—Tienes que estar bromeando.
Continúe escribiendo porque el tono de reclamo de Melissa me advertía que no estaba por decir nada que quisiera escuchar pero de eso iba la amistad, decir las cosas incómodas para que la otra persona no cometiera una locura.
Porque lo que yo estaba por hacer era una de las más grandes locuras que hubiese planeado.
Lo peor es que no podía juzgarla porque yo habría reaccionado de esa manera si me hubiera salido con algo remotamente parecido sin un motivo. Yo no solo tenía un motivo de peso para esto, estaba convencida de lo que estaba haciendo y todo lo que terminaría haciendo.
—¿Eres consciente de que ya caminas en la delgada línea del acoso?—me reprochó.
Lancé una rápida mirada a nuestro alrededor para asegurarme que nadie más que yo acaba de escucharlo pero de las doce chicas dentro del aula todas parecían ocupadas en sus propios grupos mientras que la profesora Aíne estaba concentrada en su libro de cubierta negra que le hacía fruncir el ceño.
—No camino sobre nada—murmuré con indiferencia, mientras garabateaba un par de fórmulas en un taller que sabía que reprobaría—. Estoy... intentando probar cosas nuevas.
—Y una mierda.
Melissa me quitó el lápiz de la mano para que la mirara, suspiré y le di el gusto o de otro modo íbamos a terminar atrayendo la atención de todas en el salón. Su mirada estaba bañada en preocupación mientras su ceño se fruncía con más fuerza.
—Esa excusa de porquería puedes dársela a los demás cuando lo sepan pero yo te conozco—aseguró con seriedad—, yo sé cómo funciona tu mente y si te vas a meter a una clase de lectura bíblica no es por nada más que no sea él.
Podía intentar mentir, intentar defenderme, pero no tenía caso ni siquiera intentarlo.
Melissa y yo nos conocíamos desde que teníamos uso de razón, su madre era la mejor amiga de la mía por lo que habíamos crecido una al lado de la otra, conociendo cada rincón de nuestro ser, así que no había forma de que ella no supiera exactamente cuál era el hilo que estaba tirando de mí a haberme inscrito en el grupo de lectura bíblica por voluntad.
No cuando la religión y yo nos llevábamos sin importar cuánto lo intentara.
—Es parte de las cosas nuevas que quiero probar—aseguré divertida, aunque su rostro no se relajó en lo absoluto—. ¿Qué tiene de malo lo que estoy haciendo?, no estoy haciéndole daño a nadie.
Mi amiga no se relajó ni un poco con mi declaración.
Respiré profundo y esperé a que lanzara un montón de razones por las que no debería estar haciendo ni intentando nada de esto, como por ejemplo que el hecho de que él ya me había rechazado y me había pedido que eso no fuese a afectar al grupo de nuestros amigos porque bueno... no se me daba muy bien gestionar una negativa y no quería que algo como eso hiciera que no pudiéramos estar en el mismo grupo sin sentir incomodidad.
Pero lo que salió de sus labios fue:
—Te inscribiste también en el club de teatro.
La seriedad en su voz era algo incluso preocupante, había visto a Melissa así de seria contadas veces en la vida y la última vez no había pasado nada exactamente bueno.
Aun así me arriesgué a asentir., incluso aunque no era una pregunta.
—Esto es acoso—puntualizó con severidad—, ¿Esté es exactamente tu plan para que las cosas cambien?
La miré con algo de confusión.
Melissa sabía que era alguien demasiado impulsiva y tan determinada que podía considerarme terca, una característica que nos llevaba bastante a discutir con papá por compartirla, por lo que tenía un muy largo historial de acciones cuestionables para conseguir lo que quería. Sin importar lo que tuviera que hacer y por eso mismo se me hacía extraño que actuara de ese modo.
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Cuanto te deseo
RomanceYo no era un ángel y él no había sido el demonio que había susurrado en mi oído hasta hacerme caer al abismo de la perdición. Había sido dolorosamente al revés. Él me había rechazado cuando le declaré mis sentimientos y me dijo que no podía ahora...