Él siempre había llorado por todo desde que sus padres tenían memoria, pero no les importaba, porque ese pequeño de ojos azules, piel clara y cabello azul oscuro, era su adoración. Lo adoraban de cualquier manera, siendo llorón o no.
Lloraba por los juguetes que su padre le compraba y por el más mínimo cambio o sonido que viera o escuchará. Incluso, su madre llegó a creer que veía fantasmas, pero todo resultó ser un malentendido. Aquel pequeño niño, solo estaba desarrollando tempranamente sus habilidades, las cuales le servirían en la única pasión que lo cautivo desde su infancia; además de ser lo único con lo que nunca lloró.
Noel Noa fue su inspiración desde que lo vio jugar fútbol por primera vez, y desde que lo conoció aspiró a ser como él y a imitar todo lo que este hacía.
Todos sus sueños siempre se relacionaban al fútbol y, desde que sus padres lo vieron tan feliz en algo por primera vez, le consiguieron un balón de fútbol. Nunca más volvió a soltar el balón, el primer juguete que verdaderamente le gustó.
Sin embargo, pese a querer tanto la pelota y al fútbol como tal, tanto que llegó a pedir una Copa Mundial por navidad, estos tenían un camino trazado con el pequeño, uno que, a la edad que tiene, olvidó por completo al estar tan centrado en sus metas.
Ese recuerdo olvidado, fue tanto un accidente futbolístico como una de las pocas veces en las que decidió hacer un poco de vida social a la corta edad que tenía.
—Yo-chan —dijo una mujer con una sonrisa dulce, llamándolo. Era Iyo Isagi, la madre del pequeño Yoichi—. No te vayas muy lejos, ¿sí? —pidió.
El pequeño, un poco reservado le asintió.
—Sí, mamá —dijo, y, sin esperar más, fue corriendo con una sonrisa en su rostro a jugar con su balón de fútbol.
Iyo sonrió y se volvió al maestro de primaria de su hijo, con el que se habían encontrado paseando casualmente por el parque.
El día estaba despejado y la luz anaranjada del sol teñía las copas de los árboles y creaba grandes sombras a los pies de los troncos. El parque estaba vació y el viento fresco llenaba de energía el lugar, por lo que decidió aprovechar para jugar con total libertad y así no meterse en problemas por dañar a alguien con el balón. Porque sabía que, luego de que su madre terminará de hablar con su maestro, regresarían a casa para cenar con su padre, Issei Isagi, ni bien este volviera del trabajo.
En el fondo, Isagi deseó que viniera algo tarde para que no acaparará la televisión, pues había un partido que quería ver cerca de las ocho de la noche.
Y ahí se quedó, practicando cada movimiento que Noel Noa había hecho, pero por más que fuera difícil imitar a ese profesional, no dejaba de pensar en que era divertido.
Isagi siguió intentando, pero, al ir practicando, ni bien se preparó para intentar meter un gol entre dos árboles, se dio cuenta de que no sería lo mismo sin un portero, que no estaría jugando fútbol de verdad si no tiene a nadie que bloquee sus tiros. Lo malo era que ya no había nadie en el parque a esas horas.
Isagi escrutó el sitio, pero con solo mirar a sus alrededores se resignó. Estaba solo, y eso lo desanimó un poco. Sin embargo, en plena calma, donde solo el viento le susurraba al oído, escuchó unas pisadas acercarse por el pavimento.
Él volteó a ver la carretera y ahí sonrió al ver a un niño de, al parecer, su misma edad. El viento le removía su cabello platinado y sus ojos grises azulados miraban el suelo tranquilamente, como si estuviera perdido en sus pensamientos.
Isagi, al verlo solo, se extrañó y se le borró la sonrisa por unos segundos. No era bueno para un niño andar solo por las calles, según su madre. Pero eso no lo desanimó. Quería invitarlo a jugar para practicar. Sin embargo, ese fue el problema, y fue algo de lo que se percató a último minuto. Tenía que hablarle si quería pedirle jugar fútbol... Y la sola idea lo puso algo nervioso y tímido, pero no quería irse sin, al menos, anotar un gol.
Por eso, ni bien el niño se acostó bajo la sombra de uno de los árboles del parque, tomó un gran suspiro para llenarse de valor y se acercó lentamente hasta él.
El otro niño no pareció percatarse de su presencia, pues se veía muy perdido en sus pensamientos, además de verse realmente cansado, con la cabeza cabeceando casi seguido. Y, mientras Isagi pensaba tanto en cómo pedirle que jugarán juntos al fútbol, perdió la noción del tiempo. Al parpadear, ya se encontraba frente al niño, y este lo miraba fijamente, confundido, pero su rostro no reflejaba más que tranquilidad y cierta indiferencia.
Isagi, por un momento, se sintió pequeño frente a él pese a que él se encontraba parado mirándolo desde arriba. Los nervios pudieron con él y, para no ser tan obvio, apegó su pelota contra su pecho, buscando seguridad.
—Eeh... ¿Hola? —dijo el niño.
Los hombros de Isagi se erizaron con solo ver que le habló.
—Ho-hola —tartamudeó. Luego, se quedó completamente callado.
El niño apartó la mirada y se acomodó en el tronco del árbol. De pronto, entre los dos se generó un silencio incómodo, y él, sintiéndose fastidiado por tener la presencia de Isagi a su lado, mostrándose nervioso e indeciso, prosiguió:
—¿Se te ofrece algo? —preguntó.
Y, como si esas palabras fueran su cable a tierra, Isagi despertó de sus pensamientos y volvió a alzar la mirada para ver al susodicho.
—Eeh... S-sí... Solo... me preguntaba si... podrías jugar... —Algo tenso, le acercó un poco su balón para mostrárselo—. fútbol conmigo.
—¿Jugar?
Isagi asintió al instante, un poco rígido.
El niño se quedó en silencio por un momento, pensando. Pero no fue por mucho tiempo, su respuesta era muy obvia para él.
—No.
No hacía falta decir que Isagi se sonrojó y quedo helado al mismo tiempo por su respuesta. Tanto esfuerzo para nada.
ESTÁS LEYENDO
Detrás del egoísmo || Blue Lock || Nagi x Isagi
FanficAntes no lo recordaba, pero ahora sí. Mientras los partidos pasaban volando ante sus ojos... Nagi entendió muchas cosas, y a la vez se confundía con otras. Todo le resultaba aburrido, incluso el fútbol, que ahora tiene que jugar si quiere seguir en...