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El primer ciclo había acabado y ya no tendría que ver a Henry en clase de Ética, ni en ninguna otra clase. Si bien se sentía aliviado por no tener que soportar sus idioteces, iba a extrañar su acento inglés, su labia, cómo tocaba la guitarra en su balcón, las noches en las que dormían juntos, los cafés por las mañanas, el alcohol por las noches, drogarse y olvidarse de todos sus problemas. Lo iba a extrañar demasiado, pero no era capaz de admitirlo.

—Vas a extrañarme cuando ninguno de tus futuros compañeros entre drogado a clase e insultando a la docente. Guarda esto en tu memoria —le había dicho Henry.

—No voy a extrañarte.

—Eso lo dices porque te ha herido en tu orgullo que saque una mejor calificación que tú sin esfuerzo. Enzo, no todo es estudiar. No vives de libros, vives de experiencias. Y yo te puedo ofrecer la experiencia que quieras.

—No quiero volverme un estúpido adicto como tú.

—Entonces no llores.

Henry besa su mejilla con delicadeza.

—No estoy llorando.

—Ahora tal vez no, pero algún día lo harás. Y vas a arrepentirte de no dejar tu orgullo de lado —Henry se acerca a su oído y susurra—. Eres la única persona que en verdad aprecio. Eres capaz de todo, solo abre los ojos y acepta la realidad.

—¿De qué te fumaste?

Henry suelta una gran carcajada.

—Hablo en serio.

—Yo también habló en serio —dice con una sonrisa genuina—. Fue un gusto conocerte, Enzo. No sé cuándo ni dónde nos volvamos a ver, pero yo al menos, voy a extrañarte.

Enzo se queda con el ceño fruncido mientras ve a Henry alejarse. Algo que había aprendido en todo ese tiempo es que nunca debía prestarle mucha atención a sus palabras.

...

Llegada las fiestas tenía pensado regresarse a México. Volver con su familia, aunque aquello no le emocionará bastante. Tener que encarar con todos sus parientes siendo abogados destacados mientras que él era la vergüenza de la familia.

—¿Y vas a seguir en filosofía o ya te diste cuenta de lo magnífico que es ser abogado? —le preguntó uno de sus tíos durante la cena navideña.

—Seguiré con filosofía.

—¿Qué sentido tienen los filósofos hoy en día? Estudia algo de verdad, niño. Estás perdiendo el tiempo en una carrera sin salida. Ve por lo seguro y abre los ojos. ¿Quieres ser un drogadicto y terminar en la calle?

Suspira sin decir nada. No tiene caso discutir con sus tíos. Siempre le dicen que es un desperdicio de potencial estudiar filosofía cuando podría ser un gran abogado como toda su familia.

Estaba cansado de que todos le dijeran lo mismo, incluso Henry.

Henry... No había sabido de él desde hace un buen tiempo.

...

Había pasado dos años desde que había conocido a Henry. Aquel chico que lo había hecho odiarlo y amarlo tanto. Habían pasado meses desde que no sabía de él. No había ni un mensaje, ni una llamada, no lo había visto tocando en la calle, nada. Era como si de un día a otro hubiera desaparecido.

A veces frecuentaba los bares con la esperanza de verlo algún día, pero nada.

Nada hasta ese día.

Tenía el cigarrillo entre sus labios y la mirada perdida en el techo del bar. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando lo reconoció. Se quedó sentado viendo como Enzo se acercaba con ese rostro serio que mantenía la mayoría del tiempo.

—Hey —dijo Henry quitándose el cigarrillo de los labios—. Nunca escribiste.

—Tú tampoco.

—No lo hice porque estaba esperando que estuvieras de buenas para hablar.

—Eres un mentiroso —Enzo sonríe y toma asiento a su lado.

—¿Qué ha sido de tu vida?

—Nada. Todo sigue igual. ¿Qué hay de ti?

—Dejé la carrera. Y ahora me dedico únicamente a la música, pero sigo sin compartirla a nadie. Al menos tú sigues en filosofía.

Enzo niega con la cabeza.

—Lo dejé hace un año. Estoy estudiando derecho.

Henry lo mira con pena como si le acabara de pasar la peor desgracia.

—No pongas esa cara. Yo decidí cambiarme.

—¿Y eres feliz ahora? ¿De verdad te gusta o solo lo haces por aprobación?

—No lo sé. Fue una decisión rápida. En verdad ni siquiera sé porqué elegí filosofía. Creo que solo le quería dar la contra a mi familia o no sé. En verdad no sé qué es lo que quiero hacer en mi vida. No tengo una pasión.

—Si la tienes. Filosofía era lo tuyo —Enzo niega con la cabeza—. Eras muy bueno, muy comprometido y un gran pensador. Muchos creen que la filosofía no sirve, pero la filosofía fue la base de la ciencia y sin la ciencia qué sería del mundo ahora. ¿Quieres ser como el resto? ¿Quieres ser un abogado más del montón, o quieres ser de los pocos que seguimos nuestros sueños?

—No lo sé.

—Sí sabes. ¿Por qué no lo dices? ¿Qué tanto ocultas? ¿A qué le tienes miedo?

—¿Qué tanto ocultas tú? No te conozco, Henry. ¿De dónde vienes y a dónde vas? ¿Qué haces aquí y por qué aún no te has ido? ¿Qué quieres de mí y por qué te importo tanto?

Henry sonríe con los ojos llorosos. Su mano se posa en la mejilla de Enzo y lo mira con ternura.

—He abandonado todo —dice en voz baja—. Desde mi familia, mis amigos, mis estudios. Todo lo he abandonado. Para el universo no soy nadie. Soy tan insignificante como cualquiera. No tengo un lugar al que pueda llamar hogar o algún lugar que me haga sentir cómodo. No tengo nada que me haga sentir. Entré a filosofía con el fin de encontrar un sentido... He pensado en hacerlo.

—¿Hacer qué?

Henry oculta su rostro en el pecho de Enzo. De repente siente la humedad de sus lágrimas en su ropa.

—Enzo, sabes que te amo, ¿verdad?

—Henry...

—¿Sabes qué es la felicidad para mí?

—¿Qué es?

—Tú. Tú eres mi felicidad. Sé feliz.

Amor PlatónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora