Al día siguiente, Jungkook no aparece por la oficina. Llamo a Björn y me indica que está en Múnich. Me tranquiliza saberlo. El viernes por la tarde, cuando salgo de la oficina, tomo
un vuelo a Alemania. Marta me va a buscar, y aunque se enfada, insisto en que quiero ir a un hotel a dormir. Si Jungkook y yo nos arreglamos quiero tener dónde llevarlo. El sábado por la
mañana quedo con Frida. Me cuenta que Björn prepara una fiesta en su casa esa noche, y Jungkook cree que yo voy a aparecer. Niego con la cabeza. No pienso ir. No quiero jugar sin él.Por la tarde, voy a casa de Sonia. La mujer me abraza con cariño y se emociona al verme. Cuando menos me lo espero aparece Simona, que al saber que había viajado a Múnich decide ir a visitarme. Cuando me ve, me abraza con cariño y, entre risas, me cuenta cómo va el culebrón de «Locura esmeralda». Pero uno de los mejores momentos es cuando aparece Soobin. No sabe que yo estoy allí y, cuando me ve, corre a mis brazos. Me ha echado de menos. Tras varios achuchones y besos, me enseña su brazo. Está totalmente recuperado
y me cuchichea que Laura y él ahora se hablan. Ambos nos reímos, y Sonia disfruta de las risas de su nieto.Después de comer, cuando estamos Soobin y yo jugando con la Wii, aparece Jungkook. Su gesto al verme es frío. Se ha afeitado y vuelve a estar tan guapo como siempre. Se acerca a mí, y cuando me da dos besos y su mejilla toca la mía, tiemblo. Cierro los ojos y disfruto de ese delicado roce entre los dos. Marta y Sonia, varios minutos después, se llevan a Soobin a la cocina. Desean dejarnos solos. En cuanto nadie está a nuestro alrededor, Jungkook pregunta:
—¿Has venido a la fiestecita de Björn?No contesto. Simplemente lo miro y sonrío.
Jungkook maldice, y sin darme tiempo a nada más se marcha. No me da la oportunidad de hablar. Me enfado conmigo mismo. ¿Por qué he sonreído? Con tristeza, a través de los cristales veo que ha venido en su BMW gris. Lo veo marcharse. Suspiro. Marta al verme
me agarra de los hombros y murmura:
—Este hermano mío, como siga así, se va a volver loco.Yo también me voy a volver loco..., pienso. Al final, vuelvo a jugar con Soobin ante el gesto triste de Sonia. A las siete, vamos al hotel. Me cambio de ropa y, a diferencia de lo que piensa Jungkook, me voy de fiesta con Marta. No quiero jugar con nadie que no sea él. No puedo. Nos vamos al Guantanamera. Aquí están esperándonos Arthur, Anita, Reinaldo y varios amigos.
Nada más entrar exijo ¡mojitos! para olvidarme de Jungkook y, tras varios, ya sonrío mientras bailo salsa con Reinaldo. Esas personas que han sido mis amigas todos esos meses en Alemania me reciben con cariño, abrazos y mucho amor.
A las once de la noche recibo un mensaje de Frida: «jungkook está aquí».
Me inquieto. Se me corta el rollo.Saber que Jungkook está en una fiestecita privada sin mí me altera. ¿Jugará con otras mujeres? A las once y media, me llama. Miro él móvil, pero no se lo cojo. No puedo. No sé qué decirle. Tras varias llamadas de él que no cojo, a las doce es Frida quien lo hace. Corro
a los baños para escucharla.
—¿Qué ocurre?
—¡Aisss, Jimin! Jungkook está muy cabreado.
—¿Por qué? ¿Por qué yo no esté en la fiestecita?Frida ríe.
—Está cabreado porque no sabe dónde estás. ¡Madre mía!, la que se ha liado,
Jimin. Eso de saber que estás en Múnich y no tenerte controlado lo está matando.
Pobrecito.
—Frida, ¿Jungkook ha participado en algún juego?
—Pues no, cariño. No tiene cuerpo para eso, aunque ha venido acompañado.
Eso me enerva. ¡¿Acompañado?! Saber eso me cabrea mucho. Entonces, Frida dice:
—¿Por qué no vienes? Seguro que si te ve...
—No..., no... voy a ir.—Pero Jimin, ¿no quedamos en que se lo ibas a poner fácil? Cariño, me confesaste que lo querías, y ambos sabemos que él te quiere y...
—Sé lo que dije —gruño, furioso, por saber que ha ido acompañado—. Y por favor, no le digas dónde estoy.
—Jimin, no seas así...
—Prométemelo, Frida. Prométeme que no le vas a decir nada.