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[118 d. C]

Los gemidos se intensificaban conforme aumentaba sus penetraciones, el ambiente era tan caliente, las manos del hombre mayor recorriendo cada centímetro del cuerpo de la Targaryen, corrompiéndola y brindándole el mayor placer de su vida, uno que jamás había experimentado.

Oberyn no buscaba amor en ella, buscaba una aventura, algo apasionado y prohibido, complacer a esa rubia que todos la pintaban de inocente. Que nadie sabía que moría por estar en los brazos de alguien más.

El Martell buscaba marcarla, enseñarle los placeres de la vida y claro, tener una amistad duradera para beneficio de ambos, ganar y ganar.

— Eres insaciable cariño. — Mencionó Oberyn, con su voz un tanto ajetreada por tal momento profundo.

— Me prometiste placer, ahora puedo opinar de tu verga con las demás Ladys. — Exclamó la princesa, sorprendiendo al Martell por tal vocabulario.

— Te follo una noche y te olvidas del vocabulario de una princesa.

Daenarya solo carcajeó ante tal comentario, era la primera vez que usaba ese tipo de palabras, la habían encerrado tanto en su burbuja que ahora decir "verga" era un acto osado de su parte, pero ya era una mujer y nadie le tomaría importancia.

— Y no volverá a pasar, esto. — Señaló ambos cuerpos desnudos repetidas veces. — No puede repetirse, fue un desliz y solo quedara como una noche loca.

El moreno solo sonrió ampliamente.

— Amor, te juro que vendrás pidiendo por más.

— O puede que tú lo hagas, que te encante como me muevo y te domino. — Dijo para de un momento a otro encontrarse trepada en el regazo del contrario.

— No sabes como me prende verte con esa cara de inocente y en realidad ser tan puta en la cama. — El ambiente se volvía excitante de nuevo y ahora comprobaríamos si el príncipe podría sobrellevar un 5to round.

La estadía de Daenarya en Dorne había llegado a su fin, tomando camino rumbo a su hogar

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La estadía de Daenarya en Dorne había llegado a su fin, tomando camino rumbo a su hogar. La culpa perseguía a la princesa, no sabría como ver a su esposo ahora, la vergüenza sería más fuerte, no podría ver sus hermosos ojos y recordar las noches de placer que tuvo con el hombre que llamaba su "amigo".

— ¡Dae! ¡Volviste! — Grito un Aegon muy contento de ver a su hermana mayor.

— ¡Aegon! — Lo tomó entre sus brazos como si de un bebé se tratara.

— Bájame, Sir Criston va mirar y se burlará de que me sigues tratando como un bebé.

— ¿Sir Criston se burla de ti? Le daré su merecido, nadie se burla de mi cuchi. — Comenzó a repartirle besitos por toda la cara del infante.

— ¡No! No puedes golpear a Sir Criston, él es muy bueno con su espada y te puede hacer daño, yo me defenderé solo.

— Está bien, está bien, yo solo observaré, ¿Donde están tus hermanos?

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