1- Isabel

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Isabel se encontraba cansada, podía sentir sus pies latiendo de dolor y su estómago retorcerse en un nudo. Su garganta, seca como un desierto. No podía recordar la última vez que bebió o comió algo. No había tiempo para descansar, apenas había dormido unas horas la noche anterior y había sido lo suficientemente arriesgado. La culpa la carcomía por dentro al pensar en su bebé. Estaba embarazada de un mes, o eso creía, no estaba muy segura. El bebé no había sido planeado, pero no tenía la valentía necesaria para deshacerse de él.

Estaba vagando por el bosque desde hace tres semanas, hasta a ella le sorprendía cuanto tiempo sobrevivió sola en el bosque. En cuanto puso un pie fuera del territorio de la manada supo que no tenia muchas esperanzas, pero cualquier cosa era mejor que ese calvario. Su historia estaba llena de dolor.

No sabia mucho de su familia, de donde venia o quien era. Todo lo que sabia eran rumores que corrían por los pasillos de la casa del alfa. Parece ser que los betas del anterior alfa la habían adoptado cuando era una bebé. La habían encontrado en el bosque, pensaron que era un cachorro perdido. Se apiadaron al ver que era solo un pequeño humano, y decidieron que podrían darle un lugar en la manada. Lamentablemente los perdió unos años después, culpa de un ataque rouge. Fue una niña muy feliz mientras pudo.

El alfa se vio obligado a cuidar de la humana, así lo dictaban las leyes, sus betas tendrían que hacer lo mismo si el afectado hubiera sido él. No estaba mal, tenía un cómodo cuarto en la gran mansión que este poseía. La tortura comenzó cuando su hijo mayor notó su presencia. Un adolescente de dieciocho años, soberbio, con sed de poder. No aceptaba que una humana viviera en su hogar, era un ser inferior, no tenia derecho a compartir el mismo espacio y privilegios. Por desgracia se acercaba la primavera, eso significaba que el alfa descendía para dejar a su hijo mayor a cargo de la manada.

En cuanto el vil adolescente tubo el control, convirtió a la pequeña niña en su sirvienta personal. Todas su comodidades fueron disueltas. Ya no poseía un cuarto propio, ni siquiera una cama, se habían terminado los abundantes desayunos y las salidas al centro de la manada. Su labor se basó completamente en la limpieza del hogar, recibiría horribles palizas si el alfa no quedaba conforme con el brillo del piso o el orden de su habitación. Todos los días se consolaba pensando que por lo menos aun podía continuar con sus estudios.

Pasaron años hasta que la niña se convertido en una mujercita, y claro que su desarrollo no paso desapercibido por los ojos de aquel tirano. Los castigos aumentaron, era la excusa perfecta para ver a la adolescente desnuda. El era un enfermo del poder, amaba ver esos ojos de bambi aterrados por su presencia y los gritos de horror eran música para sus oídos. Tan solo pudo tocarla una vez, pero fue suficiente para engendrar a su hijo. Se fue en cuanto la curandera le aviso que estaba en cinta. No podía permitir que su bebé sufriera como ella. Quien sabe que le haría ese sádico. 

Amor de alfa [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora