Parte 6

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Había pasado ya un par de días desde aquella caminata por el Central Park e inevitablemente las despedidas y la vuelta a la rutina se acercaban.

Los días anteriores pasaron entre visitas a museos, paseos a pie por todo Nueva York, algunas compras y tazas de café, había sido mucho más de lo que ellos habían esperado esa vez que se cruzaron en el pub de Miami Beach.

—Para ser honesta, la noche en que nos conocimos pensé que podíamos divertirnos.—sonrió pícara—.
—Obviamente, soy muy divertido.—se hizo el tonto—.
—¡Lionel!.—rió—.
—Oh, hablas de esa clase de diversión ¡Sucia e impura!—se hizo el ofendido y comenzó a atacarla con cosquillas, desatando una posterior guerra de almohadas.

La morena luchaba con todas sus fuerzas para no quedar bajo las garras de Lionel, pero no había caso, el era muchísimo más fuerte. Quedaron él sobre ella tomándola de las muñecas a cada lado de su cara, recargando su peso sobre ellas así le sea imposible moverse.

—Amo tenerte bajo mi dominio.—dijo con doble sentido—.
—Hagamos las paces, por favor.—hizo ojitos de cachorro—. Quiero que volvamos a llevarnos bien.
— No sé, sos un poco peligrosa vos eh.—rió el moreno—.
—Por favooooor, acércate. Sellemos el pacto con un beso.—sonrió y el la miró toda despeinada, no podía negarse—.

Él se dirigió a ella y se besaron delicadamente, dejándose llevar, Lionel dejó caer su peso encima de ella y puso una de sus manos en la cintura de la mujer. Ella , por su parte, hizo lo mismo, y sintió algo que comenzaba a despertarse entre las piernas del moreno.

Se acomodaron mejor y Lucía le quitó la remera, mordió su labio inferior cuando vió su torso bronceado por el sol de Miami y también completamente tonificado a pesar de tener sus cuarenta y pico de años. Lionel, la atrajo hacia el y la sentó en sus piernas, para luego desabotonar uno a uno sus botones del pijama y comenzar a besar su cuello.

No podían aguantar más, y solo se escuchaba los ruidos de sus respiraciones agitadas y los audibles gemidos por parte de ambos, hasta que tocaron la puerta, como aquella vez. Otra vez.

—No puedo creerlo.—susurró en voz baja Lucía, mientras veía a un rojo Lionel que tenía sus manos en los senos de Lucía.
—Es alguien que conspira en contra de nosotros.—suspiró divertido— anda a atender, dale.—le pegó una nalgada—. Vos estás mejor que yo.

De un solo movimiento, la joven se colocó una bata y se hizo una cola de caballo alta, para disimular un poco sus pelos despeinados.

—Hola.—gritó una eufórica Sol del otro lado, una vez que abrió la puerta—.
—Hola tu.
—Tanto tiempo, nos tenes olvidados. Pero no lo vamos a permitir más. Así que te invitamos a cenar, en treinta nos vemos en el restaurant de abajo.
—Pero...—iba a protestar—.
—Nada de peros, adiós.—sonrió divertida e hizo amague de irse hasta que recordó—. Puedes traer acompañante—guiñó un ojo y dejó a Lucía parada en el pasillo—.

Lionel tiró de ella y cerró la puerta. Comenzando a besarla nuevamente mientras desataba hábilmente la bata.

—Nos invitaron a cenar, ¿te interesa conocer a mis amigos?—rompió el silencio ella—.
—Me encantaría, posta.—sonrió y ella le dio un corto beso—.

Cuarenta minutos después se encontraban esperando el ascensor para ir a planta baja, que era el piso en el cual estaba el restaurante. Se adentraron a la caja metálica y comenzaron a descender, estaban en el piso veintitrés.

Comenzaron a besarse para matar el tiempo e iban subiendo el tono poco a poco, algo seguía despierto en él a pesar de la ducha fría que había tomado, no había sido tan efectiva como esperaba. Se detuvieron abruptamente en el piso once y se separaron rápidamente tratando de volver en sí y mantener la compostura de vuelta.

Traductorª || Lionel ScaloniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora