Elrond se encontraba inmerso en la lectura de un libro de poemas de diversa índole que versaba desde elegías por héroes caídos a romances idílicos entre mortales, una de sus reliquias favoritas de la Segunda Edad, cuando un sonido estremecedor perturbó la paz del valle de Imladris. Un relincho agónico procedente de las cuadras. El animal se encontraba inquieto y por ello gritaba al cielo en el único idioma que conocía. Tras revolucionar al resto de los animales que descansaban en aquel lugar, decidió apartarse de ellos y desapareció a galope dejando una estela blanca a su paso, antes de que los elfos encargados del cuidado de los caballos pudieran intervenir. Elrond cerró el libro mientras un escalofrío le recorría la espalda. Él también había tenido un mal presentimiento, como si un demonio dormido hubiera despertado de su letargo. Ciertamente, el elfo no andaba muy desencaminado.
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Bilbo se despertó con un dolor punzante en el hombro. Despertó sobresaltándose, sin recordar que se hallaba en un terreno inestable y pequeño, agarrado a la polea que pendía de aquel abismo, por lo habría caído en él si sus pies no se hubieran enredado en la sirga de metal. Con la sensación de estar al borde de la muerte, Bilbo espabiló por completo y con sorprendente agilidad se las apañó para recuperar una posición segura. De golpe recordó cómo había llegado allí. Su entrada en la sala del tesoro, su desafortunada conversación con el dragón y su huida desesperada. ¿Seguiría Smaug buscándole o habría ido a descargar su furia con los enanos?
Se puso en pie y agarró la cuerda con ambas manos. No confiaba en que su mensaje hubiera llegado a su destino, así que tenía que asegurarse de que sus compañeros estuvieran bien y alejarse todo lo que pudiera de aquella bestia. Comenzó a trepar por la cuerda pues le pareció vislumbrar una entrada unos metros más arriba. Tal y como había predicho, allí se encontraba una pequeña abertura por la que podía pasar. Parecía más bien un túnel de carga donde probablemente los enanos depositaban los minerales y joyas que extraían de las minas en cada jornada. Se arrastró por él hasta que llegó al final del camino. Parecía un almacén aunque ahora sólo quedarán restos amontonados y polvorientos de herramientas y carros de madera. Salió de la habitación hasta llegar a una gran sala circular. En el centro de ella unas escaleras comunicaban la estancia con un nivel inferior. Bilbo caminó de puntillas por la sala, inspeccionando cada rincón con nerviosismo para asegurarse de que el dragón no emergía de ellos, aunque dado su colosal tamaño era altamente improbable que se acercara a él sin que sus pasos le delataran primero. Aun con este razonamiento, Bilbo no quería correr riesgos, así que volvió a introducirse el anillo para ocultar su presencia.
Cuando estaba a punto de abandonar la sala, escuchó un murmullo proveniente del interior de las escaleras. Parecían quejidos. Se acercó un poco más para intentar identificar el sonido. Entre gruñidos identificó algunas voces.
- ¡Bombur! ¡Quita tu enorme culo de mi pierna! ¡No puedo moverme!
- ¿Quién está clavando su codo en mi espalda?
Bilbo suspiró aliviado al escuchar la voz de los enanos, se quitó el anillo y bajó a toda prisa por las escaleras para encontrarse con ellos.
El hobbit atravesó el corredor dejando a los lados las jaulas vacías y corrió hacia el extremo final donde parecía que se encontraban sus compañeros. Vislumbró la insólita escena.
Los enanos se encontraban atrapados en una prisión enorme con intrincados barrotes recubiertos con cadenas y espinas. Parte del techo de la mazmorra se había desprendido y enormes fragmentos de piedra habían caído sobre ellos. Algunos se encontraban ilesos, otros habían sufrido contusiones y alguna fractura a causa de ellos y otros todavía se encontraban atrapados con fragmentos de roca que inmovilizaban sus movimientos. Fíli y Dwalin intentaban mover las rocas para liberar a sus compañeros, y Kíli, a falta de arco, había improvisado un lazo con los cinturones de varios y lo arrojaba entre los barrotes, sin mucho éxito, para intentar alcanzar la palanca que controlaba la puerta de la celda.
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Una identidad inesperada - Hobbit
FanfictionGandalf teme que la ayuda de Bilbo no sea suficiente para la misión que Thorin pretende llevar a cabo, así que decide ir a buscar a alguien más. El mago sospecha que el rey enano no aceptará la ayuda de una mujer aventurera, a pesar de su destreza...