𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐈𝐈

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❛ 𝖥𝗂𝖻𝗋𝖺 𝗌𝖾𝗇𝗌𝗂𝖻𝗅𝖾 ❜ ˚₊‧ ꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚

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❛ 𝖥𝗂𝖻𝗋𝖺 𝗌𝖾𝗇𝗌𝗂𝖻𝗅𝖾 ❜
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Se hizo el tonto. No quería parecer cobarde, pero por alguna razón no pudo enfrentarse a esos ojos violetas, trató de distraerse con la radio, tarareando torpemente la letra de una canción local.

Levantó la vista y siguió la mirada de Rubí, la mujer entraba con una paciencia de temer por la entrada de su propia casa, estaba tan concentrada que Conter no quería estorbar con patosas palabras. Ambos observaron la puerta del garaje abierta y en el fondo se podía divisar a Spreen, quien estaba de pie, el cual había desviado su mirada a su propio trabajo, se podía divisar un banco de trabajo con una variedad grande de herramientas.

Hizo una mueca mientras salía del auto, podía escuchar la música desde donde estaba. ¿Qué tan fuerte tenía los auriculares? En algún punto eso podría dejar secuelas, pero eso parecía no importarle mucho al azabache.

Eso no impidió que la señora Barnes lo llamara, la mujer simplemente le gritó.

—¡Spreen! ¡¿Qué estás haciendo?!

No hubo respuesta, pero eso no fue una gran sorpresa, el chico no apartaba su vista de donde la tenía, no parecía querer hablar con nadie.  

Rubí lanzó las manos al aire y subió los escalones a pasos pesados, sus tacones resonaban con fiereza, la mujer iba despotricando insultos con las llaves en sus manos mientras caminaba hacia la puerta, no parecía feliz. 

Conter miró a Spreen; a juzgar por la reacción de la señora Barnes, esto no era una buena señal y, aunque sabía que esto tendría que ser común, realmente no creía poder acostumbrarse, ser la supuesta pareja de Spreen ya era todo un reto, al final de cuentas ni siquiera eran amigos.

Su presencia en esos momentos parecía no ser bienvenida, el de ojos oscuros ni siquiera había volteado verlo nuevamente, el albino supuso que retrocedió otros cincuenta pasos para llegar a mantener aunque sea una relación de amigos con el otro.

Cuando Spreen empezó a darse la vuelta para darle la espalda completamente y seguir con lo suyo, Conter decidió desaparecer tras la puerta con rápidos y ligeros pasos, no queriendo llamar más la atención.

No estaba seguro de haber tomado la decisión correcta, tal vez tuvo que haberse quedado allí, podía soportar un silencio incómodo con Spreen, pero con su padre...

Cuando entró a la sala de estar, encontró al padre del azabache sentado en el sofá con la televisión encendida y una lata de cerveza en una mano, no parecía contento, ni un poquito.

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