56 capitulo

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No se habia quedado mucho tiempo alli, por su bien, por la mirada rota de su hermano tras la venda o por aquel mal presentimiento que aquellas palabras le habrían trasmitido, aquel mal sabor que no habia desaparecido desde la muerte de su madre.

Llego a su habitación y se acostó sobre la cama, no quería pensar en lo que fuera que vaya a pasar esta noche, tan solo quería cerrar sus ojos, y sentir el calor de su madre. Mientras sus respiraciones cada vez se hacían mas profundas y ásperas. 

Esa misma noche. Su hermano le habia pedido que trajera consigo su Katana y un Kunai,  y  que se lo entregará junto a su arma.

No lo comprendía, su deseo nunca fue saber el por que de todas las noches llorar sin desconsuelo, aunque una gran parte sabia. Ahora no quería saber los planes para aquella noche.

Sin siquiera notarlo su vista comenzaba a fallar, el cansancio mental siempre se hacia a aparecer siempre que tocaba aquella cama que compartía la misma habitación con su hermano mayor. Siempre para caer en la misma pesadilla. 

Un lugar, de colores grisáceo, donde solo existía el negro y el gris, solo, en aquella planicie y en aquel cielo, tan abrumante de tan solo escuchar el sonido seco del viento mecer las ramas de un árbol.

Siempre era lo mismo, aquella planicie que empezaba una colina y en medio de ella un árbol, donde el columpio siempre estaba vacío pero siempre se balanceaba de un lado a otro.

Siempre escuchaba el sonido de un niño, su sollozo revotar en el infinito de esa colina grisácea. Abrazado a sus piernas, recargado en el tronco del mismo árbol.

Tras la colina siempre veía lo mismo. El cuerpo de niños tintando el pasto de su sangre negra y oscura hasta que sus rostros fueran irreconocibles, siempre allí, desvaneciéndose en el viento.

Pero alguien siempre caminaba hasta darle la espalda, yendo hacia aquel desgarrador lugar con la única luz que eran sus ojos, la única fuente de colores que era su todo.

Antes de cruzarlo vio sus ojos, los unicos ojos azules que brillaban mas que cualquier estrella, su rubio pelo similar al oro, y su suave capa, caminando tan impotente dándole la espalda, su única fuente de color.

Siempre caminaba hasta subir la colina, iluminando con su paso aquellos cadáveres de niños sangrando de boca y ojos hasta llegar al niño, este siempre levantaba su mirada arrepentida y horrorizada de sus propios actos, manchado con las manos de aquellos niños. Verlo con aquellos ojos. Ojos rojos que simulaban a los de un demonio con un pentagrama en medio, eran tan contra restantes a los que eran los ojos azules de un angel que eran los de aquella fuente de calor e inhumanidad.  

Cuando aquel joven de luz se agachaba hasta su altura, el pequeño niño nunca dudaba en lanzarse y aferrarse en su pecho, cubriendo aquel manto blanco con la sangre de inocentes niños. Solo para repetir de sus sollozos el mismo nombre, una y otra vez. 

Suki.

El mayor no duda en abrazarlo, aun cuando su manto siga tintándose de aquel color oscuro.

-Soy un demonio. Un monstruo.

Siempre murmuraba el niño, aferrándose al corazón de su madre.

-No mi amor. Tu no eres el monstruo

Y aun asi ella se aferraba aun mas a su hijo, dándole el calor que desprendía hasta que lentamente aquel brillo era consumido por la oscuridad y monotoneidad. Hasta verlo, verlo apartar la mirada del pequeño para verlo, con una sonrisa aun estando agonizando, una de igual manera dulce y fraternal. Ver como aquel mismo color consumía sus ojos hasta hacerlo parte de esas sombras en su penumbra pesadilla.

Fue Nuestra CulpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora