Un nuevo trueno nos hace regresar a la realidad, y Jungkook me posa en el suelo. Deja la joya anal sobre la encimera del baño y se lava. Después, se seca, se pone los calzoncillos y dice antes de salir:
—No tardes, pequeño.Cuando me quedo solo, cojo la joyita y la meto bajo el chorro del agua para lavarla. Pienso en Susto. Pobrecillo. Con la que está cayendo, y él en la calle. Luego, me aseo, y una vez que me pongo el pijama, me miro en el espejo y, mientras peino mi alocado pelo, sonrío.
¡Vaya tela tiene la historia donde me estoy metiendo!
Pero segundos después, recuerdo que cuando yo era pequeño me pasaba igual que a Soobin. Me daban miedo los truenos, esos ruidos infernales que me hacían pensar que demonios feos y de uñas largas surcaban los cielos para llevarse a los niños. Fueron muchas
noches durmiendo en la cama con mis padres, aunque al final mi madre, con paciencia y alguna ayuda extra, consiguió quitarme ese miedo.Al salir del baño, Jungkook está tumbado en la cama charlando con Soobin. El pequeño, al verme, me sigue con la mirada; abro la mesilla y con disimulo dejo la joya anal. Después,
cuando me meto en la cama, el enano gruñón pregunta a su tío:
—¿El tiene que dormir con nosotros?
Jungkook hace un gesto afirmativo, y yo murmuro, tapándome con el edredón:
—¡Oh, sí! Me dan miedo las tormentas, sobre todo los truenos. Por cierto, ¿os
gustan los perros?
—No —contestan los dos al unísono.
Voy a decir algo cuando Soobin puntualiza:
—Son sucios, muerden, huelen mal y tienen pulgas.Boquiabierto por lo que ha dicho, respondo:
—Estás equivocado, Soobin. Los perros no suelen morder y, por supuesto, no huelen mal ni tienen pulgas si están cuidados.
—Nunca hemos tenido animales en casa —explica Jungkook.
—Pues muy mal —cuchicheo, y veo que sonríe—. Tener animales en casa te da otra perspectiva de la vida, en especial a los niños. Y, sinceramente, creo que a vosotros dos os vendría muy bien una mascota.
—Ni hablar —se niega Jungkook.
—Me mordió el perro de Leo y me dolió —dice el niño.
—¿Te mordió un perro?El crío asiente, se levanta la manga del pijama y me enseña una marca en el brazo. Archivo esa información en mi cabeza e imagino el pavor que debe de tener a los animales.
He de quitárselo.
—No todos los perros muerden, Soobin —le indico con cariño.
—No quiero un perro —insiste.
Sin decir más, me tumbo de lado para mirar a Jungkook a los ojos. Soobin está en medio y rápidamente me da la espalda. ¡Faltaría más! Jungkook me pide disculpas con la mirada, y yo le
guiño un ojo. Minutos después, mi chico apaga la luz y, aun en la oscuridad, sé que sonríe y me mira. Lo sé.######################
Es día 5 y hoy toca cena de Reyes en la casa de la madre de Jungkook. Durante estos días he visto que mi alemán trabaja desde casa, pero no habla de ir a la oficina. Quiero conocerla, pero prefiero que sea él quien me proponga ir.
Soobin sigue sin darme tregua. Todo lo que hago le molesta, y eso ocasiona que Jungkook y yo tengamos algún que otro roce. Eso sí, reconozco que es Jungkook quien da siempre su brazo a torcer para que la discusión no vaya a más. Sabe que el niño no lo está haciendo bien, e
intenta entenderme.
Mi relación con Susto progresa muy adecuadamente. Ya no huye cuando me ve. Nos hemos hecho amigos. Se ha dado cuenta de que soy de fiar y deja que lo toque. Tiene una tos perruna que no me gusta y le he confeccionado una bufanda para el cuello. ¡Qué guapo está! Susto es una maravilla. Tiene una cara de bueno que no puede con ella, y cada vez que salgo sin que Jungkook se dé cuenta a rehacerle la caseta y llevarle comida, el pobre me lo agradece como mejor sabe: con lametazos, movidas de rabito y piruetas.Por la noche, cuando llegamos a la casa de Sonia, Marta, la hermana de Jungkook, nos recibe con una estupenda sonrisa.
—¡Qué bien!, ¡ya estáis aquí!