Dos semanas habían pasado desde que Aegon había cumplido los dieciséis años hasta que recibieron un cuervo de la capital informado que todo estaba listo para su coronación. Mientras navegaban hacia Desembarco ni el viento en la cara ni la espuma del mar podían relajar al joven príncipe. Cuando finalmente se divisó la Fortaleza Roja un sudor frío recorrió su espalda. No recordaba la Fortaleza Roja tan grande. Rhaenys al ver el nerviosismo de su hermano le cogió la mano con fuerza.
- Recuerda, no estás solo. Cualquiera cosa que nos encontremos la enfrentaremos juntos- dijo Rhaenys.
- Siempre- dijo Aegon.
- Siempre- repitió Rhaenys.
Las palabras de Rhaenys calmaron unos instantes el corazón de Aegon. Desde siempre habían estado juntos y siempre sería así. Mientras estuviese a su lado sabía que tendría la fuerza necesaria para enfrentarse a cualquier cosa. Cuando finalmente llegaron a la ciudad y desembarcaron fueron recibidos por parte de la nobleza de las tierras de la corona y por el príncipe Viserys y su esposa Lady Margaery Tyrell. Viserys se acercó sonriente y abrazó a sus sobrinos
- Princesa Rhaenys, príncipe Aegon, Desembarco del Rey da la bienvenida a su nuevo rey, no os imagináis cuanto ansiábamos este momento- dijo Viserys.
- Gracias por vuestras palabras tío Viserys, espero estar a la altura - dijo Aegon.
- No me cabe la menor duda, acompañadme - dijo Viserys.
Aegon y Rhaenys saludaron a los nobles que estaban en el puerto mientras seguían a Viserys. Una vez pasaron a los nobles Viserys los llevo frente a dos mozos que sujetaban las riendas de dos hermosos caballos bien enjaezados. Portaban gualdrapas de la Casa Targaryen y la Casa Martell.
- En vez de un carruaje he pensado que os gustaría montar, esto os permitirá observar mejor al pueblo que gobernaréis y a ellos les permitirá ver su nuevo rey- dijo Viserys.
- Gran idea tío Viserys- dijo Aegon.
Mientras marchaban por las calles de Desembarco del Rey Aegon pudo observar como los capas Doradas y los soldados de la casa Targaryen habían creado un pasillo por el que podían pasar ya que todo Desembarco del Rey se había aglutinado en las calles para ver a los príncipes. Los aplausos y los gritos de júbilo era lo único que podía escuchar Aegon. Pétalos de flores caían por todos los balcones de las casas por donde pasaba el séquito real. El pueblo de Desembarco del Rey recibía con los brazos abiertos a su nuevo monarca. Finalmente tras cruzar la ciudad llegaron hasta la Fortaleza Roja. Fueron recibidos por el resto de la nobleza de las tierras de la Corona, por el Consejo Privado y por la Mano del Rey, Bonifer Hasty.
Todos agacharon la cabeza en señal de reverencia ante los príncipes a su llegada. La Mano del Rey fue el único que dio un paso adelante mientras estos se acercaban.
- Ser Bonifer cuanto tiempo- dijo Rhaenys.
- Demasiado- dijo Bonifer sonriendo.
- Se Bonifer- saludó Aegon.
- Mi príncipe, la reina Rhaella y la princesa Daenerys os esperan en la Sala del Trono de Hierro- dijo Bonifer.
- Pues será mejor que hagamos esperar a la reina- dijo Aegon.
Mientras marchaban por los pasillos de la Fortaleza Roja sirvientes y guardias inclinaban sus cabezas en señal de respeto. Una vez llegaron a las puerta de la sala del trono Viserys y Margaery se despidieron de ellos. Los Guardias Reales abrieron las grandes puertas y los hermanos entraron. En medio de la estancia Rhaella y Daenerys se encontraban tranquilamente hasta que los vieron.
- Abuela, tía Daenerys- dijeron ambos Aegon y Rhaenys.
- Rhys, mi pequeño Egg- dijo Rhaella mientras los besaba a ambos en las mejillas.
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El Legado del Dragón
FanfictionLos libros de historia recuerdan la Rebelión de Robert como la última gran guerra. Una guerra donde no hubo vencedores, solo vencidos. Tras la muerte de Rhaegar, los sueños y la esperanzas de la Casa Targaryen recayeron en su hijo, Aegon. Dieciséis...