No fue ni será, ni es

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Ocho y cuarto de la mañana,

mis pies bailan una canción lenta

tienen sueño, pero se saben el camino.

Mis ojos resiguen el nombre de la canción,

no son conscientes de su descuido.

La canción empieza.

Pero mis ojos la olvidan,

se centran en mis manos heladas,

sin olvidarse de la calle indefensa y fría.

Y entonces le veo;

pelo rubio,

ojos azules,

serio, muy serio,

y alto, demasiado alto.

Y por primera vez en mucho tiempo,

siento miedo.

Camina hacía la dirección opuesta,

siento un hormigueo en mis manos

acompañado de temblor.

No es consciente de mi mirada,

ni yo de lo que está ocurriendo.

Oigo sus pasos a través de esa canción,

mi mirada se topa con humo.

Siento este en mi nariz

justo cuando está a tres pasos

de poder verme.

De poder verle.

Escondo mis manos,

tienen más miedo que yo.

Me arriesgo, y le miro;

él no.

Pero entonces me fijo:

camina erguido, sin nada de chulería;

tiene una peca en la barbilla;

y cuatro granos en la frente.

No es él.

No es aquel que no sintió dolor,

al verme a mí con él.

No es aquel 19 de Octubre.

Ni aquel 24 vestido de felicidad.

No lleva las cicatrices de aquel repetido jueves.

No fue ni será,

ni es.

Respiro, de nuevo.

Vuelvo a mirar mis manos,

que aún tiemblan.

Obligo a mis pies a seguir,

y a mis ojos a no ser lluvia. 

La canción se acaba.

Y de golpe vuelve el frío,

y sé que él ya no existe.

Te quieros a destiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora