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De vez en cuando recordaba sus sueños; esos que solía tener cuando estaba vivo. Solían tratarse sobre su futuro. Chan siempre había querido ser alguien famoso, quizás un bailarín o un cantante. Pero, poniéndolo todo en retrospectiva, él creía que no estaba tan mal ser un fantasma. Se había ahorrado terminar la carrera, quedarse en bancarrota por no conseguir trabajo y la manera en la que hubiera sido desheredado cuando su madre se enterara que le gustaban más los chicos que las chicas.

Despejó sus pensamientos. Si seguía así no iba a poder concentrarse.

Hizo un puchero cuando la televisión encendida cambió de canal. La anciana a su lado en el sillón decidió quitar la novela turca a la que por fin estaba agarrando el hilo para dejar un documental de historia.

Probablemente debió haberla espantado el primer día en que llegó al apartamento, pero las novelas que la mujer solía dejar en la televisión al menos lo entretenían lo suficiente como para no tener que pasársela vagando por las habitaciones.

Pero, si ella iba a cambiar las novelas por documéntales, Chan definitivamente tendría que sacarla del lugar. De cualquier forma, Chan ya era un poco celoso con su departamento. Había ahorrado lo suficiente como para comprarlo él solo en un pasado, cosa que no hubiera hecho de haber sabido que una bruja lo maldeciría al poco tiempo convirtiéndolo en un fantasma.

Suspiró resignado. El apartamento técnicamente aún era suyo, a pesar de haber (supuestamente) desaparecido de un día para otro; y por eso tenía el derecho de alejar a cualquier persona que tratara de rentar el lugar, ¿no?

Era de noche, así que lo tenía fácil.

Primero se levantó y se dirigió hacia la lámpara en la esquina de la sala. La prendió y apagó un par de veces, pero solo consiguió que la mujer entrecerrara los ojos con curiosidad, quizá creyendo que el sueño comenzaba a jugarle bromas.

Después fue a la cocina, abrió la alacena y tiró un par de platos de porcelana al suelo, rompiéndolos en pedazos y causando fuertes sonidos.

—¿Soo? —preguntó la mujer, llamando al gatito que solía aparecerse por ahí una que otra vez.

Chan hizo un puchero de manera involuntaria. ¿En verdad la anciana creía que Chan era solo un gato que había entrado por la ventana abierta?

Su último intento era el último; si Chan no conseguía espantarla así probablemente debería retirarse como fantasma. Encendió una vela, regresó a la sala, y simplemente agitó la flama a su alrededor.

La mujer tardó un milésima de segundo en procesar que estaba viendo una vela levitar frente a ella. No dudó en salir corriendo de ahí y gritar a pesar de que seguía obscuro afuera.

Chan sopló a la llama y apagó la vela.

Sonrió.

...

—... tonterías, ya sabes. Dicen que esta embrujado y cosas así —Chan escuchó la voz de Jeonghan, el dueño del edificio, acercándose al departamento.

Debía haber alguien más con él, porque también escuchó una risa suave después del comentario.

—No me dan miedo las cosas embrujadas —dijo la persona que se rió con un tono de burla. Chan deseó conocerlo pronto para hacerlo cambiar de opinión.

—¡Excelente! ¿Entonces que te parece si le echas un vistazo y después firmas el contrato? Te puedo hacer un descuento de amigos.

Chan definitivamente no había esperado encontrarse con un bonito rubio abriendo la puerta. Sus mejillas eran redondas y tenía un lunar debajo de su ojo que Chan deseó poder tocar.

Y, por más absurdo que sonara, Chan casi había pensado que el chico también lo estaba viendo a él; porque se quedó estático un segundo después de abrir. Pero eso era imposible, porque él solo era un fantasma, y lo recordó cuando la mirada contraria se perdió en la pared detrás de él y su cuerpo fue atravesado por el chico pasando de largo.

Sintió un escalofrío recorrerlo.

Jeonghan entró detrás de él al apartamento y Chan se alejó un poco para que no volvieran a atravesarlo.

—¿Alguien vivía aquí antes? —preguntó el rubio y Jeonghan pareció pensárselo.

—Una señora.

El chico sonrió un poco y Chan hubiera jurado que si aún tuviera sangre corriendo por sus venas sus mejillas se habrían pintado de carmín ante la bonita vista.

—¿Y antes?

Jeonghan se alzó de hombros, y aquello tenía sentido porque Chan sabía que Jeonghan apenas había adquirido el edificio tras la muerte de su padre, por lo que no estaba muy familiarizado con los residentes antiguos.

—La verdad es que no lo sé, Seungkwan. Si quieres podría consultarlo después en los archivos de papá.

Seungkwan era un nombre bonito. Le quedaba.

—No hace falta. Solo era curiosidad.

Jeonghan asintió.

Entonces, sin notarlo, Chan ya tenía a un nuevo residente en su apartamento a quien espantar.

♡♡♡

la verdad ya tenía ganas de escribir un chankwan. no estoy segura de cuando comience a actualizar, porq entre mis proyectos y mis prácticas apenas tengo tiempo para escribir ):

en fin, ojalá les guste la propuesta. yo estoy emocionada por el fic (۶•̀•́)۶

q tengan un día bonito, y gracias por leer

ghost in the room / chankwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora