En la excursión

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El viernes por la noche, Ivan acomodaba su mochila de viaje con mucho entusiasmo. Tenía la lista que le había dado su instructor e iba comprobando que tenía todo. Se dio cuenta que le faltaba su cantimplora de la suerte y corrió escaleras abajo hacia la cocina, donde seguramente estaba secándose después de haber sido lavada. Entró y fue directo al lavabo, sin percatarse de la presencia de su padrastro.

Roger lo vio cruzar y como se paraba de puntitas para tratar de atrapar el asa de su cantimplora sobre el escurridor. Roger se levantó de la mesa y se acercó para alcanzar el recipiente.

—Gracias— le dijo Ivan cuando tuvo la cantimplora entre sus manos.

—Mañana es tu excursión, ¿cierto?

Ivan asintió, esperaba que no le preguntara con quién iba, porque le había prometido a su papá Jorge que no diría nada. Y al parecer Roger no parecía preocupado por ello.

—¿Te la lleno? —dijo el hombre señalando la cantimplora.

Para Ivan fue algo muy raro, Roger no solía ser tan amable, y cuando lo era no solía ser bueno. Así que negó.

—Mi papi me la llenará mañana, dice que es mejor así porque el agua está fresca —dijo.

Roger se encogió de hombros y regresó a la mesa, junto a su vaso de vodka. Ivan, con la correa de su cantimplora cruzada sobre su pecho, echó a correr de vuelta a su habitación, seguido por la mirada atenta de su padrastro.

A la mañana siguiente, Ivan esperaba a su papá Jorge en el vestíbulo de la casa con la mochila a sus pies y su uniforme de explorador. Su papá había olvidado las llaves del carro y había subido por ellas. Jorge lo llevaría al punto de reunión y de salida, ahí verían a Diego, y por supuesto a Carlitos y a la mamá de este. El pequeño estaba impaciente, temía que se le fuera a hacer tarde y perdiera el autobús.

Mientras esperaba, Roger apareció de nuevo.

—¿Ya te vas? —le preguntó.

Ivan asintió.

—Sólo estoy esperando a mi papi.

Roger asintió. Escucharon la voz de Jorge acercándose, seguramente hablando con Danna por el manos libres. Roger, entonces, recogió la mochila.

—Te ayudo a ponértela —dijo.

Ivan lo miró extrañado, pero aceptó porque eso aceleraría las cosas. Sin que Ivan lo notara, Roger deslizó algo en uno de los bolsillos de la mochila. Y justo cuando Jorge apareció en el vestíbulo, Roger dio un paso atrás.

—¿Qué hay Rogelio? — le dijo Jorge con un tono de voz demasiado alegre para el gusto de su marido.

—Nada, me despido de mi hijastro.

Jorge levantó la ceja.

—¿De cuándo acá? —preguntó.

—En realidad pasaba por aquí —dijo Roger y siguió su camino hacia la sala de la casa.

Jorge suspiró, tomó la mano de Ivan y ambos salieron de la casa.

Diego llegó puntual a la zona de la reunión, y los guías e instructores le pidieron ayuda para cargar algunas cosas. Carlitos llegó poco antes que Ivan y al verlo corrió hacia él.

—¡Señor guapo! —le gritó — Mira lo que me compró mi mamá.

Carlitos le enseñó unos calcetines rojos con un extraño unicornio en ellos.

—¡Son de la suerte!— dijo el niño contento

Diego rió y le dijo que eran geniales, al tiempo que saludaba con la mano a la madre del niño, quien platicaba con otras mamás unos pasos más allá. Justo entonces, llegó un auto e Ivan salió de él. El niño miró a su alrededor y al localizar a Diego corrió hacia él.

La brújula del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora