-•Capitulo 2

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—Deberías decírselo —insistía Kaily.

Ya habíamos terminado las primeras clases y estábamos bajo un árbol.

—No, chicos, no quiero hacerlo —dije.

—¿Qué no quieres hacer? —preguntó una voz detrás de mí, y ya sabía quién era.

—Nada, pet —le respondí, volviéndome hacia él.

—¿Segura? —preguntó, entrecerrando los ojos.

—Totalmente —contesté sin pensarlo.

De repente, mi celular sonó. Contesté.

—¿Bueno? —pregunté, al ver que era un número desconocido.

—¡Alisson! —gritó Casandra.

—¿Qué pasa? —respondí, confundida.

—Tu padre... —susurró.

—¿Qué pasa con mi padre? —pregunté, alarmada. Peter se acercó.

—Le dio un infarto, está en el hospital —dijo ella.

—¿¡Qué!? ¿Cómo...? Voy para allá, ¿en cuál hospital está? —pregunté, asustada.

—En el central. Aquí los espero —dijo antes de colgar.

Me volví hacia Peter.

—¿Qué pasó? —preguntó.

—Papá tuvo un infarto —dije, sintiendo que una lágrima caía. —Está en el hospital central.

Peter bajó la cabeza.

—Lo sabía... —murmuró.

—¿Qué sabías? —pregunté, tratando de contener más lágrimas.

—Nada, después te digo. Ahora hay que hablarle a Pablo —dijo, con la voz entrecortada.

Llamamos a Pablo y cuando llegó, nos dirigimos al hospital.

—¿Cómo está? —pregunté a Casandra al entrar en la sala de espera.

—No sé, no han dicho nada... —respondió, triste.

—Pero, ¿qué pasó? —preguntó Peter.

—Yo... —fue interrumpida por el doctor.

—Familiares del señor Jackson Hyde Summers.

—Nosotros —dijimos al unísono.

—Ya se encuentra bien, solo necesita descansar y tomar su medicación. Sin embargo, debieron acudir si tenía dolores en el pecho y mareos —explicó el doctor.

—¿Dolores? ¿Mareos? ¿Tú sabías esto? —pregunté, mirándolo.

—Sí, Ali... Mi padre no quería que supieran para no preocuparlas —suspiró.

—¡Debieron decírmelo, Peter! —gritó Casandra, enojada.

—Yo solo obedecía a mi padre —respondió.

—¡Sí! ¡Y mira dónde está! —reclamó.

—Ya basta, Casandra, no le hables así —dije. —Sé que hizo mal, pero eso no te da derecho a gritarle. Demos gracias a Dios que mi papá ya salió de peligro. Doctor, ¿podemos entrar a verlo? —pregunté.

—Sí, está en el cuarto 223 —dijo el doctor y salió.

Nos dirigimos al cuarto y al abrir la puerta vi a mi padre recostado en la cama.

—Papá —dije, acercándome.

Él me miró y sonrió.

—¡Hija! —replicó alegremente.

The Playboy and me [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora