5. Llegó la hora

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Querido Hunter:

¿Cómo estás, bolita de arroz? ¡Ya es Navidad! De seguro debe estar cayendo mucha nieve allí, ¿te gusta eso? Recuerdo que te gustaba mucho jugar en ella, ¡Tomy y Al te perseguían y tú tratabas de correr de ellos pero no podías! Tuve que detenerlos muchas veces porque te estabas ahogando por la risa, bebé.

¿Qué pediste de regalo? Espero que papá te haya entregado lo que sea que hayas pedido, sino, siempre puedes hacerle un berrinche aunque ya estás algo grande para eso. No importa, Pajarito, hazla rabiar, papá enojada es muy divertido.

He estado pensando en viajar, Hunter, ¿no te gustaría que fuera una semana para allá y así poder vernos? ¡Me encantaría verte otra vez! Estoy segura de que papá te dejaría salir conmigo, y puede que incluso... puede que Emira...

¿Por qué no lo piensas? Ya tienes trece años, Hunter, ¿te gustaría conocerme? Si quieres hacerlo, por favor, bebé, envíame una carta y compraré un boleto hacia allá inmediatamente para que nos veamos. Pero si no quieres, está bien, no es necesario que respondas, tu silencio será respuesta suficiente, mi vida.

Piénsalo, por favor.

Bueno, ojalá te hayan dado muchos regalos, bebé hermoso, ten unas lindas celebraciones.

Con amor, mamá.




Hunter terminó de leer la carta número quinientos setenta y dos, frotando sus ojos por el cansancio, y la dobló cuidadosamente dejándola junto al resto de cartas leídas, quitando los rastros de lágrimas de sus mejillas.

Cada semana Amity le había enviado una carta sin falta, contándole cosas de su vida diaria, platicándole sobre sus amigos, sus sueños, sus pensamientos, sin importarle si sólo obtenía silencio, y algo pareció romperse en su interior porque pensar en eso, en su mamá hablándole catorce años a la nada, era algo demasiado doloroso y triste, algo que nadie debía pasar.

Tom, a su lado, se removió frotando sus ojos.

-¿Hunter? -preguntó con tono somnoliento.- ¿No has dormido nada?

Sacudió su cabeza en una negativa.

Luego de que papá se hubiera marchado y él dejara de llorar, agarró la caja con las cartas, rebuscando en el fondo para comenzar a leer las primeras que llegaron: eran las cartas más deprimentes, duras y horribles de leer porque podía notar, sólo con la narración, que mamá no estaba bien.

Qué parecía consumida por un enorme dolor que acabaría tarde o temprano con ella.

-Deberías dormir-dijo Alfre mientras su desordenado cabello caía sobre sus ojos-. Además, estás faltando al colegio y...

Mordió su labio inferior.

-No voy a seguir yendo -dijo con el ceño levemente fruncido-, no me importa el colegio. Debo... debo ir a buscar a Amity y...

-Hey, hey, tranquilo- se apresuró a decir Alfre-, relájate, ¿está bien? No te sirve de nada enloquecer ahora, Hunter, no te hará bien. Necesitas descansar.

Miró a Tom, que había vuelto a cerrar sus ojos para dormir unos minutos más, y luego contempló a Alfre, sus ojos preocupados puestos sobre él.

Hunter se sentía extraño allí, con los dos chicos sobre él en todo momento, tan preocupados por su estado anímico, porque nunca antes otras personas que no fueran sus padres se habían preocupado por él. Como no tenía amigos, sus habilidades para las relaciones extra-personales eran escasas, por no decir nulas, pero de alguna forma se sentía cómodo en ese ambiente.

Destino [Lumity Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora