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Observar a Seungkwan se había vuelto su actividad favorita en cuestión de días. Era como si el rubio llevara el polo opuesto al imán de Chan, y era tan frustrante pensar en eso que Chan a veces se encontraba a sí mismo haciendo lo imposible por distraerse con algo más que no fuera el lindo chico.

Pensó en espantarlo y sacarlo del apartamento un par de veces por su propia salud, pero Chan sería un hipócrita si no admitiera que en realidad la presencia de Seungkwan le gustaba. En general, Seungkwan le gustaba. Y mucho.

Le gustaba escucharlo hablando solo, le gustaba verlo disfrutando la comida que le dejaba fuera del apartamento y también le gustaba sentirlo vagando por el lugar, descubriendo las cosas que Chan solía guardar bajo una de las tablas de madera del piso.

Y era patético. Porque Chan jamás había deseado poder tocar a alguien tanto en su vida hasta que Seungkwan apareció. Y Chan simplemente no podía sentirlo.

—¿Está rico? —preguntó Seungkwan, sacando a Chan de sus pensamientos. Estaba en la cocina, comiendo la última receta que Chan le había cocinado y de vez en cuando le ofrecía trozos pequeños a Soo (al que parecía haber adoptado uno de esos días) y le hablaba con ternura.

El gato maulló satisfecho ante la pregunta y se paseó entre las piernas de Seungkwan con gusto mientras esperaba que más comida le cayera del cielo.

—Gato tonto —se quejó Chan—. Lo que daría por poderlo sentir yo también.

Soo le gruñó a Chan y el fantasma no pudo evitar rodar los ojos con molestia. Era patético. Chan jamás imaginó que alguna vez le tendría celos a un gato.

—¿A qué le maúllas? —preguntó Seungkwan, acariciando las orejas de Soo y dirigiendo su vista al mismo lugar que el gato veía.

Chan odiaba esas ocasiones cuando Seungkwan parecía verlo, porque una parte dentro de él tenía la esperanza de que Seungkwan realmente pudiera verlo algún día a pesar de ser un fantasma.

—No hay nada ahí, Soo —reprendió entonces Seungkwan al gato.

Chan suspiró abatido.

Se mantuvo cerca de Seungkwan toda la mañana, tratando de evitar la mirada insistente de Soo sobre él y sus maullidos repentinos cuando se acercaba demasiado al rubio. Quizá Soo también estaba enamorado de Seungkwan o algo así, Chan no podía estar seguro, pero no podía encontrar otra explicación lógica para que el gato no lo quisiera cerca de Seungkwan.

Llegada la tarde, mientras Chan veía una película de Disney junto a Seungkwan, el timbre sonó.

Soo corrió a esconderse a un armario y Chan hizo un puchero cuando Seungkwan se levantó del sillón y le puso pausa a la película para abrir la puerta.

Chan se molestó un poco cuando encontró a tres invitados desconocidos entrando a su departamento. Bueno, su departamento y el de Seungkwan. Aunque probablemente solo eran sus amigos. Fueran lo que fueran, los tres chicos nuevos llevaban cuatro cajas de pizza en sus manos, y Chan sintió alivio de ver comida, porque Seungkwan no había tomado nada en todo el día.

—Es pequeño —se quejó uno de ellos.

—Yo creo que está bien para una sola persona —debatió otro, el que era más alto.

—Pues era el más barato —les dijo Seungkwan, cerrando la puerta y acomodando las cajas de pizza en la mesa frente a la televisión de la sala.

Chan se alejó de la sala indignado cuando el único de los amigos de Seungkwan que no había hablado se dejó caer en el sillón, casi sobre él, sin cuidado.

—¿Y eso?

Seungkwan vaciló un segundo antes de responder. Dejó que los otros dos se sentaran y llevó algunas servilletas de la cocina antes de hacerse un espacio entre ellos.

—Dicen que está embrujado.

—Que tontería —se burló el último—. Seungkwan sabría si está embrujado.

Los otros dos, en cambio, parecían bastante creyentes de la afirmación.

—Cállate, Soonyoung. Si en realidad está embrujado y hay espíritus aquí podrían atacarte —chilló el más alto y Seungkwan se echó a reír.

Chan se preguntó qué se sentiría hacer reír a Seungkwan. Sonrió involuntariamente al pensarlo. Él haciendo a Seungkwan reír. Debería anotarlo en sus pendientes antes de que Seungkwan se mudara.

—No está embrujado, Mingyu —aseguró entonces Seungkwan.

Mingyu hizo un puchero y sintió un escalofrío cuando Chan pasó detrás de él y le sopló en la nuca.

—¡Si está embrujado! —chilló, y Chan no pudo evitar reírse.

—¡No digas esas cosas! —se quejó el único del que Chan aún no conocía el nombre—. Voy a irme de aquí con mi pizza si no dejan de hablar de eso.

Seungkwan rodó los ojos antes de pasarle un trozo de pizza.

—Si te vas no te vamos a dejar llevarte nada, Seokmin.

...

Por la noche sus amigos aún no se habían ido; bueno, al menos no todos.

Chan de vez en cuando entraba al armario para acariciar a Soo, quien se negaba por completo a salir a convivir con los amigos de Seungkwan. Y mientras no estaba con Soo se quedaba en la sala, escuchando las tontas historias de Seungkwan y sus amigos.

Era divertido escucharlos. Chan también reía cuando ellos lo hacían, y cerraba con fuerza una que otra puerta cada que el tema del departamento embrujado salía. Fue una de esas veces cuando Seokmin y Mingyu salieron corriendo, alegando que no podrían dormir después de visitar un lugar con fantasmas enojados.

Chan deseó que no se fueran. En realidad se estaba divirtiendo con ellos como si fueran sus propios amigos.

Ah, Chan a veces extrañaba a sus amigos. No demasiado, porque después de todo había terminado maldito por culpa de uno de ellos. Pero, al final de todo, seguían siendo sus amigos, ¿no?

—¿Qué es eso? —preguntó Soonyoung de pronto, y Chan desvió la atención hacia ellos dos.

Seungkwan parpadeó lento. Observó la tabla de madera del piso que señalaba Soonyoung y se alzó de hombros.

—Nada —respondió, y Chan encontró extraño eso, porque Soonyoung señalaba directo al lugar donde Chan solía esconder sus cosas en el pasado; ese mismo que Seungkwan ya había encontrado.

Soonyoung lo ignoró. Se hincó en el piso y dio un par de golpecitos a la madera.

—Pero se escucha hueco —insistió.

Chan se acercó al costado de Soonyoung.

—No es nada —volvió a decirle Seungkwan, acercándose también a paso lento.

Soonyoung volvió a ignorarlo. Levantó la tabla suelta y abrió la boca cuando encontró las viejas medallas de baile de Chan ahí metidas.

—¿Qué es esto? —preguntó sacando una, y Chan sintió su estómago revolverse al verla de cerca.

—Déjalo —le exigió Seungkwan entonces, arrebatándole la medalla empolvada y volviéndola a meter al hueco.

—¿Por qué?

—Porque... —comenzó Seungkwan, pero su seguridad comenzó a desvanecerse tan pronto como Chan se acercó a él con curiosidad, como si pudiera sentir su presencia—. Porque podrían ser de alguien.

Soonyoung suspiró con cansancio y se levantó sin ganas.

—¿En verdad no hay fantasmas aquí? —le preguntó a Seungkwan. Directo y sin vacilar.

Chan pudo escuchar la respiración de Seungkwan detenerse un segundo y su corazón latir con violencia en su pecho.

—De verdad.

ghost in the room / chankwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora