Capítulo VIII

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Una vez recibí la respuesta de mi mate de que me escogería a mí y de que no tendría que pasar por el complicado proceso de convencerla a cualquier costo de que me eligiera, sentí como un gran peso se quitaba de mis hombros.

Ahora el siguiente paso era comunicárselo a los Alfas y comenzar todo el proceso de moverla a mi territorio.

Si se trataba de ubicar a los Alfas o por lo menos a uno de ellos, seguramente sería en las oficinas principales del territorio.

Saliendo de la casa de huéspedes y encaminándome hacia allí, comencé a pensar en Octavio. Él estaba tan ilusionado como yo, bueno, como cualquier lobo lo estaría en esta situación, aunque yo tenía el agravante de haber esperado muchísimo más por Dalila que cualquiera de ellos. Tuve que esperar tanto, que llegó a ser peligroso para mí.

Y justo cuando empezaba a preguntarme por Octavio y en cómo le habría ido con su mate, lo vi, corriendo rápidamente para adentrarse en uno de los bosques que rodeaba este sector del territorio del Alfa Maximiliano, que ya de por sí era bastante verde.

El olor de sus emociones llego a mí por la brisa que acompañaba al bosque. Pude percibir rabia, tristeza y desesperación entre otras cosas, por eso me preocupé por él y decidí seguirlo. Iba corriendo rapidísimo, era muy ágil. Afortunadamente paró pronto en un pequeño claro y le pude dar alcance. Estaba respirando agitadamente y muy tenso.

Me afectaba verlo así, tan joven y sufriendo, por eso quería ayudarlo en lo que pudiera.

"¿Octavio?" lo llamé suavemente, se veía tan alterado que sentía que estaba tratando con algún animalito salvaje y asustado.

"Leandro... déjame solo." Me respondió con una voz ronca y congestionada, propia de alguien que ha estado llorando o gritando, o ambas.

"¿Qué pasó?" Era más que obvio que algo había pasado.

"Que no me aceptó." dijo suavemente. Podía intuir de qué se trataba, pero no estaba seguro.

"¿Qué?"

"¡QUE MI MATE NO ME ACEPTÓ! ¡NO ME ELIGIÓ! ¡QUE MI MATE ME ODIA! ¡ESO PASÓ!"

Y golpeó un árbol que estaba a su derecha con su puño tan fuertemente, que logró partirlo. Después de ese arranque, comenzó a llorar como loco, mientras se quejaba lastimeramente y tapaba su cara con sus manos. A pesar de mi felicidad por haber encontrado a Dalila y de que me hubiera elegido, me entristecía mucho ver a un joven como Octavio así.

No era la primera vez que veía a un hombre lobo llorar por su mate, probablemente no sería la última, pero siempre me conmovía igual. Los sentimientos y las reacciones que ellas despertaban eran las más poderosas y sinceras que podíamos experimentar, era terrible y maravilloso a la vez.

"Octavio, ven, sentémonos, intenta calmarte y cuéntame qué pasó"

Lo guié hacia una piedra grande que había cerca donde podíamos sentarnos los dos para conversar. Él seguía llorando e hipando como un niño pequeño, me partía el corazón verlo así.

"Ahora sí, cuéntame, ¿qué pasó?"

Él se limpió la cara rápida y bruscamente con las manos y respiró profundo intentando calmarse.

"Cuando salimos de ver a los Alfas, fui a ver a Primavera, para decirle lo que habían decidido. No había terminado de decirle todo cuándo me empezó a gritar que la llevara a su casa, que la llevara con su prometido, que ni muerta me elegiría, que era un monstruo y que me odiaba. Yo me enloquecí con su respuesta, la grité, amenacé con matar a su prometido, a su familia, con obligarla por cualquier medio para que estuviera conmigo. Le dije que la encadenaría a mi cama, le dije que la obligaría a tener nuestros hijos, a estar conmigo para siempre. La zarandeé, ella me dio una patada entre las piernas y me escupió la cara y me arrojó todas las cosas que había en la habitación. Dijo que prefería morir, estar bajo tortura, antes que aceptar a un monstruo horrible, desgraciado y miserable como yo."

El síndrome de GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora