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Darien se dejó caer al suelo con indiferencia, las cosas nunca salían como quería, era tan inútil en absolutamente todo que ni siquiera debería estar sorprendido por el resultado.

Gruñó tirando el estúpido trozo de plástico al suelo, Karl entró y se agachó frente a él, Darien sintió el toque en su cabeza como algo reconfortante, él recogió la prueba y suspiró al ver el resultado, negativa, no había duda de ello.

—Estás cosas tienen margen de error, algunas veces se equivocan —Darien se carcajeó sin diversión alguna mirando hacia el baño, daba vergüenza admitir que pensó lo mismo.

—Esa es la tercera, todas tienen el mismo resultado.

—Oh, Dios, lo siento —murmuró Karl abrazándolo, Darien se aferró a su chaleco escondiendo la cabeza en su hombro.

—Yo también.

—Puedes intentarlo de nuevo —dijo luego de unos minutos en silencio, Darien mordió su labio inferior aguantando las lágrimas que amenazaban con salir.

No era tan fácil como Yulián y Karl pensaban, no quería tener ilusiones en vano, no de nuevo.

Darien se puso de pie alejándose del toque reconfortante, no quería terminar llorando y que Karl lo viese siendo tan patético.

—¿Quieres que me acueste con Misel otra vez? ¿Ahora que trabajamos juntos? —¿Ahora que definitivamente no se llevaba bien con él? 

—Darien, puedes intentarlo, la posibilidad de que esto sucediera luego de una vez era baja, eres joven, hay más oportunidades —Darien se puso de pie, le dio la espalda y miró hacia el ventanal tratando de calmarse, algunos cachorros estaban corriendo de un lugar a otro haciendo que su pecho doliese.

—No, no lo haré, si no sucedió es porque no debía suceder.

—No puedo creer que digas eso —gruñó Karl, Darien se giró haciendo una mueca.

—¿Y qué quieres que diga? Lo negué todo este tiempo, pero definitivamente estuve esperando que funcionara, esto es una maldita sorpresa.

—Darien —dijo tocando su brazo, alejó de su toque y caminó hacia la puerta.

—No, me voy, por favor despeja mi agenda, no puedo hacer esto hoy.

—Pero, Misel…

Darien lo fulminó con la mirada, no le importaba la estúpida reunión con Misel, cada cual podía trabajar de forma independiente.

—No me importa —gruñó tirando la puerta.

Darien caminó pasando delante de su auto, no quería manejar, en realidad no se sentía muy mentalmente estable, por lo que lo mejor sería no conducir.

Caminó por mucho tiempo deteniéndose en los parques y sentándose, a pesar de saber que no lo tendría seguía torturándose a sí mismo viendo justamente lo que no podía tener.

Se sentía mal viendo la escena, pero no podía dejar de hacerlo.

Luego de llorar patéticamente, Darien llegó a casa pasadas las diez de la noche y se recostó en la pared de la entrada, estaba cansado y terminó sentándose en el suelo, no supo cuánto tiempo estuvo ahí, quizás cinco minutos, o una hora completa.

Miró hacia arriba cuando alguien se detuvo a su lado, Yulián se agachó y miró sus ojos hinchados.

Darien quería morir de vergüenza a pesar de que Yulián no estaba mejor que él teniendo en cuenta su rostro aún hinchado. 

Al menos a él lo habían golpeado.

—¿Por qué lloraste? —preguntó deslizando un pulgar por su mejilla, Darien quitó su mano. 

( I ) Un cachorro para amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora