Jaemin desaparecía por semanas sin explicación alguna. A Jeno no le importaba, habían estado casados cinco años y Jaemin nunca le explicó nada. Pero es...