"Y asi... otro día mas en el que no lo he vuelto a ver"

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(Salon del trono de Nazarick, decimo piso)

Los días pasan, las personas cambian, nada se mantiene igual. Le duela a quien le duela, hay una verdad muy triste, que por mas que nadie quiera aceptar, sigue siendo una verdad.

"Todo lo que tiene un principio, tiene un final"

Todo lo que alguna vez comenzó siendo algo pequeño, crecerá, crecerá, y crecerá, hasta que ese algo alcance la cúspide de su grandeza, y luego, lentamente, comience a degradarse.

Desafortunadamente para la gran tumba de Nazarick, sus mejores años ya habían quedado atrás.

Los poderosos y legendarios 41 miembros que formaban parte de este lugar, de este gran símbolo de poder y gloria, el cual fue testigo de mejores días en el pasado, se fueron.

Los salones, los pasillos, las habitaciones... Todo estaba vacío.

Apenas quedaba rastro de la ingerente ocupación de todos y cada uno de los rincones del lugar que estos seres habitaron. El silencio... era doloroso, pero desgraciadamente, no habia forma de hacerlo desaparecer.

Lo único que quedaba, tras toda esa inmensidad de espacio y polvo, eran sus creaciones.

Si es verdad que Nazarick se encontraba vacío de la presencia de las entidades que habitaron tiempo atrás los numerosos lugares que estos mismos habían creado para el ocio, todavía se hallaban ocupadas por un gran numero de presencias que, aunque se hallasen incapaces de realizar otra acción que no fuera la ordenada por parte de alguno de sus creadores, todavía se encontraban allí, fieles y totalmente pacientes, esperando el regreso de las personas a las que una vez sirvieron.

Para ellos, esto no era mas que un juego. Las personas que ellos crearon en base a sus deseos internos y a las que le dieron un aspecto tan único, a sus ojos, eran simples NPC. Personajes creados usando programación que tenían como único propósito cumplir ciertas funciones.

No necesitaban respirar, no necesitaban comer, ni tampoco podían "sentir".

Por que se iban a preocupar por ellos?

Fueron perfectamente capaces de dejar atrás todo lo que habían creado y marcharse, como si no fuera importante.

Una de ellos fue Albedo.

Una hermosa súcubo de piel pálida y cabello largo y oscuro.

Si, en efecto. A uno de los poderosos seres que vivía en Nazarick se le ocurrió la gran idea de crear a un demonio de atractivo incomparable y fuertes deseos sexuales, para luego desaparecer y abandonarla.

Y ahora, hasta la fecha, Albedo continuaba esperando el regreso de su padre.

No podía entender, en primer lugar, la razón por la que se habia ido.

Ni tampoco el porque no la llevo con el.

Solo desapareció, sin mediar la mas mínima palabra, y la abandono en ese lugar, vigilando el salón del trono de Nazarick en caso de que llegasen intrusos. Sola, sin nada que pudiera hacer, esperando la llegada de algo a lo que matar lo cual, era casi imposible que sucediera, puesto que probablemente morirían antes de llegar hasta ella.

_"(Hmm...?)" - El sonido de un gran pórtico abrirse a lo lejos atrajo su atención, lo que la descoloco internamente.

Albedo miro fijamente en dirección al origen del sonido.

Una figura oscura, cubierta en mantos enormes. Sus pasos resonaban a medida que se acercaba al trono, y la oscuridad no le permitía ver con claridad quien era.

_"(Acaso nuestras defensas fueron atravesadas?)" - Se pregunto Albedo mentalmente. No podía imaginar un momento peor para una invasión a la tumba que cuando los supremos se hallaban ausentes.

Overlord: "El Supremo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora