51 capitulo

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Esa noche. La mas fría de aquella cálida primavera, tan espesa antes del amanecer, antes de que el sol nuevamente atravesara las montañas para poderlos guiar entre toda esa oscuridad.

Iluminar cada rastro de aquel lugar, aquella gran planicie verde, cual siquiera llegaba hasta terminar con los pinos grandes que tocaban la oscuridad, iluminada por toda la luz de la luna, alumbrando cada flor de primavera, de olivos, campanillas y cualquier otra flor que los corazones renacidos sean capaces de apreciar mientras que estuvieran con vida, meciéndose con suma tranquilidad como si nada les importara.

Pero allí, entre tanta tranquilidad, entre tanta hermosura y paz, allí adentrándose entre tanta belleza, justo en medio de ellas, una piedra, era tan negra y oscura, iluminada con el matiz de la luna donde apenas esta podia hacer relucir el brillo que esta propia reflejaba con la luna, una gran roca de un puro azabache iluminada a pleno bajo la luz de la luna en medio de aquella hermosa planicie.

Cubriendo con su sombra, pues no estaba sola, ningún lugar de toda esa planicie, pues justo, sentado sobre ella, de la luz de la oscuridad los desprendía, cuán lentamente consumían con su luz sus cuerpos, el de un hombre, cual tez blanca brillaba al compás de la luna, unos profundos ojos negros, negros cual profundidad del océano, sin fin en aquella oscuridad. Iluminando su cuerpo, cubierto de una extensa capa profunda de telas suaves, no dejaba que la luz traspasará de ella.

Nada, siquiera tras de ella nada podría verla, nada podría ver la sonrisa posada en sus pálidos labios de carne, una mínima sonrisa mirando bajo suya la profundidad que se encontraba entre ella y la luna.

Pues allí, sostenido en su regazo cual príncipe durmiente, la luna tomaba la escasa oportunidad de poder alumbrarlo, al menos parte de su rostro, sus labios hermosos de un color cereza incurvados ligeramente, su mejilla izquierda cual piel morena al igual que la canela, aquellos mismo bigotes de un gato en su mejilla, una de las tantas cosas que lo hacían especial, y parte de su rubio cabello de oro, algo más largo que incluso cuando tenía 17 años pero aun así le encantaba, le encantaba justo como estaban, verlo nuevamente dormir bajo su regazo, solo para el, como siempre lo deseo. Era por ello de su sonrisa, de su alegría escondiéndolo bajo la oscuridad de la luna, solo para el, como tanto aquel deseo egoísta que desde años carcomía su corazón para poder encontrarlo, su mitad perfecta.

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Hospital de Konoha

Dieciséis Años Antes

-¡¿Que?!. Se escuchó gritar dentro de la habitación, tan fuerte que incluso los mismos pájaros descansando bajo la rama de un árbol fueron espantados en llamada.

-Así es chico, incluso yo estoy más sorprendida. Pero no le decia mas que eso, parada frente en con unos papeles en la mano, cuales mismos eran sus resultados.

-Pe-pero no es posible. Yo soy un hombre tu lo sabes. No, no, no, no, es imposible, ¿Verdad?, Es solo una simple broma, ¿Verdad?...Yo...No.

Pero poco a poco, lentamente entre más hablaba aquellos mismo ojos azules se cristalizaban, lentamente su brillo se intensificaban mientras aquella causa comenzaba a amenazar en deslizarse desde sus ojos. Lágrimas saladas que cruzaban desde su mejilla hasta tocar el frío suelo blanco de cuarzo, cruzando por la sonrisa amarga que se habia formado en su rostro, pero siquiera eso podia hacer para poder ocultar sus nervios.

-Hey, hey Naruto. A los pocos segundo comenzó a preocuparle, pues tan solo dejo aquellos mismos papeles sobre le escritorio blanco que se encontraba a un lado antes de hincarse para poder estar por debajo del rubio -Hey Naruto, ¿Por que lloras?, deberías estar haciendo todo menos llorar.

Fue Nuestra CulpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora