Que nuestra canción ha pasado a un segundo plano.
Pero ese baile... Ojalá volviéramos a bailarlo.
Y lo más bonito es que no bailamos. Nunca. Pero ojalá me hubieras pisado mientras intentábamos bailar como dos tontos en medio del salón. Ojalá hubiese podido escuchar tu risa mezclada con la mía una vez más. Ojalá hubiera sido cierto. Y esto, un recuerdo más.
Ya van más de seis meses enamorada de ti. Y no sé qué tienes, si en el fondo sé que solo dueles. Pero te quiero. Y sé que estoy volviendo hacía atrás. Que caigo, me levanto, y la herida no sana. Que es de cobardes no seguir, pero es que yo no sé seguir sin ti. Sin tus consejos, sin recordarme que estamos hechos para ser fuertes, sin hacerme ver que solo tú eres el que manda en tu vida, el que toma decisiones, el que elige si seguir o quedarse en ese recuerdo, en esa persona, en esa sonrisa.
Ojalá hubiera decidido si quedarme contigo, o avanzar. Si quererte u olvidar. Ojalá hubiera tenido el valor de frenar, de saber decir adiós e intentar seguir. Porque la primera vez casi no doliste, y ojalá no hubiera existido una segunda.
Dice mi profesora de Filosofía, que no hay felicidad sin dolor. Que no existe anestesia que lo haga desaparecer para siempre, que nunca seremos del todo felices. Ella preguntó a algunas personas de la clase, qué era esa anestesia para ellos. Qué les hacía desaparecer el dolor, aunque solo fuera por unos minutos. No me preguntó a mí, pero estaba apretando los labios con tanta fuerza que creí por un momento que iba a pronunciar tu nombre. No lo pronuncié, lo escribí. Y nadie fue consciente de ello.
Una vez dije que contigo volaba, qué todo era diferente. Qué somos los que fuimos y, en parte, los que no quisimos ser. Hoy yo ya no sé quién soy, pero me alegro de saber qué tampoco sé quién eres. Que ya nadie sabe quiénes somos, que nos dan por perdidos, porque hemos cambiado tantas veces de página, que ya no sabemos en qué capítulo estamos.
Y es que lo nuestro ya no se basa en libros. Ya no se trata de historia, de un guion planificado, de una Barcelona que recorramos de una punta a la otra. Ya no se trata de lo que digan, ni de lo que queramos que digan. Porque está claro que tú cuentas tu versión de la historia, y yo otra, bien diferente. Y sin embargo, la historia será la misma. Más bonita, más triste, más larga o más corta. Pero hasta que tú no pongas un final, yo no puedo ponerlo. Tengo la sensación de que, en realidad, una persona enamorada nunca puede coger el bolígrafo y dibujar un punto. Así que ese punto lo marca el tiempo, si es que él, de una manera u otra, no lo ha puesto y ha dejado atrás todo lo que tenga que ver con todas esas páginas.
No sé por qué página vamos. No sé si eres consciente de que esto no va en broma, de que nuestra historia está escrita, y yo solo quiero enseñártela. Que seas consciente de lo que te perdiste. Que te rías si debes reírte, pero que veas, que mi versión de la historia, no acaba con un final feliz.
Porque tú, no has puesto un punto, pero tampoco me has sacado a bailar.
Así que, decídete:
que de esperar bailes estoy cansada,
y he perdido el miedo a ese punto y final,
de tantas veces que me lo he imaginado.
Te quiero.
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Te quieros a destiempo
PoetryTe quieros a destiempo es el resultado de caídas, de abrazos demasiado cortos, de llamadas perdidas a mitad de la noche. Es todo aquello que nunca supo decirle, lo que ahora ya no puede callar. Son los juegos del miedo, y su manía por callar bocas...