Capítulo 3 - Finalmente, tras años.

686 60 6
                                    

Parecía que aquel hombre sabía quien era y a que se dedicaba el monegasco, ya que antes de soltarme nos dio una mirada rápida a ambos. Acto seguido me volvió a mirar a mí por última vez, para volver a escabullirse entre la multitud murmurando frases que mi oído no podía llegar a descifrar.

Simplemente me centré en el problema que tenía enfrente. Parecía que al universo le gustaba mucho poner todo en mi contra, ya que Leclerc me había encontrado a mí antes de yo poder encontrar a Amalia. Ya no tenía escapatoria alguna, no podía irme de ahí sin mi hermana.

Tragué saliva. El hecho de tener a mi primer amor mirándome a tan solo un par de metros de distancia, hacía que mis piernas temblasen y mi corazón quisiese salirse del pecho.

No hay respuesta al porqué mi subconsciente decidió que aguantarle la mirada sería buena idea, ya que yo estaba tan desubicada tras todo lo sucedido que, básicamente decidí desconectar del mundo, dejarme llevar.

Ninguno de los dos hablaba. lo miraba expectante y deseosa de que se le ocurriese romper el hielo, mientras que su rostro expresaba seriedad, con un toque de tristeza y furia en sus ojos.

— Cuanto tiempo, Wolff.— dijo con un tono sarcástico y frio, mientras una muy pequeña sonrisa de lado apareció en su rostro.

¿Desde cuándo él me llamaba por mi apellido? Ese básico acto de frialdad y distancia hizo que mis labios empezasen a temblar.

Lo único que pude hacer fue quedarme en silencio. como en 6 años su voz había pasado de ser la voz de un joven de 19 años, más aguda y fina, a ser la de un hombre de 25, más grave y puedo decir que un poco ronca. Su nueva voz nunca sentida por mis oídos, hacía que pequeñas gotas de sudor cayesen por mi rostro.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me había percatado que seguía sin responderle. — Y que lo digas, Leclerc.— Respondí con la voz más firme que pude. no iba a permitir que mi debilidad hacia él fuese vista tan fácilmente.

Su expresión cambio de seria a enfadada. conocía a Charles perfectamente como para saber que no pararía esta conversación hasta obtener lo que fuera que él quisiera, era demasiado cabezota. — Y dime, ¿Cómo te ha ido durante estos años? Por que al parecer si estabas muy ocupada...— Intentaba sonar amable pero podía distinguir con facilidad el resentimiento entre sus palabras.

— No me puedo quejar.— Soné lo más natural posible. no entendía a donde quería llegar el monegasco, así que le seguiría el juego hasta descubrirlo.

Vi que tras unos segundos, seguramente de batalla mental, Leclerc suspiró e hizo el ademán de acercarse. Poniendo todos mis sentidos en alerta, poniéndome los pelos de punta.

A medida que daba un paso hacia mí, mi mente me decía que echase a correr y no mirase atrás, pero no iba a ser tan cobarde para huir de la situación que, sabía que antes o después llegaría.

Mientras mi cabeza se decidía, Leclerc ya había llegado a mi posición, estando simplemente a escasos centímetros míos.

Pude observarlo de cerca detenidamente. Su escasa barba bien cortada y limpia, su mandíbula marcada y como dije anteriormente, sus músculos más tonificados que nunca, me daba a entender que aquel niño que yo conocía, ya no era un niño, si no un joven adulto. El joven adulto más apuesto que había visto en mi vida.

— ¿Te vas a dejar de jueguitos y me vas a decir porqué tras 6 años de completa desaparición has vuelto como si nada?— Aquella pregunta parecía más una pedida de explicaciones.

— No te tengo porque explicar nada Leclerc, así que si me permites voy a buscar a mi hermana, que a eso he venido.— Quise darme la vuelta e irme tan rápido como pude, pero en el acto noté como el mismo monegasco me agarraba de los hombros, tirándome hacia atrás y me empujaba hacia una pared del local.

El Gran Premio [ Charles Leclerc ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora