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Mírenla el cielo encender
Ma Belle Evangeline, inalcanzable querer
su amor yo se que es para mi

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Para suerte de Diego, las clases concluyeron sin más presentaciones de por medio, le avisó a su madre por mensaje que iría a tomar el transporte para regresar a casa.

Había estudiado por Google Maps el camino hacia la parada, pero el campus era enorme y terminó por perderse y saliendo por otro lado que no era el que había aprendido.

Mierda.

Quería mandarle mensaje a su papá para que pasara a recogerlo, pero él mismo le pidió que no lo hiciera.

No, tengo que demostrar que soy autosuficiente y que ya soy un adulto.

Fue al Google Maps y decidió basarse en la aplicación, todo parecía empeorar, la ubicación le mandaba a un lado completamente diferente a más de 30 minutos de distancia.

¿Qué hago? ¿Qué hago?

Decidió caminar y encomendarse a todo para no perderse más. Ahora se sentía mal de haber rechazado la ayuda de Marcelo para darle rait a la salida.

El color de tus ojos
Se robó mi atención
Te vas metiendo dentro de mi corazón
Perfecta en cualquier sentido
Con pantalón o vestido robas mi respiración

La música retumbó cerca de él y miró el taller mecánico frente al que estaba. "Taller Mecánico Álvarez"

Probablemente puedo preguntar como llegar, pero ¿cómo lo haré?

Diego ingresó al lugar buscando a alguien que pudiera ayudarlo, aunque sentía que la vergüenza lo carcomía por no saber como es que pediría ayuda.

Por el descuido tropezó con algo.

—¡Auch!

O alguien.

—¿Qué fue? —un hombre salió por completo de debajo del auto para sobar su pierna por el golpe que Diego le había dado.

El moreno esperó hasta que el chico se diera cuenta de su presencia en el suelo, ya que él también se había caído y sentía un leve dolor en el tobillo.

—Oh, con que fuiste tú, ¿qué se le ofrece?

Edson siseó por el dolor mientras se apoyaba en el cofre del auto que arreglaba para ponerse de pie.

Diego también intentó ponerse de pie, pero tambaleó y volvió a caerse por no poder apoyar.

Mierda, mierda, mierda.

Las lágrimas se agolparon en sus ojos, más por la vergüenza que por el dolor, simplemente bajó la mirada soltando algunas. El sentimiento que lo invadió en la mañana de euforia y ganas de demostrar que ya era un adulto se esfumaron por completo.

De repente se sentía como un niño asustado de 10 años y era peor porque estaba frente a un completo desconocido que probablemente estaba aguantando las ganas de burlarse de él.

—¿Te duele mucho? Déjame checar el golpe.

Edson se acercó a la pierna de Diego e intentó mover un poco su pie ganándose un sonido indescriptible por parte del muchacho.

No pudo evitar mirar el rostro contraído del niño y que cada vez se empapaba más de sus lágrimas.

—Tranquilo, no te rompiste nada, solo es el dolor de la doblada que te diste, déjame ayudarte a pararte, pero primero deja la mochila.

Évangeline [Edson×Diego]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora