𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐈

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❛ 𝖯𝗋𝗂𝗆𝖾𝗋𝖺𝗌 𝗂𝗆𝗉𝗋𝖾𝗌𝗂𝗈𝗇𝖾𝗌 ❜˚₊‧ ꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚

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Una vez que Spreen había anunciado su llegada, entró a la gran sala, el hombre más alto dejó caer su mochila en el suelo para quitarse el abrigo y cerrar la puerta detrás del albino, quien dejó su maleta aún lado también. El de ojos zarcos observó la habitación frente a él mientras se quitaba la chaqueta de nuevo y seguía de cerca al anfitrión.

No era, ¿cómo decirlo? Fuera del otro mundo, seguro que no parecía tener pinta de que Spreen haya vivido ahí, aunque eso no era realmente sorprendente, todo parecía lo contrario a la imagen familiar que se había hecho en la cabeza.

Era una típica casa familiar y hogareña. Fotos familiares enmarcando la pared, con una vitrina que albergaba vajilla que parecía cara y un par de modelos de barcos encerrados en botellas de vidrio, medallas y diplomas de, lo más seguro, sus hijos.

Había una gran colección de DVD frente a un sofá color crema, incluso pudo divisar algunas películas antiguas de Disney que veía por los canales de cable. La mesa del comedor estaba puesta de tal forma que era fácilmente una satisfacción visual.

En la mesa había un hombre de cabellos negros y algunas canas enmarcando su barba, era más grande que Spreen, de eso seguro, estaba sentado con un periódico entre manos. Parecía el típico padre distraído, los saludó con una especie de gruñido despreocupado.

Desde un arco que dividía la sala del comedor y la cocina, podía divisar a una mujer, quien salió alegremente con una sonrisa enmarcando su rostro con ligeras arrugas, llevaba un bonito vestido morado, tenía el cabello largo recogido en un moño bajo, su cabello castaño tenía ligeras canas, pero no parecían por vejez, parecía ser un lunar, llevaba un collar de perlas alrededor del cuello.

Había aún una gran sonrisa en su rostro cuando se acercó a ellos con los brazos abiertos con demasiado entusiasmo.

—Bienvenidos a casa, ¿tuvieron un buen viaje? ¿No sucedió ningún altercado?

—No estaríamos aquí si lo hubiésemos tenido.

—Estuviste en esta casa por menos de cinco minutos y ya tenés una actitud de mierda—lo regañó, pero la sonrisa no desapareció, se dirigió a Conter casi expectante—. ¡y tú tenés que ser el novio de mi mocoso de mierda!

—Esta es mi madre. Rubí.

El albino extendió una mano con una sonrisa en su rostro, pretendía actuar como si fuesen conocidos lejanos y no unos completos desconocidos, para no entrar en una crisis nerviosa.

—Hola, Rubí. Encantado de conocerte, soy Conterstine Allen, pueden decirme Conter.

—¡Vaya, que educado! También es un placer conocerte, Conter...—la mujer tomó su mano entre las suyas y le dio un fuerte apretón—. Muchas gracias por venir a pasar la Navidad por aquí. Espero que tu familia no esté demasiado decepcionada de que no lo estés pasando con ellos, lamento robarte para estas fiestas.

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