La tumba

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Abrió los ojos por el molesto sonido de la alarma, era la cuarta vez que repetía el día jueves según su celular. Se apresuró en su aseo personal y bajó cuidadosamente, volviendo a levantar las bolitas de Bruna y metiéndolas en su bolsillo.

Me tengo que ir mamá, olvidé que tenía que llegar temprano al colegio — dijo mientras salía corriendo.

Quizá si evitaba que Matías muriera en el transcurso del día, por fin sobreviviría para contar un viernes más. Entró rápido al colegio y lo buscó por los pasillos.

¡Feliz jueves, Alejo! — exclamó contento el marplatense.

Feliz jueves, Matías — dijo tomándolo de la mano y llevándolo por todo el pasillo, entraron al cuarto del conserje y lo lanzó contra la pared — Necesito que te quedes acá todo el día ¿Entendiste? — indicó con desesperación.

¿Por qué acá? — susurró.

Mmm, es difícil de explicar y pensarías que estoy demente ¡Mierda! — gruñó.

¿Estás en problemas y necesitas compañía? — preguntó acercándose al santafesino.

No te muevas de ese lugar Mati, ¡Por favor! necesito pensar.

Ok, te daré tiempo para pensar — pudo observar cómo el menor se movía del lugar de donde estaba.

¿Qué haces? — preguntó.

Busco la tecla para encender la luz, no veo nada — comenzó a palmear por las paredes buscando dicha tecla, cuando al fin la encontró encendió las luces y el morocho se llevó una gran sorpresa.

¿Qué mierda es este lugar? — preguntó al ver tijeras gigantes, palas y picos.

¿Dónde creías que estábamos? — sonrió el rizado.

En la bodega del conserje — susurró alejándose de los grandes picos.

Pensaste mal, corazón — dijo con cierta burla — Es la bodega del jardinero.

Mierda — dijo moviéndose hasta Mati para sacarlo de ahí, entonces su campera se atoró con uno de los rastrillos que estaban ahí — ¿De verdad? — dijo frustrado tirando de su abrigo.

Déjame ayudarte — dijo caminando hasta mí.

Alejo siguió tirando de su prenda hasta que esta se desgarró haciendo un gran agujero en el bolsillo, dejando caer todas las bolitas de su hermanita, entonces Matías las pisó comenzando a resbalar.

¡MATÍAS! — gritó tratando de tomarle de la mano pero fue inútil, el marplatense cayó al suelo, golpeándose la cabeza con una estantería de metal en el impacto — Levántate — dijo moviéndolo — Matías — exclamó.

Se puso de pie y trató de relajarse un poco, cerró sus ojos y comenzó a susurrar:

Bien Alejo, tenes que volver a despertarte y vivir otro jueves más para hacer mejor las cosas — extendió mis brazos a los lados esperando despertar pero nada pasaba — ¿Qué sucede? — dijo mirando el cadáver en el suelo y el charco de sangre manchó sus Converse blancas, esto estaba mal, ya se tenía que haber despertado.

¿Por qué lloraba? Matías ni le interesaba pero le dolía que muriera. Se recargó en la pared dejando caer poco a poco resbalando en ella hasta quedar sentado, cubrió su rostro con las palmas de sus manos y comenzó a llorar. Quería despertar, quería que ya fuera viernes y no quería seguir viendo morir a Soulé. Por suerte ninguno de los trabajadores de la escuela había interrumpido ese día, no sabría cómo reaccionar si lo encontraban con un cadáver.

Jueves // SoulizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora