no siempre fue así

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comer no siempre fue una lucha para mí, considero que siempre fui una niña con bien apetito y justo antes de empezar la pandemia logré llegar a mi mejor momento, en el que era realmente productiva y me sentía muy feliz conmigo misma, por fin llegue a estar dentro del rango de peso ideal para mi edad, pero luego eso cambió. Luego de mi pérdida la comida empezó a volverse un gran contrincante, comía sin parar y como consecuencia aumenté unos cuantos kilos -realmente no fue casi nada-, pero de igual manera fue muy impactante para mí, no estaba para nada acostumbrada a ello y empecé a sentirme abrumada, sumándole que empecé a sufrir de ansiedad -aún recuerdo esos días en los que era tan intenso que no sabía ni que me pasaba-, todas esas cosas me llevaron en un aumento y descenso constante en mi peso, a tal punto de generar un trastorno alimenticio que hubiese sido diagnosticado de no ser porque no volví a ir al médico en un periodo de tiempo prudente. Con el tiempo estas conductas se normalizaron, empecé a repudiar el desayuno así que deje de comerlo, es obvio que como consecuencia mi peso bajo y volví a estar muy por debajo al peso normal.

Sin embargo, hay un lindo pero entre toda esta situación, mis amigos, que se volvieron mi lugar seguro y favorito en el mundo, donde no sentía ninguna presión por engullir la comida, ni mucho menos me sentía juzgada, se preocupaban por mí lo suficiente como para sentirme querida pero con el espacio prudente para no abrumarme. Ellos hacían que los desayunos fueran más llevaderos, que comer no fuese una pesadilla, hicieron de  mi tortura diaria un momento de diversión que empecé a anhelar que se repitiera cada día. Y dios, dejar eso atrás dolió como nunca, me di cuenta de que tal vez no lo valore lo suficiente, porque desde que me fui, a pesar de conseguir amistades y sentirme "bien" con ellas, no he podido volver a considerar el desayuno como divertido, ni el círculo que formamos sentadas en el pasillo como un lugar seguro, y no entiendo porqué, si se supone que ellas son mi "safe place", no se siente así, se siente como un compromiso, una corte en la que seré juzgada, un reflector que me apunta en el medio del escenario y solo me causa vergüenza. No entiendo por qué no me siento cómoda en el lugar donde se supone que debería hacerlo...

Lamentos desesperados de un alma herida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora