Capitulo 8

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—Déjame adivinar—dije intentando descifrarle en broma—eres el típico chico que en su tiempo fue alguien bueno pero le hicieron daño y utiliza la coraza de tipo rudo para protegerse de cualquier sentimiento conocido como ‘‘amenaza’’ ¿no es así?
Fingió pensarselo

—Casi. Na, soy normal.

—¿Así que ésta no es la típica historia del chico problemático que se enamora de la chica inocente y decide cambiar por ella?

—¿Te consideras una chica inocente?

—preguntó con malicia.

—¿A qué viene eso?

—A que si fuéramos una historia de amor juvenil, yo estaría destinado a enamorarme de ti, que serías la chica inocente.

—Ah—alargué el «Ah»—no, que va. Si eso fuera cierto, yo sería la ex que da por culo.

Y muy espontáneo, nos reímos. Hicimos una pausa cuando nos trajeron la comida y mientras probabamos las delicias de la casa hablabamos sobre nuestra vida.

—No me jodas—solté muerta de risa—así que cuando te dieron tu primer beso correteaste como un loco por toda la escuela ¡qué petardo! 

—Te toca ¿Qué es lo más vergonzoso que te ha pasado?
Me lo tuve que pensar.

—Bueno. Estuve saliendo con un chico que al final era gay y yo no lo sabia. Me utilizó para follarse a su amiguito mariquita de la infancia.

—¡Venga ya!—y ahora era el momento en el que Zev se destornilló de mí—no me lo puedo creer ¡pringada!

Y de repente, dándole un giro a la conversación le pregunté:

—¿Cómo fue tu primera vez?

—¿Huh?

—Si, lo que oyes. Cuéntame.

—No fue nada.

—Venga—insistí un poco más hasta que me lo contó.

—Fue con una chica mayor que yo, tenía catorce años y ella diezocho. No fue nada épico, ni nada fuera de lo normal.

—Para los hombres es tan fácil perder la virginidad, en cambio para nosotras, tiene que ser romántico y precioso porque si no nos tachan de promiscuas—me metí la pajita en la boca y bebí un poco de jugo—que machismo.

—¿Y la tuya? ¿Cómo fue?

—No pienso contarte.

—Espera… ¿eres virgen?—inquirió curioso.

—¿Qué se supone que debería responder a eso?—encarné una ceja—¿debería decir que sí para hacerme la interesante o decir que no para llamar tu atención?

—No llamarías mi atención de ninguna manera.

¡Auch! Eso fue cruel, suerte que no éramos nada ni sentíamos nada porque si no habría sido fatídico.
Suspiré

—No, no soy virgen pero mi primera vez fue con un gilipollas.

—No me digas, te hizo creer que te quería para follarte y mandarte a la mierda ¿no es así? ¿Esa es tu historia?

—Sí, la historia de mi vida—ironicé dramatizando—en realidad, digo que es un gilipollas porque a mí la mayoría de las personas me parecen así pero eso no fue lo que me hizo.

—Vale ¿Y entonces?

—Me quitó la virginidad porque yo se lo pedí—dijo y carraspeó como símbolo de risa—suena como si estuviera desesperada pero no es así. Hice una apuesta y él era chico por el que en ese momento me sentía atraída.

AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora