2. Anormal.

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La tenue luz de la mañana se cuela en mi habitación a través de la delgada cortina que cubre la ventana y sé que ha llegado la hora de levantarme

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La tenue luz de la mañana se cuela en mi habitación a través de la delgada cortina que cubre la ventana y sé que ha llegado la hora de levantarme.

Esta parte del día nunca es fácil. No cuando mi cama se siente tan cálida, cuando por fin he encontrado una posición cómoda para dormir; porque aquí, acurrucado bajo mis sábanas nada ni nadie puede hacerme daño.

Pero tengo obligaciones que cumplir y aunque no me guste, debo salir allá afuera y fingir que la vida entera no me está doliendo.

Con pasos perezosos me meto a la ducha, el agua caliente recorre mi cuerpo y me hace olvidar, aunque sea por un momento, todo lo que me espera. El asqueroso día para el que me estoy preparando.

Cuando termino, paso de largo tratando de evitar observar mi reflejo. Ese que con la transformación dejó de serme conocido; ese cuerpo que ahora tiene más curvas, esa piel que ahora es más pálida, esa sutil anatomía que no me permite desarrollar grandes músculos, ese largo cabello blanco que aunque mil veces corte, mil veces crecerá otra vez.

No quiero ver a aquel chico que es delicado, delgado y bonito.

Yo no quiero ser bonito. Quiero ser un hombre. Quiero ser normal.

Muevo ligeramente la cabeza tratando de no pensar demasiado en ello.

Abro mi armario y pienso detenidamente que voy a colocarme hoy. Innumerables prendas en tonos brillantes me dan la bienvenida y aunque en el fondo me gustan, me resigno a tomar una camiseta negra y un par de jeans.

Otra vez.

Al tío Garret no le gusta que use ropa muy colorida y menos en tonos tan escandalosos, dice que eso solo me haría lucir afeminado.

Aún más afeminado.

Y yo ya no quiero más problemas, así que no me queda de otra más que hacerle caso.

Con un último suspiro resignado salgo de mi habitación, bajo las escaleras mirando a todos lados, rezando para que mi tío aún siga durmiendo y cuando finalmente estoy seguro, salgo de casa.

El camino hacia la cafetería Hobber's es largo, incómodo y agotador. Es como si se pusieran de acuerdo para estar todas a la misma hora, todos los días. Solo que esta vez las murmuraciones son más fuertes y las miradas aún más pesadas. Seguramente a estas alturas ya todos sepan lo que pasó ayer en el supuesto bar.

Y es como si a estas mujeres les importara más que yo no hubiese podido tener sexo con una mujer, que el hecho de que sus maridos estaban en ese lugar también. ¿Siendo solo espectadores? Por supuesto que no. Pero de nuevo, de nada me sirve quejarme. Ellas no lo van a entender, o no querrán hacerlo, mejor dicho.

Camino distraído un poco más, hasta que el enorme letrero color café con letras doradas me da la bienvenida.

Empujo la puerta y la campanilla encima de ésta le avisa a la señora Yvanie qué he llegado. Ella no me saluda, simplemente mueve la cabeza indicándome que comience a trabajar y justamente eso hago.

(A)NORMAL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora