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Tan solo lograba ver oscuridad, una sensación desagradable se instalo en su cuerpo carcomiendo todo a su paso. Comenzaba a faltarle el aire a sus pulmones, la sangre salía a borbotones por su pecho y boca.

Distinguió en confusión su alrededor, el caos reinaba por doquier, escombros, lamentos y el pesar a muerte lo rodeaba.

Una figura al frente suyo, pistola en mano, rostro sumido en la mansedumbre y labios que pronuncian palabras que se oían lejanas.

Sintió pavor a lo que estaba viendo en ese momento, la sensación del miedo es inquietante. Se siente impotente.

Pagaras con creces, ahora verás como tu amada y tú pequeño bastardo mueren frente a ti sin que puedas hacer algo...

Sonido ensordecedor hizo eco en aquel lugar sumido en la devastación, la figura ensanchó una sonrisa enloquecida y cayó desplomada sin dar tiempo a reaccionar, mientras el suelo debajo se manchaba del dichoso líquido carmín.

– ¡Responde! ...ey! .....ashi!

Sus ojos se fueron cerrando mientras el hombre lo movía tratando de mantenerlo despierto. Sus palabras se escuchaban como si estuviese en lo más profundo del agua, ahogándose por mientras...

Con eso trato de pronunciar, muy difícilmente, palabras que se sentían pesadas en su boca.

–... Yoichi... ¿C-como estan? ¡Cof!

El albino iba a responder pero la figura que yacía tendida en el suelo levantó su mano y apunto a un lugar específico, haló el gatillo y...

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¡PUM!
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Despertó exaltado, sudor recorría su rostro y el pulso acelerado en conjunto a su respiración agitada.

Trató de calmarse, exhalando suavemente una y otra vez, se levantó llendo hacia la cocina por un poco de agua.

Se recostó en la encimera para beber el líquido transparente mientras sus manos temblaban. El agua tintinea gracias a los temblores.

Pronto estarás conmigo, lo prometo.

     
 

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Despertó con un dolor punzante en su cabeza, miro el techo de aquella maltrecha habitación, comenzó a observar con más detalle. Ya no se encontraba en el burdel, no cabía duda.

Con su último destello de recuerdo, aquel pecoso reviso sus brazos y muñecas. No tenía absolutamente nada, ni un corte o herida.

Realmente no sabe lo que pasó ahí, todo se volvió distorsionado y cualquier tipo de sonido se vió opacado por lo vitores y burlas de dichas voces que lo atormentaban constantemente. No era la primera vez, sin embargo, antes no había perdido el sentido de la cordura como sucedió hace no más de... un momento..., ¿cuánto...? ¿cuánto tiempo había pasado ya? 

El punzón hizo nuevamente acto de presencia.

Tocaría su cabeza y trataría de levantarse, lo haría, si no estuviera encadenado al cabecero de la cama. Ambas manos siendo presas de aquella pesadas y oxidadas cadenas.

De un momento a otro el pánico se instalo en su cuerpo, una correntada de miedo que le volaba la cabeza con señales de alerta en cada segundo. Siendo atrapado por la inquietud, haló sus manos en un vano intento de soltarse, vano, por qué aquello solo provocaba una fuerte fricción, lo que causa el enrojecimiento en su pálida y sensible piel. No sabe cuándo, pero de un momento a otro, sus muñecas empezaron a soltar suaves y delicados hilitos de sangre.

–Duele...– Masculló en un lastimero chillido.

Las lágrimas yacían resbalando por sus pecosas mejillas. ¿Que necesidad tenían de atarlo? Tan solo es un niño. Suficiente con encerrarlo en la degradada habitación, por qué si, estaba seguro de ello. 

Antes de que se siguiera removiendo o siquiera pensado, la puerta se abrió dejando ver a un hombre de cabellera negra y porte firme e intimidante; Tsukaushi.

Al ver al niño en que el estado en el que se encontraba, solo...

–Ah...–suspira– Deja de moverte, solo te harás más daño.

Que gracioso, pensó el pequeño. No estaría en esta situación si no lo hubieran encadenado en primer lugar. Más no dijo nada y se dejó hacer.

El azabache lo terminó de desatar y por fin pudo sentir la liberación se sus manos. Las abrió y cerró, y las acaricio suavemente.

–¿Por qué me trajeron aquí?– Murmuró por lo bajo, mientras se concentraba a sus manos.

–Solo seguí órdenes del jefe. No hay que cuestionar.

–...– Se quedó callado, ¿Que se supone que diría en una situación así?

Lo observó un momento antes de hablar.–Como sea, solo vine a ver cómo te encontrabas.– comentó caminando hacia la puerta– En un momento vendrá alguien con tu desayuno.

Sin más que decir, estaba por salir pero la voz del pequeño lo detuvo.

–Espera... ¿Cuánto... cuanto pasó?– Se dedicó a mirar el suelo, como si aquello fuera lo más importante.

–Tres días.

Y se marchó.

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Tres días... Tres malditos días y ni rastro de Izuku. Había hecho lo posible y no lograba dar con su paradero. En estos momentos siente vergüenza de su propia capacidad. Se supone que debería estar ayudando a su jefe con esto, no causando problemas... Pero no daría el brazo a torcer, tenía que haber algo, no todo estaba perdido.

Y por supuesto, no lo estaba, interrumpiendo su mar de pensamientos, apareció quel rubio de mechón. Como un tipo de señal, o... Tal vez simple casualidad.

–¡Hey, Touya!

Hizo una mínima sonrisa por aquel pensamiento. Mientras de tanto en tanto logró sacar información útil. Kaminari mencionó que se había llevando a Izuku. Tenían como destino el bosque Aokigahara al noroeste de la base del monte Fuji entre la prefectura de Shizuoka. Al parecer, a pesar del suelo desigual de quel bosque, había situada una cabaña. Ahí es donde, luego de informarle al jefe, se iban a dirigir.

Tendrían que ser lo más cautelosos posibles. Se esmeraría en que está vez, todo salga bien.

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⏰ Última actualización: May 19, 2023 ⏰

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