† 17. 5 † Cariño

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Una parte de mí seguía esperando a que me hubiera hecho a un lado para irse corriendo, que se apartara y me dijera que esto no debería estar pasando.

Por eso casi solté un chillido de alegría cuando no hizo nada de eso, más que dejarme besarlo despacio, moviendo un poco mis labios sobre los suyos pues no me olvidaba que él no sabía qué hacer, para reconocer ese maldito lugar que me había ganado con mucho esfuerzo.

Me aparté luego de unos segundos para ver su rostro, sus ojos se abrieron en cuanto sintió que me apartaba y me robó el aliento ver que había desaparecido todo rastro de dudas, de arrepentimiento, de tristeza, para darle pasó a ese demoledor deseo que guardaba dentro.

—¿Vas a volver a huir?—le pregunté en un susurro.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando sus manos se clavaron a los lados de mi cadera. Su calor traspasó la tela húmeda del corto pijama que llevaba y solo le bastaba bajar unos cuantos centímetros para tocarme las piernas desnudas.

Me estremecí cuando sus manos subieron por mis contados hasta mi cintura, juntando un poco más mi cuerpo al suyo.

—No—su voz estaba cargada de rendición—. Ya no tengo fuerza para huir de ti, Becca.

—Gracias a dios.

Sonrió divertido pero si tenía algo que decir se lo guardo en la garganta cuando junté de nuevo mi rostro al suyo, apretando un poco mi agarre en su cabello mientras acariciaba su pecho con ligeros movimientos de mi pulgar.

—Hace unos días me pediste que te enseñara, Judas—dije cada palabra muy bajo, rozando mis labios con los suyos en el proceso, cortándole la respiración—, ¿Qué es lo que quieres que te enseñe?

Soltó un jadeo bajo cuando tiré de su cabello para inclinar un poco su cabeza hacía atrás, ya que por la posición en la que estábamos, quedaba un poco más alta que él, pero no dejé que un solo milímetro nos separara.

Sus manos apretaron ligeramente mi piel pero no salió una sola silaba de sus lindos labios.

—Necesito que seas un poco más comunicativo, cariño—susurré con malicia—. Hay muchas cosas que puedo enseñarte.

Soltó el aire de golpe cuando besé la comisura de sus labios, moviéndome despacio a su mejilla, dejando un rastro de besos que iban humectándose conforme avanzaba a su cuello.

Sabía que le gustaba lo que sentía porque sus manos se iban clavando con más fuerza en mi piel, porque lo escuchaba retener la respiración cuando rozaba mis labios contra la piel sensible de su cuello, la soltaba de golpe cuando lo besaba y se estremecía cada vez que rozaba un poco la punta de mi lengua contra su piel.

Y lo que hacían esas reacciones en mi cuerpo había hecho que el frío se fuera muy lejos de mi cuerpo, ahora era todo lo opuesto.

Estaba muy caliente.

—Judas—susurré contra su piel—, dime que es lo que quieres que te enseñe.

—Enséñamelo todo—parecía una súplica—. Lo quiero todo, Rebecca.

Por amor a todo lo sagrado...

No había una sola ocasión en la que mi nombre entero me encantara, pero, si se trataba de él me volvía loca la manera en la que lo pronunciaba. Como si fuera su maldita palabra favorita.

Un escalofrió me recorrió el cuerpo entero para concentrarse en mi entrepierna cuando una de las manos de Judas bajó para acariciarme el exterior del muslo. Tuve que tragar con fuerza para no jadear solo al sentir como sus dedos rozaban mi piel con delicadeza, con suavidad.

Cuanto te deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora