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Era un poco absurdo pensarlo, pero Chan realmente había comenzado a sospechar que Seungkwan podía verlo. Al menos un poco. O sentir su presencia. Algo así. Chan no estaba muy seguro.

Desde la pregunta de Soonyoung, Seungkwan se había estado comportado extraño. Era como si se esforzara por no ver a Chan, por ignorarlo. Y el pensamiento era tan inquietante que Chan no podía evitar querer averiguarlo. Y si Seungkwan realmente lo podía ver, ¿por que lo ignoraría?

Chan dejó que su barbilla descansara sobre la palma de su mano. Seungkwan estaba a su lado, sentado frente la mesa del comedor mientras resolvía algunas hojas que le habían dejado de tarea. El rubio murmuraba algunas cosas que Chan no entendía y de vez en cuando se quejaba de sus profesores. A veces Chan extrañaba la universidad, solo hasta que Seungkwan llegaba con montones de tareas absurdas y no podía salir los fines de semana.

—Ojalá tuviera un perro que se comiera mi tarea —puchereó Seungkwan, y Soo maulló enojado en respuesta.

—Tienes un gato —le respondió Chan entonces, pero Seungkwan no reaccionó—. Si también quieres un perro, Soo se pondrá celoso —aseguró, y el gato se paseó entre las piernas de Seungkwan.

Pasaron cinco minutos para que Seungkwan volviera a hablar. Soo había subido a la mesa y ahora estaba echado frente a Seungkwan mientras ronroneaba cada que Chan pasaba su mano entre sus orejas.

—¿Dónde dejé la tarea de álgebra? —susurró Seungkwan mientras revolvía la pila de papeles a su izquierda.

Chan lo sabía. Seungkwan la había dejado en la mesa y luego Soo se había echado encima de ella como si la beca de Seungkwan no dependiera de esa hoja.

—Debajo de Soo —dijo Chan con suavidad. Si Seungkwan lo podía escuchar no había necesidad de hablar alto.

Observó la forma en la que la mandíbula de Seungkwan se tensó y después siguió su mirada dirigida al gato.

—¿Te echaste encima, Soo? —regañó Seungkwan.

Chan abrió los ojos lo más que pudo. ¿Realmente lo había escuchado? ¿Seungkwan lo había escuchado?

—¿Me escuchaste? —preguntó directamente.

Seungkwan no respondió. Alzó al gato y tomó las hojas que había estado buscando antes de volverlo a dejar encima de la mesa.

—Seungkwan —exigió de nuevo Chan, esforzándose por no sonar como un niño llorando por un juguete bonito.

Se acercó a la pila de papeles junto a Seungkwan y se aseguró de que incluso el último cayera al piso cuando empujó todos con fuerza. Si Seungkwan iba a fingir que no existía, Chan iba a hacer lo imposible por fastidiarlo hasta que se marchara de su apartamento. Suficientemente tortura tenía con tener que soportar no poder tocar a Seungkwan ni su bonita cara; no estaba dispuesto a aguantar saber que el chico lo veía y solo lo ignoraba.

Seungkwan apretó el lápiz que tenía en su mano al ver los papeles caer. Rechinó los dientes y se agachó para recoger el desastre.

—Debería cerrar las ventanas —murmuró Seungkwan, y Chan rodó los ojos con fastidio.

—Las ventanas están cerradas. Si vas a fingir que no existo al menos hazlo bien —chilló Chan en el tono más grosero que había usado en su vida.

Y entonces Seungkwan se fue. Metió su tarea a una mochila, tomó al gato del lomo ignorando sus protestas y salió del apartamento azotando la puerta. Y auch. Chan jamás se había sentido tan dolido en su vida, ni siquiera cuando Jihoon, su hermano, se molestó con él por cambiarse de carrera a mitad del semestre.

No le quedó de otra más que esperar a Seungkwan. Porque iba a volver, ¿verdad? Él había sido la única persona que se había quedado en el apartamento a pesar de estar embrujado y, después de todo, Chan disfrutaba de su compañía.

Si tenía que ser sincero, Chan debía admitir que no quería estar solo. No de nuevo.

Escuchó los suaves pasos de Seungkwan al día siguiente. Había regresado con Soo, y Jeonghan entró tras ellos dos al departamento con una mueca de disgusto dibujada en su rostro.

—Tienes que estar bromeando —dijo.

Chan alzó una ceja con confusión. ¿Respecto a qué bromeaba Seungkwan?

—No. Me voy y me voy a llevar al gato.

Oh. Se iba.

Chan sintió una punzada en el pecho y siguió de cerca a Seungkwan, no queriendo apartarse de su lado.

—¡Pero te hice descuento de amigos! —se quejó Jeonghan—. ¡Incluso te hago las compras cuando no tienes tiempo!

Seungkwan se mordió el labio, inquieto. Cuando Chan se acercó más para poder verlo mejor, el gato que sostenía entre sus brazos chilló y rasguñó a Seungkwan antes de correr dentro de su armario favorito.

—¿Ves? Ni siquiera el gato se quiere ir —reclamó Jeonghan.

—Entonces me voy sin él —aseguró el rubio, dirigiéndose a la cocina para lavarse su reciente adquirida herida.

—Seungkwan...

—Está decido, Jeonghan —proclamó con seguridad—. Este lugar de verdad está embrujado.

Jeonghan hizo un puchero antes de salir sin alegar más. Quizá se dio por vencido demasiado fácil. Chan jamás se hubiera rendido así. No con Seungkwan.

—Antes no te había molestado que estuviera embrujado —se atrevió a decir con tono de reproche mientras Seungkwan pasaba agua sobre su rasguño.

Soo aprovechó el momento para salir de su escondite. Probablemente había olido la frustración de Chan, porque el gato no tardó nada en pasearse entre sus piernas maullando insistentemente mientras pedía al fantasma que lo cargara. De hecho, Chan realmente pensó en cargarlo. Si Seungkwan se iba a ir de cualquier modo, ¿qué tan mal le caería ver a un gato volador?

—¡¿Puedes callarte?! —exigió Seungkwan al cerrar la llave del agua con rudeza.

Soo dejó de maullar en ese momento. Le gruñó a Seungkwan y se escondió detrás de Chan.

—¡No le hables así a Soo! —reclamó Chan, dejando que el gato se restregara contra él.

Seungkwan tensó su mandíbula y cerró sus manos en puños. Dejó salir un suspiro pesado y mantuvo su vista fija en el fregadero de la cocina.

—No le estoy hablando al gato, te estoy hablando a ti —dijo.

Y Seungkwan miró a Chan.

ghost in the room / chankwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora