El comienzo.

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Despierto como todas las mañanas con el corazón acelerado, ya sea porque soñé con mi madre, o simplemente porque mi corazón no sirve, veo el reloj son las 6:30, perderé el autobús.

Camino sin ánimos hacia el baño sigo la rutina diaria, y mientras me miro al espejo me pregunto ¿Por qué sigo viva? Recuerdo que mi madre siempre me despertaba por las mañanas con un "Ya es muy tarde para dormir con una sonrisa con sombras en la cara, siempre me pregunte por qué siempre se veía tan triste, sin siquiera darme cuenta mi cara está llena de lágrimas.

Bajo a la cocina un poco apresurada, mi desayuno ya está empacado en la mesa, como siempre, y mi padre está sentando en el sillón leyendo el periódico y sosteniendo una taza de café, sigo sin entender cómo puede soportar todo esto, lo noto tan triste pero a la vez tan seguro, tan abatido pero a la vez con fuerza, que a veces no sé cómo interpretar sus emociones. Tomo la bolsa del desayuno y me dirijo hacia la puerta, mi padre sorprendido me mira y dice:

- ¡Buenos días hija! Que tengas un buen día, serán cosas mías pero veo que no pensabas despedirte.

- Buenos días papá, solo no quería interrumpirte.

Abrí la puerta justo a tiempo para ver cómo se marchaba el autobús sin mí, así que regrese a casa y le pedí a mi padre que me llevara.

Mientras esperaba a mi padre en el coche lo vi pasar, un chico alto, de ojos color miel, cabello castaño y ligera musculatura; se percató de mi presencia, me guiño un ojo y siguió caminando, lo seguí con la mirada hasta que desapareció; mi padre llego y no me percate de su presencia. En todo el camino no pude sacarme de la mente la imagen de aquel chico. Y la pregunta es: ¿quién será?

Sentimientos ajenosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora