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Acostumbrarse a Seungkwan fue sencillo.

Chan le preparaba comida y lo cobijaba cuando se quedaba dormido estudiando y a cambio Seungkwan le contaba chistes de los que siempre se reía incluso si no daban risa. Chan creía que era una buena rutina. Los días junto a Seungkwan se habían convertido en sus favoritos incluso mientras llovía.

—¿Y por qué no te gusta la lluvia? —le preguntó Seungkwan en ese momento, mientras la lluvia caía con fuerza y la ventisca golpeaba violentamente contra las ventanas del apartamento.

Un trueno resonó en las paredes y Chan trató de acurrucarse junto al gato, quien salió con un brinco de su lugar entre Chan y Seungkwan en el sillón, sofocado.

—Porque un día de lluvia me convertí en fantasma —admitió Chan.

Seungkwan dejó de lado el libro que sostenía entre sus manos para mirar al fantasma, olvidando sus estudios por un momento.

—Hmm. Lo siento.

Chan se alzó de hombros sin darle demasiada importancia al asunto.

—No es como si hubiera muerto... o algo —dijo, tratando más de convencerse a sí mismo que al bonito chico rubio.

Seungkwan lo observó atento. Pedía un permiso implícito para hablar, y Chan se lo concedió de inmediato sin dudarlo un segundo.

—Pero sí lo hiciste. Para tu familia lo hiciste, y también para tus amigos. Es una pena, Chan. De verdad lo siento mucho.

Chan trataba de no pensar mucho en eso. Había abandonado a todos a su paso y no había sido por voluntad propia. Así como de vez en cuando extrañaba a sus amigos, también extrañaba a su familia; a sus padres y sobre todo a Jihoon, a pesar de que siempre lo regañaba por regresar tarde de la universidad todos los días.

—Supongo que lo hice —dijo en un murmuro que se perdió en la habitación—. Pero no está tan mal. Al menos ahora te tengo a ti.

Seungkwan rodó los ojos, pero Chan alcanzó a ver la sonrisa que se asomó entre sus labios antes de que la luz se cortara.

—¡No! —chilló Seungkwan de inmediato, alargando la vocal exageradamente—. Esto está mal, no tengo velas y todavía tengo que estudiar para el examen de mañana.

Chan se rió solo un poco.

—La vida no quiere que estudies más. ¿No has pensado en que a veces te exiges demasiado?

—No puedo darme el lujo de no hacerlo —suspiró Seungkwan—. El mundo de ahora te sobreexplota, y si no lo aguantas entonces te quedas pobre y vives debajo de un puente.

Chan alzó una ceja e hizo un puchero ante las palabras de Seungkwan.

—Lo dices cómo si hubiera vivido hace un millón de años. Tu mundo y el mío son iguales, Seungkwan —se quejó.

Seungkwan también rió entonces. Chan amaba la risa de Seungkwan, era suave y melodiosa, como un atardecer junto a sus amigos.

—¿Cuántos años tienes, Channie?

Chan tardó en responder, procesando el apodo que Seungkwan le había dado. Sus mejillas habrían ardido en su rostro por la repentina vergüenza.

—Tenía 21 cuando me
maldijeron, así que dejemos esa edad. No voy a decirte cuántos años tengo contando desde que nací.

—¿Porque eres un anciano? —se burló Seungkwan.

—No soy un anciano. Lo que pasa es que tú eres un grosero.

La risa de Seungkwan se vió interrumpida por la puerta del apartamento siendo golpeada. Chan se mantuvo en el sillón mientras Seungkwan abrió.

Jeonghan entró de inmediato con una vela encendida alumbrado a su al rededor.

ghost in the room / chankwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora