Capítulo 11

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Pasaron los días y no había sabido nada de Zev. Comenzaba a preocuparme ya que no había venido al instituto. Con respecto a Clara y a Dante, bueno... Con Dante terminé rotundamente. Admito que sentí un poco de rabia pero el dolor fue minúsculo. En cuanto a Clara... Era mi compañera de cuarto y no podía estar de malas con ella hasta que se acabase el curso así que decidí perdonarla y seguir, al fin de cuentas me había abierto los ojos: reafirmé mis ideas de que Dante era un capullo que no merecía la pena y que Clara no era realmente mi amiga, sino una más de la lista.

Me encontraba en las gradas, contemplando una de los eventos más importantes de Los Alpes: La Gran Copa.

Un partido de fútbol, básicamente.
Los Alpes, Los Rottweilers y otras escuelas de alto prestigio competían por una premio de mierda que no pasaba de ser una antigüedad.
Concentrada en mirarme las uñas, porque el partido me la pelaba totalmente fui interrumpida por aquellos que decían ser mis amigos.

—Kya—Aaron se sentó a mi lado con los ojos llenos de culpabilidad. Al final de todo fue el quién hizo la llamada—no te habíamos visto desde lo ocurrido ¿Cómo estás?

—Bien—contesté con simpleza—realmente me siento bien.

—Puedes sincerarte con nosotros. No te juzgaremos.

Isaac estaba más interesado en el cotilleo que por mí. Era entendible, obviamente.

—No os preocupéis. De verdad, no siento nada negativo—les estaba diciendo la verdad ¿Porque no me creían?—no soy de las que sufre por rupturas. Hay muchas más cosas y de muchísima más importancia por las que si vale la pena sufrir pero ¿Por unos cuernos? Eso es una chorrada.

No les había convencido del todo pero siendo sincera ¿Qué más daba? Yo estaba siendo honesta con ellos, que creyeran o no ya era cosa suya.

—Bueno, nosotros nos vamos—Aaron se despidió dándome un beso en la cabeza mientras Isaac me guiñaba el ojo.

Eran buenos chicos, les había cogido aprecio pero estaba clarísimo que no podía fiarme de ellos.

Dejé de pensar tanto y comencé a mirar a los deportistas. Las escuelas rivales tenían buenas promesas que no me importaría darles un buen repaso.

—"Carpe Diem"

Y no tenía que ser Einstein para saber de quién provenía esa voz fastidiada por la vida.

Volteé mi cara con entusiasmo. Tenía ganas de verle.

—Al fin apareces.

Cómo de costumbre, me ignoró completamente.

—¿Sabes? Vivimos tan poco en este mundo que deberíamos aprovechar el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo.

Mientras reflexionaba prendía un cigarrillo y le daba una calada.

—¿Sabes de lo que te hablo?

—Créeme que sí—le quité el cigarrillo y lo eché a un lado. En esta conversación los tóxicos éramos nosotros—¿Por qué no habías venido?

—Asuntos familiares.

—Que no me piensas contar...

—Efectivamente—respondió y yo solo rodé los ojos.

Decidí omitir su presencia a mi lado mirando a los chicos en el campo. Me reía mucho ver cómo Dante hacia él tarado solo para que ría y poder volver a intentarlo conmigo. Cada día que pasaba me convencía más de que dejarlo fue la mejor de las opciones.

—¿Vas a perdonarle?—sabia que se refería a Dante—intenta llamar tu atención.

—Pierde el tiempo, que es diferente—me encogí de hombros—no hay nada que arreglar, ni nada que perdonar. Me puso los cuernos, se acabó y ya está. Tampoco es para tanto. Ni que esto fuese Romeo y Julieta.

AfterlifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora