chapter 46

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Lisa despertó al sentir la luz del sol entrando al camarote y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro al encontrar a Jennie dormida entre sus brazos. Los recuerdos de lo ocurrido la noche anterior inundaron su mente mientras besaba el rostro de la menor y acaricia su suave piel sin que ella despertara de su sueño.

La pelinegra había en su pasado adolescente antes de estar con Jennie, había teniendo encuentros sexuales con tal de que su corazón olvidara la pena que sentía al no estar junto al amor de su vida, pero al estar con Jennie sintió lo que nunca había sentido con ningúna otra persona, ya que lo que hubo entre ellas no fue un simple acto sexual. Lalisa Manoban realmente había hecho el amor por primera vez en su vida, entregándose completamente a su amada Jen, sonrió aún más ante esa idea, porque no solo se entregó plenamente a Jennie, la menor también se entregó por completo a ella.

Lisa aún sufría al recordar esa noche, la noche en que la lastimó tan salvajemente, la noche en que la abandonó, lo difícil que fue, aquel triste beso que le dio y cada lágrima mientras se iba a internar. La menor abrió lentamente los ojos y sonrió cuando su mirada se encontró con la de
Lisa, no había nada más hermoso para ella que el ángel que se encontraba entre sus brazos, ambas aún desnudas bajo las sábanas.

— Hola…

— Buenos días, Jen.

Lisa acercó su rostro y la besó dulcemente, totalmente diferente a los besos apasionados que habían compartido la noche anterior, aunque no por eso menos especial. Era el primer beso de su primer día nuevamente juntas.

— Creo que aún estoy soñando al tener a la más bella ángel a mi lado.

— Entonces creo yo también debo de estar en tu sueño, ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que me sentí tan bien por la mañana, no quiero que despertemos de este
sueño.

— Siendo así, no despertemos nunca, no tengo ningún problema en que las dos nos quedemos aquí para siempre, sin que nadie nos moleste.

— No dejaré que te vayas de mi vida otra vez, Jen.

Volvieron a besarse y Lisa rodó en la cama sin romper el beso, quedando encima de Jennie, que enterró su mano en su cabello acercándola más a ka menor, sin dejar de acariciarse cuando escucharon algunos gruñidos que los hicieron separarse. Se miraron por unos momentos antes de empezar a reírse por lo que pasaba ya que la noche anterior no pudieron bajar al puerto para ir a cenar y ahora se morían de hambre.

— ¿Crees que nos puedan traer comida a la suite, Lisa?

— Sí, nos traerán todo lo que queramos, aunque lo único que se me antoja ahora es comerme una Jennie a besos.

— ¿Enserio?

— Sí, eso es lo único que quiero.

Lisa nuevamente besó a Jennie y se quedaron en la cama largo rato hasta que ordenaron el desayuno. Después de comer, se alistaron y organizaron sus maletas; poco después del mediodía, las dos bajaron del crucero y llegaron hasta un elegante auto convertible rojo que las esperaba en el puerto y guardaron en la cajuela sus cosas.

El inicio de una aventura para las dos.
Recorrieron durante varias horas los caminos del lugar donde estaban, un lugar de Seúl que la menor no conocía, contemplaba el paisaje que les regalaba la ciudad, Jennie miraba fascinada ante la belleza de la vegetación australiana. Al atardecer llegaron a una preciosa fuente en la plaza central en donde se vivía un ambiente de fiesta, la gente caminaba en todas direcciones dificultándoles el paso a los conductores, por lo que Jennie y Lisa quedaron en su auto, atrapadas entre la multitud.

— ¿Qué es lo que pasa, Lisa? ¿Por qué hay tanta gente?

— Celebran la noche de las luces.

— ¿La noche de las luces?

— Es una fiesta tradicional de este lugar, se encienden pequeñas velas que se ponen en
barcos miniatura en el lago con la esperanza de que se cumplan los anhelos de quien enciende esa luz, por eso es que te traje aquí para que la vieras, Jen.

— Lo puedo ver por toda la gente que hay aquí ¿Iremos a encender una vela en el lago?

— Por supuesto, más adelante hay un hotel, ahí dejaremos nuestras cosas y el auto, y saldremos a caminar por el pueblo.

Un rato después llegaron a un hotel en donde se hospedaron, dejaron sus maletas en su habitación y salieron a caminar por las calles hacia el lago, ya había oscurecido y las estrellas brillaban en lo alto, mientras Jennie y Lisa se mezclaban entre la gente como una pareja más de las tantas que había en el lugar, caminaban tomadas de la mano observando todo lo que había a su alrededor, las personas y los lugares en donde vendían comida típica, artesanías de la zona y velas en sus pequeños barcos para llevar al lago. Lisa compró un par de velas con sus respectivos barcos mientras Jennie observaba todas las cosas que vendían en aquel lugar, desde ropa y dulces de la región hasta
diversas piezas de joyería hechas por artesanos de la zona. La pelinegra la vio recorrer la tienda como si fuese una niña curiosa, se acercó a ella y notó que observaba los diversos dijes que vendían con mucha curiosidad.

— Se te vería muy lindo uno de esos dijes, Jen ¿Cuál te gusta?

— Eres muy amable, pero ya has hecho muchas cosas por mi desde que estoy en Australia, Lisa, no puedo dejar que me compres más cosas.

— Quiero hacerlo, así siempre llevarías algo que te recuerde a mí y los días maravillosos que estamos viviendo — dijo ella dándole un pequeño beso — Es solo un pequeño regalo,
muy pequeño comparado con lo feliz que soy a tu lado

— Lisa…

— ¿Qué te parece este? — preguntó Lisa tomando un collar con un dije con una piedra color zafiro en forma de estrella.

— Es muy hermoso el zafiro.

— No es un zafiro, Jen, esta piedra se llama azulea; se parece mucho a los zafiros, pero la azulea es mucho más valiosa.

— Es precioso…

— Y tú te vez mucho más hermosa de lo que eres usando una azulea — dijo Lisa colocando el collar alrededor del cuello de Jennie — Creo que esta es la piedra perfecta para ti.

— Gracias, Lisa.

Jennie la miró con una sonrisa alzándose de puntillas y la besó, Lisa pagó el dije tras lo que ambas salieron rumbo al lago. Al llegar ahí, había muchas personas en la orilla colocando sus barquitos con las velas encendidas, que pronto se fueron uniendo a los que había al centro del lago creando un hermoso espectáculo de luces sobre el agua. Jennie y Lisa encendieron sus respectivas velas que colocaron sobre las aguas del lago, la pelinegra abrazó a la menor sin dejar de pensar en que Jennie nunca tuviera que irse de Australia, para que estuvieran juntas siempre sin que nadie pudiera arruinar su felicidad.

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