Daenerys y Margaerys estaban ayudando a terminar de arreglar a Rhaenys cuando llamaron a la puerta avisando de que la hora. Mientras marchaban en sus palanquines a través de la ciudad podían escuchar los gritos de júbilo del pueblo. Desembarco del Rey había acudido a celebrar la unión real. En el momento que Rhaenys bajo del palanquín una lluvia de aplausos inundaron sus oídos mientras subía las escaleras del Gran Septo de Baelor.
Al llegar a la cima se encontró cara a cara con su tío Oberyn.
- Ya que tu madre no esta presente, permíteme este honor. Déjame ser tu padre este día- dijo Oberyn mientras ofrecía su brazo.
El sol brillaba a través de los grandes ventanales del Gran Septo de Baelon iluminando la estancia con cientos de colores. En el interior del Gran Septo el único sonido que se podía escuchar eran la respiración nerviosa de Aegon. En ese momento las grandes puertas se abrieron dejando entrar una gran cantidad de luz y los aplausos del exterior. Pero Aegon ya no podía ver y escuchar nada más a parte de Rhaenys. Juraría que por un segundo el corazón se le detuvo al verla entrar vestida de blanco, portando las joyas de las reinas Targaryen y del brazo de su tío. Fue difícil no llorar por la emoción. Una vez estuvieron a la par Oberyn le entregó la mano de Rhaenys a Aegon y este la aceptó con gusto. Cuando Oberyn bajó y se unió al resto de invitados el Gran Septón empezó a hablar:
- Colocad la capa a la novia y acogedla bajo vuestra protección
- Ahora junto estas dos almas uniéndolas como una sola para toda la eternidad. Miraros el uno al otro y decid las palabras.
- Padre, herrero, guerrero, madre, doncella, desconocido yo soy suyo y ella es mía, desde este día hasta el fin de mis días.
- Padre, herrero, guerrero, madre, doncella, desconocido yo soy suya y él es mío, desde este día hasta el fin de mis días.
- Por la presente, proclamo solemnemente que Rhaenys, de las Casas Targaryen y Martell, y Aegon, de las Casas Targaryen y Martell, son un solo corazón, una sola carne y una sola alma. Maldito sea todo aquel que ose interponerse entre ellos.
Al terminar las palabras del Septon los recién casados se besaron. Cuando separaron sus labios se giraron hacia los nobles y fue entonces cuando todos los presentes empezaron a aplaudir.
Nada más salir del Gran Septo de Baelor fueron recibidos por un gran aplauso de los habitantes de la ciudad. Desembarco del Rey celebraba la boda, celebraba a los nuevos reyes de los Siete Reinos.
A su regreso se celebró un gran banquete, comida, bebida y música llenaron la sala del trono de hierro. Grandes y alargadas mesas ocupaban el salón del trono, la mesa principal, que la ocupaban la familia real y sus familiares dornienses se encontraban en una zona más elevada donde podían ver a todos los presentes disfrutando. En ese momento Aegon se levantó y se dirigió a sus invitados:
- Nobles de Poniente, ruego que me escuchéis. Como podéis comprobar en mi rostro, no podría ser más feliz. La razón es simple, me he casado con la mujer que amo, la mujer de mis sueños. Una mujer tan bella como inteligente. Por ello mi esposa, vuestra reina, ha decidido que no seamos solo nosotros quienes disfrutemos de esta celebración- dijo Aegon.
- Con ayuda de Lady Margaery y del Dominio se está repartiendo comida y bebida en abundancia por toda la ciudad. Todo Desembarco del Rey disfrutará de esta boda, no solo los nobles. Que este día se recuerde como el inicio de un reinado de paz, de prosperidad y de felicidad- dijo Rhaenys.
- Además, hago saber a los presentes, que tras el día de hoy habrá siete días de celebraciones. Cada día en honor a cada uno de los Siete- dijo Aegon.
Los aplausos inundaron la sala hasta que el rey ordenó que volviese ha sonar la música. Tras terminar sus platos de comida Aegon se levantó y extendió su mano hacia su esposa. Rhaenys la aceptó y ambos marcharon hasta el centro del salón. En ese momento iniciaron el baile y poco a poco el resto de nobles se unieron a ellos. La celebración duró hasta que el sol desapareció en el horizonte. En ese momento gran parte de los nobles empezaron a gritar que era la hora del encamamiento, sin embargo los nuevos reyes no estaban dispuestos a que ninguno de los dos tuviese que padecer el ser llevado a su estancia mientras les manoseaban y les quitaban sus ropas.
Ellos simplemente se despidieron y fueron seguidos por varios miembros de su familia, del Consejo Privado, algunos nobles más notorios y cercanos, de sirvientes y damas de compañía mientras la celebración continuaba. Aegon y Rhaenys entraron en la estancia del rey, que ahora iba a ser la de ambos. Una vez cruzaron la puerta la escucharon cerrarse a sus espaldas.
- Me ha gustado lo que as dicho en el banquete. La mujer que amo, la mujer de mis sueños...- dijo Rhaenys mientras se soltaba el pelo
- Ha sido muy fácil. Solo he dicho la verdad- dijo Aegon mientras se acercaba a ella.
- Sin duda eres hábil con las palabras- dijo Rhaenys sonriendo mientras empezaba a soltar los botones del jubón de Aegon.
- Es una de mis virtudes. Tu las conoces mejor que nadie- dijo Aegon sonriendo mientras desvestía a Rhaenys.
- Lo más seguro es que estén tras la puerta escuchando- dijo Rhaenys mientras besaba a Aegon.
- Puedo echarlos si quieres. Soy el rey. O puedes hacerlo tú, ahora eres la reina- dijo Aegon.
- No será necesario. Quieren escuchar? Que se harten de escuchar- dijo Rhaenys antes de empujar a Aegon sobre la cama y subirse encima de él.
Aunque los guardias custodiaban las puertas de la estancia real todos aquellos que les habían acompañado estaban esperando expectantes. Durante horas estuvieron allí de pie, inmóviles, escuchando todo lo que ocurría allí dentro. Una vez finalizaron Rhaenys se durmió sobre el pecho de Aegon y él se quedó observando a su mujer durmiendo, feliz. Por primera vez en su vida no pensaba en nada más que su felicidad y la de Rhaenys. Nada más importaba, solo ellos dos. No importaba sus responsabilidades como rey, ni siquiera los Siete Reinos..... Lo único que importaba era ese momento que estaban juntos. Un momento de felicidad que esperaba que durase eternamente.
Sin embargo esa felicidad no duraría tanto tiempo. Es más, duraría menos tiempo del que pensaba.
P.D: que ganas de poder terminar este capítulo, a partir de aquí empieza la intriga, a partir de aquí empieza Juego de Tronos.
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El Legado del Dragón
FanfictionLos libros de historia recuerdan la Rebelión de Robert como la última gran guerra. Una guerra donde no hubo vencedores, solo vencidos. Tras la muerte de Rhaegar, los sueños y la esperanzas de la Casa Targaryen recayeron en su hijo, Aegon. Dieciséis...