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Decidimos pasar fin de año con mi hija, Bruno, mi padre y su esposa. Admito que llevar a Katia a la casa de mi padre me pone nerviosa, pero ella parece tan feliz con la idea, que mi temor se aplaca un poco.

Beth está por demás entusiasmada con tenernos allí y Richard muestra la misma expresión que yo cuando llegamos. Kaile es la primera en acercarse, moviendo la cola alegremente al matrimonio.

—¡Hola! —Katia se acerca a ellos mientras que Bruno y yo bajamos del auto. El bombero no me da palabras de ánimo porque no las necesito esta vez y caminamos hasta estar frente a ellos.

—¿Quieres comer algo? —escucho que le pregunta Beth a mi hija.

Cuando me detengo frente a mi padre, me pongo un poco nerviosa. No es que la última semana en la oficina no nos hubiéramos llevado bien, incluso almorzamos juntos varias veces, pero os saludos sigue siendo una cosa extraña.

—Hola —le sorío.

—Hola —antes de que pueda decirme algo más, Katia está entre nosotros y lo mira directamente —. ¿Sucede algo, señorita?

—¿Kaile puede entrar a la casa?

—Kaile puede ir a donde quiera, tú también —le responde —, pero avísale a tu mamá.

El último comentario me hace sonreír un poco.

—Claro, siempre le aviso —responde ella. Dejando mi mano sobre su hombro, entramos a la casa. Bruno tiene la suya en mi espalda y quema incluso por encima de la ropa.

Katia parece mirar todo con curiosidad y me pregunto qué pasa por su cabeza en este momento.

—Mi abuela Michelle me deja jugar en su patio, ¿también puedo jugar aquí?

Me recorren dos emociones muy diferentes. La necesidad de reprenderla por jugar esa carta manipuladora y la emoción de qie deba llamar a su abuela paterna con una diferenciación, porque considera a Beth como otra abuela.

—Katia, cariño, vamos a tomarnos las cosas con calma —le digo.

Richard se ríe.

—¿Quieres conocer el patio, Katia? —se acerca a ella —. Vamos, ven —le tiende la mano y, por un momento, creo que mi hija dirá que no. Sin embargo, me sorprende cuando acepta y lo sigue. Kaile va tras ellos.

Beth dice algo sobre buscar galletas y Bruno y yo la seguimos unos pasos más atrás. Antes de que lleguemos muy lejos, se detiene y me rodea con los brazos, pegandome a él. Me besa la curva del cuello y susurra contra mi piel:

—¿Dejando que Katia vaya con Richard? Ese es un avance, cielo.

Volteo ligeramente.

—Kaile está con ellos.

Me sobríe. Toma mi mentón y, antes de que él me bese, lo hago yo. No creo que tenga una dependencia tóxica a él, pero ciertamente lo necesito de alguna forma. Cada vez que me toca, el deseo de mantenerme contra él crece y crece.

—Niños —Beth nos reprende y me giro para observar su expresión—, vengan a comer.

Antes de que pueda disculparme, regresa a la cocina.

—No sé cuando fue la última vez que me llamaron así.

Tomo la mano de Bruno y caminamos a la cocina. Desde mi lugar puedo ver a mi hija, a mi padre y a mi perra. Él le señala un árbol y ella parece bastante atenta, mientras deja su mano sobre el lomo de la dálmata.

—¿Quieres un café, Alexis?

—No. Estoy bien, gracias —le sonrío.

Bruno acepta, como es de esperar.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora