Tras una estupenda mañana en la piscina como le prometí a mi sobrina, por la tarde mi familia debe regresar a España. Lo hacen en el avión privado de Jungkook. Verlos marchar me apena, me entristece, pero estoy feliz por haber estado esas horas con ellos.
—Venga, pequeño, sonríe —murmura Jungkook, cogiéndome el moflete cuando para en un semáforo—. Ellos están bien. Tú estás bien. No tienes por qué estar triste.
—Lo sé. Pero los echo mucho de menos —murmuro.El semáforo se pone verde, y Jungkook arranca. Miro por la ventanilla y, de pronto, la música suena a todo volumen. Alucinado, observo a mi chico y lo veo cantando a pleno pulmón Highway to Hell de los AC/DC:
Living easy, living free,
Season ticket on a on-way ride
Asking nothing leave me be
Taking everything in my stride...Sorprendido, pestañeo.
Es la primera vez que lo veo cantar así. Me río y exagera los movimientos de
malote. ¡Me encanta su lado salvaje! Jungkook mueve la cabeza al compás de la música y me incita con la mano para que cante y haga lo mismo. Divertido, comienzo a cantar con él a voz en grito. Nos miramos y reímos. De pronto, aparca el coche. Continuamos cantando, y cuando la canción acaba, ambos soltamos una carcajada.
—Siempre me ha gustado esta canción —dice Jungkook.
Me quedo boquiabierto porque esa cañera canción le guste.
—¿Te gustaban los AC/DC?
Sonríe, sonríe..., baja el volumen de la música y confiesa:
—Por supuesto. No siempre he sido tan serio.Durante unos minutos, me explica su roquera vida de jovencito, y yo lo escucho sorprendido. ¡Vaya con Iceman! Pero cuando finaliza su relato, mi sonrisa ha desaparecido.
Jungkook me mira. Sabe que pienso de nuevo en mi familia. Ve el dolor que tengo en la mirada por su marcha y dice:
—Sal del coche.
—¿Qué?
—Sal del coche —insiste.
Cuando lo hago, sonrío. Sé lo que va a hacer. Suena en la radio You are the
sunshine of my life de Stevie Wonder. Jungkook sube el volumen a tope, sale del coche y camina hacia mí.
Dios, ¿lo va a hacer?
¿Va a bailar conmigo en medio de la calle?¡Increíble!
Con decisión, se para frente a mí y murmura:
—Baila conmigo.
Me tiro a sus brazos. Esto me hace feliz. Ver que es capaz de parar el coche en
medio de una calle muy transitada y bailar conmigo sin ningún pudor es maravilloso.
—Como dice la canción eres el sol de mi vida y, si te veo triste, yo no puedo ser
feliz —susurra en mi oído—. Te prometo, pequeño, que iremos a España siempre que quieras, que tu familia vendrá a nuestra casa siempre que quiera, pero, por favor, sonríe; si yo no te veo sonreír, no puedo ser feliz.Sus palabras me tocan de lleno el corazón. Me emocionan. Lo abrazo y asiento. Bailo con él y disfruto de ese momento mágico. La gente que pasa por nuestro lado nos mira. No entiende que hagamos eso. Sonrío. No importa lo que piensen, y sé que a Jungkook tampoco le importa. Cuando la canción acaba, lo miro y susurro, dichoso y feliz:
—Te quiero con toda mi alma, tesoro.
Asiente. Disfruta con mis palabras.
—Sigo esperando que quieras casarte conmigo.
Eso me hace sonreír. Y aclaro.
—Cariño..., eso fue un impulso. ¿No lo habrás tomado en serio?
Mi Iceman me mira..., me mira y, finalmente, dice:
—Sí.
—Pero, Jungkook, ¿de qué hablas? Yo no soy de casarme ni esas cosas.
Mi loco amor me besa.
—En casa tenemos en el frigorífico una estupenda botella de Moët Chandon rosado. ¿Qué te parece si nos la bebemos y hablamos de ese impulso?Calor. Emoción. Nerviosismo.
¿De verdad está hablando de matrimonio?
Pero conteniendo mis nervios, sonrío y pregunto mimoso:
—¿Moët Chandon rosado?
—¡Ajá! —sonríe.
—Ese de las pegatinas rosas que huele a fresas silvestres —me mofo al recordar la primera vez que llevó esa botella a mi casa de Madrid.
—Sí, pequeño.
Suelto una carcajada y murmuro, sin separarme de él:
—De momento, vayamos a por la botella
De pronto, suena el móvil de Jungkook. Ha recibido un mensaje. Me besa. Devora mi boca y, cuando ambos nos damos por satisfechos, entramos en el coche. Hace frío. Mira su móvil y dice: